Mayores Clece
Trabajar en una residencia en tiempos de COVID-19
Las personas mayores constituyen uno de los colectivos de riesgo en tiempos de pandemia mundial. Sin embargo, el importante trabajo de los empleados de los centros de mayores permite reducir el alcance del miedo, la incertidumbre y la desesperanza entre los residentes
Muy pocas cosas siguen siendo como lo eran hace solamente unos meses, al menos tal como las conocíamos. Hemos vivido un confinamiento consecuencia del estado de alarma en España, pero también hemos cambiado la manera que tenemos de comunicarnos, de socializar, de comprar, de trabajar o de estar en contacto con nuestros seres queridos.
Ahora más que nunca, se escuchan de forma incesante algunos términos como resiliencia, valentía, optimismo o esperanza, valores primordiales para superar una crisis sanitaria sin precedentes en el último siglo. No obstante, las circunstancias de cada individuo condicionan en gran medida los efectos de la misma. El coronavirus incide de manera mucho más directa en los colectivos de población con más edad, lo que supone un enorme desafío para las residencias que los acogen.
Pero, ¿cómo es el trabajo en una residencia en tiempos de COVID-19? ¿Qué elementos se han tenido que cambiar para mantener el servicio, las rutinas y los cuidados de manera óptima? Gerocultores, psicólogos y animadores socioculturales juegan un papel crucial en el bienestar de los mayores, no solamente físico, sino también de carácter emocional.
Un proceso de adaptación para todos
“La situación y los cambios forman parte de la vida de los humanos. Partimos de que todos estos cambios implican el poner en práctica todos los mecanismos de afrontamiento para superar las adversidades”, asegura Alicia González, psicóloga de la residencia Las Merindades, gestionada por la empresa Clece, ubicada en Villarcayo. De ahí, la extrema importancia de gestionar las emociones y cumplir estrictamente con los protocolos sanitarios, siendo las dos vías principales para protegernos y sentirnos seguros.
Como parte de esta situación, se precisa capacidad de adaptación a la “nueva normalidad”. Al igual que ocurre en muchos otros sitios, el mayor cambio se ha visto en el contacto social: “Está cambiando el modo de recibir las visitas, de familiares o de amistades, ya sea porque el contacto se produce a través de una pantalla o un panel que nos protege”, declara Alicia. Pero los cambios no solamente han afectado a tener que recurrir a videollamadas para estar en contacto con familiares. Alicia va un poco más allá cuando afirma que “el hecho de tener que ponernos la mascarilla influye mucho, ya que cuando una persona quiere decir algo, no vemos toda la expresión del rostro, lo que dificulta el modo de relacionarnos”.
De relaciones e intervenciones sociales en residencias de mayores, Alejo Miguel Catalán sabe como el que más. Él es animador sociocultural de Clece en la Residencia de Mayores Hermanos Buisán (Villanueva de Gállego, Zaragoza) y ha hecho todo cuanto estaba en sus manos para que los residentes evitaran caer en la negatividad, desde bailar jotas o sevillanas, hasta dar conciertos de música folclórica en las zonas comunes.
Sin embargo, también reconoce que sus rutinas han cambiado. “La planificación ha tenido que ser modificada de forma muy clara y concreta, para obtener los objetivos que nos hemos propuesto. La diferencia en cuanto al trato con los residentes es que se ha individualizado, no completamente, pero sí hemos tenido que evitar que hubiera grupos de residentes en un mismo espacio para evitar los contagios”, afirma Alejo.
Otra cuestión a la que se han tenido que adaptar, tanto empleados como usuarios, ha sido a entrar y salir del espacio de convivencia. “Cuando alguna persona de la residencia tiene que salir a hacerse una prueba médica o una revisión, conlleva luego volver y seguir el protocolo sanitario. Si has estado en contacto con el exterior, es preciso seguir siempre las pautas de los médicos”, comenta Alicia.
En paralelo, los equipos de gerocultores también siguen nuevos protocolos adaptados a la situación actual. Las auxiliares que trabajan en nuestras residencias ahora permanecen siempre en la misma planta para evitar mezclar personas, aunque lo primordial es el constante cambio de guantes, el lavado de manos y la toma de temperatura.
Saray Sanz, gerocultora y gobernanta en la Residencia Clece Vitam San Pedro Poveda (Burgos), es parte fundamental de este proceso, y asegura que los trabajadores están obligados a ducharse antes y después de cada turno, mientras que los fichajes no pueden ser a través de la huella, sino que tienen que ser en papel. Y también recalca: “lo que más ha cambiado han sido las visitas porque tienen que pedir cita previa, pero también ha cambiado mucho la forma que los usuarios tienen de convivir”.
Sentimientos hacia dentro y hacia fuera de la residencia
En términos de socialización, se están produciendo burbujas dentro de las residencias, lo que repercute directamente en la convivencia. Seguir los procesos y procedimientos sanitarios es algo muy importante para la protección de los usuarios, pero paralelamente, estos mismos procedimientos impiden a los residentes estar en contacto con otros compañeros de la propia residencia o que, directamente, no puedan hablar entre ellos.
Por un lado, desde el punto de vista de las emociones, trabajar en tiempos de pandemia genera sentimientos de miedo y preocupación ya no solo por los mayores, sino que también tiene proyección más allá de la residencia, puesto que temen que les pase algo a los seres queridos que están fuera. Ellos lo contemplan como un estado de alerta permanente, un sentimiento que siempre está ahí.
Por otro lado, también se ha detectado que puede aparecer la frustración. “Hay residentes que salían a dar un paseo cada día o salían a tomar algo y ahora no pueden salir. También la decepción al ver por la televisión los rebrotes, tristeza, enfado o miedo”, confiesa Alicia. Además de las limitaciones propias de la edad, existen otras limitaciones exteriores que determinan lo que pueden o no pueden hacer.
Alejo incluso se conmueve cuando habla de la otra cara de los residentes con quienes se identifica, aquellos que tienen mucha confianza, que están tranquilos y están convencidos de que esto va a pasar, de la misma manera que superaron otras circunstancias adversas en el pasado. “Me llena de emoción ver cómo los residentes aplauden antes, durante y después de cada sesión o actividad, me parece muy emocionante hablar de esta parte de mi trabajo”.
Para Clece lo importante son las personas y en su por eso, la labor de gerocultores, psicólogos y animadores así como del resto de trabajadores de residencias se enmarca dentro de un completo y estricto protocolo de seguridad con exhaustivas medidas de seguridad que garanticen la seguridad y salud. Desde la realización periódica de test para detectar posibles casos positivos de COVID, tanto a trabajadores como a usuarios, utilización de los equipos de protección individual, pasando por la incorporación de alfombrillas y bandejas con solución desinfectante, el control de visitas con cita previa a las que también se les hace un test rápido para reducir riesgos de contagio y establecimiento de turnos de comedor, hasta la realización de simulacros de casos positivos y utilización de técnicas de limpieza hospitalaria, Clece no ha escatimado en recursos para preservar la salud y seguridad de usuarios y trabajadores.
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