Sociedad

Pedro Casaldáliga, el obispo poeta que «se hizo» indígena

Murió ayer a los 92 años, de una neumonía

No tuvo palacio episcopal. Tampoco sotana. Es más, cuando le tocaba visita al Papa en el Vaticano, echaba mano de las vestiduras del superior general de los claretianos –ahora cardenal Bocos–. Le sobraba todo aderezo en su opción preferencial por los pobres, un Evangelio que encarnó en los indígenas del Amazonía. Allí llegó en 1968 y allí se quedó. Como obispo de São Félix do Araguaia, de la mano de Pablo VI.

Dom Pedro –como le llaman sus vecinos– falleció ayer a los 92 años de una neumonía, con una salud debilitada por el párkinson en los últimos años que no le impidió seguir alzando la voz a vuela pluma en favor de la dignidad de los pueblos originarios. Se la jugó por ellos hasta tal punto que las amenazas de muerte formaban parte de su agenda y alguna bala a punto estuvo de llevárselo por delante antes de tiempo. Algo más que incómodo para terratenientes y políticos brasileños. Por ende, incomprendido en Roma por su denuncia sobre la justicia social desde la teología de la liberación, por ser crítico ante el «postureo» curial… Y por su relación con Fidel Castro. Espinas del pasado limadas a la luz de una trayectoria que le llevó a ser candidato al Nobel de la Paz y, hace poco, a ser avalado por el Papa Francisco a través de su exhortación amazónica donde echa mano del Casaldáliga poeta, unos versos que hablan de la honda espiritualidad de un pastor: «Me ha de bastar saber que Tú me sabes / entero, desde antes de mis días». Misticismo apegado al barro que pisaba junto a los tapirapé y las barcazas con las que evangelizaba cada orilla. El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Juan José Omella, dijo ayer que el misionero fallecido «quiso vivir con los pobres y se entregó a ellos». Desde su «no» palacio episcopal, fue uno de ellos.