Día de los Médicos Europeos
Profesión Médica, Unión Europea y cogobernanza
El 15 de mayo conmemoramos el Día de los Médicos Europeos, jornada promovida con el doble objetivo de recordar los retos sanitarios que nos quedan por delante en la ineludible labor de mejora de los servicios sanitarios y poner en valor la figura del médico en Europa, haciendo un balance crítico y reflexivo del punto en el que nos encontramos y elaborando planes y propuestas para avanzar de camino al horizonte al que nos dirigimos.
La situación actual, irremediablemente marcada por la crisis sanitaria provocada por la COVID19, ha dejado al descubierto las exigencias históricas y ha revelado nuevos desafíos cuyo abordaje es especialmente importante.
Durante años, los gobiernos no han sido capaces de financiar adecuada y suficientemente los servicios públicos básicos, entre los que se encuentra la Sanidad, y derivan a los profesionales la responsabilidad de mantener, cada vez con menos recursos, unos niveles óptimos de calidad y seguridad. Mientras tanto, la carga de trabajo de los profesionales y la complejidad de la atención sanitaria aumentan como resultado del envejecimiento de la población, la cronicidad, la pluripatología, etc. La Medicina avanza veloz hacia una mayor presencia de la tecnología y la profesión evoluciona a nuevas realidades como la feminización, con la inherente necesidad de adaptar las condiciones laborales a la conciliación, además de los recortes aplicados durante años a las condiciones laborales de los profesionales. Las presiones financieras deterioran las condiciones para la práctica de una Medicina con espacio para el diálogo y la compasión y que pueda estar ampliamente vinculada a la docencia y la investigación.
La industria proveedora de medicamentos y tecnología ha adquirido un gran poder, introduciendo precios excesivos y forzando conflictos de intereses que no son aceptables entre los profesionales médicos. Todo ello, bajo el paraguas de gobiernos que permanecen ajenos a la realidad tras las paredes de los edificios oficiales, alejados de la defensa del bien común y olvidados del objetivo de proteger el derecho a la salud de los ciudadanos.
La falta de un liderazgo común en la gestión de la pandemia es el síntoma más aparente de un problema profundo en la gobernanza de las instituciones sanitarias, que está presente tanto en los Estados Miembros como en la Unión Europea (UE).
Los servicios sanitarios dentro de la UE son competencia de cada Estado, y el principio de subsidiariedad limita fuertemente la acción comunitaria; esta crisis ha recordado que incluso en la “Europa de los mercaderes”, la salud es precondición de la economía. Y que ha sido muy alto el precio pagado por la histórica abstención o pasividad de las instituciones europeas para avanzar en espacios donde los gobiernos de cada nación no pueden llegar, o prepararse para los riesgos de salud que pueden desbordar las capacidades y fronteras de cada Estado.
Quizás por ello, la UE ha buscado una salida proactiva, que cuando menos permita financiar reconstrucción y recuperación económica y social. Y también por ello, ha ensayado un perfil más intervencionista con la adquisición anticipada de vacunas en nombre de los Estados Miembros. Pese a las críticas sobre aspectos del proceso, la alternativa del sálvese quien pueda hubiera sido mucho peor, como se demostró en la penosa pugna por adquirir equipos de protección y suministros esenciales en la primera ola de la COVID-19 en el pasado año.
Sin embargo, la arquitectura institucional de la UE hace difícil el desarrollo de políticas, dada la complejidad de la gobernanza multinivel, en contraste con la mayor sencillez con la que, por ejemplo, Estados Unidos, puede abordar iniciativas de respuesta a la pandemia. La alternativa propuesta para mejorar la viabilidad de las políticas, ha sido la llamada co-gobernanza, que implica que diversos niveles institucionales se hagan co-propietarios de un problema, y asuman colectivamente lo bueno y lo malo, los costes y los méritos, los sueños y las pesadillas… que supone desarrollar un plan o programa de respuesta a un problema que afecta a todos.
Pero la co-gobernanza es un producto muy frágil, que requiere un depósito de confianza y lealtad de todas las partes. Y la acción política está sujeta a fuertes tensiones que alimentan la rivalidad y se traducen en desconfianza que erosiona los acuerdos. Precisamente por eso, las entidades profesionales europeas pueden ser el soporte que evite la ruptura y consolide un espacio de trabajo entre tantos agentes con tentaciones de ruptura.
Creemos en la contribución del profesionalismo médico a cimentar proyectos serios y duraderos de co-gobernanza en los sistemas sanitarios; y las entidades médicas que actúan en el ámbito europeo deben estar dispuestas a dar lo mejor de sí mismas para prestar su apoyo a esta nueva etapa de la construcción europea.
Lo que predicamos para Europa, es también aplicable a muchos países; para España, en concreto, donde la fuerte descentralización de nuestro Sistema Nacional de Salud, aderezada con una fuerte rivalidad política e institucional, hace muy difícil avanzar en agendas comunes de transformación. Todos dicen que ha llegado el momento de hacer efectiva la reconstrucción económica, social y sanitaria; pero nos tememos que para la co-gobernanza sanitaria necesaria, va a ser necesario e imprescindible que muchos agentes sanitarios y sociales estén presentes para sostener la débil voluntad de cooperación imperante.
La Organización Médica Colegial ha estado y está presente en este esfuerzo de apoyar la gobernabilidad sanitaria; tanto en España, como, en la medida que podamos influir, en el ámbito de la UE. Ha llegado el momento en el que los médicos invirtamos nuestro capital de credibilidad y legitimidad social, en beneficio de nuestros pacientes y conciudadanos.
Credibilidad y legitimidad del trabajo del médico, ejercido desde el liderazgo, la ejemplaridad y la vocación de servicio a los demás, y acrecentada en este largo año de sacrificios y esfuerzos de la lucha contra la pandemia. Un esfuerzo que, sin contar con el reconocimiento real de las administraciones, ha evitado un mayor impacto de la pandemia en el modelo sanitario y que ha sido red, sostén y soporte del carácter público y universal de la Sanidad en nuestro país. El impulso que es motor del sistema y garantía de su calidad. El día a día de profesionales que, sin ser responsables de las acciones y decisiones políticas que contribuyen al abandono de los más vulnerables, deben evitar serlo de las omisiones.
Llegados a este kilómetro del recorrido, los médicos, de la mano de las organizaciones que los representamos, debemos seguir correspondiendo a la confianza que la sociedad y los pacientes depositan en nosotros. Tenemos que construir una comunidad médica europea fuerte, que combine la excelencia científica, la cooperación y un firme compromiso con la esencia de nuestra profesión: permanecer del lado de los más frágiles.
Para conseguirlo, debemos actuar, tanto en la sostenibilidad interna que depende de las decisiones clínicas, como de la sostenibilidad externa, aquella que requiere que la defendamos
ante los gobiernos y grupos de presión para poder contar con sistemas sanitarios solventes, públicos, equitativos, universales y, en definitiva, eje de la justicia social.
✕
Accede a tu cuenta para comentar