Próximos pasos

Vacunar a los niños, prevención para evitar la sexta ola

La quinta ola ha venido de los contagios adolescentes tras centrarse en los adultos las cuatro anteriores

Una enfermera administra la vacuna Moderna a una joven en el estadio Enrique Roca de Murcia
Una enfermera administra la vacuna Moderna a una joven en el estadio Enrique Roca de MurciaMarcial GuillénEFE

Primero fueron las personas mayores y, sobre todo, las que vivían en residencias. Ellas fueron la población más vulnerable de los primeros compases de la pandemia. Luego los adultos mayores de 50 años con algún tipo de comorbilidad. En la quinta ola la población joven tomó el relevo como el grupo demográfico en el que se cebó la incidencia acumulada de covid-19. ¿Quiénes serán los siguientes? ¿Dónde habrá que poner el foco en el caso de una sexta o una séptima ola? Algunos expertos creen que serán los niños, los menores de 12 años no vacunados y fuera del radar principal de la atención sanitaria y mediáticas quienes vivirán un supuesto próximo aumento de contagios. Hay que vacunarles, dicen, y lo antes posible.

Según datos del Ministerio de Sanidad, hasta el pasado mes en España se habían contagiado 118.000 menores de 5 años, casi 160.000 niños de entre 5 y 9 años y cerca de medio millón de chavales entre 10 y 19. La inmensa mayoría de ellos han sufrido episodios de la enfermedad leves o asintomáticos. Solo un 1,3 por 100 de los menores de cinco años fueron hospitalizados. Fallecieron cuatro de ellos. Entre los menores de 9 años los ingresos no superaron el 0,5 por 100 con cinco fallecimientos. De 10 a 19 años han fallecido 13 jóvenes.

Ante estos datos, la corriente generaliza en prácticamente todo el mundo es no proceder a la vacunación de estas franjas de edades que, por un lado parecen muy poco vulnerables a la enfermedad grave y, por otro, tampoco parecen contribuir al aumento de la transmisión del virus. La apertura de los colegios el pasado curso en buena parte del planeta no está relacionada con un aumento de las incidencias acumuladas, como sí lo están por ejemplo la relajación en el uso de mascarillas o las aperturas de la movilidad entre adultos.

Parece lógico pensar que los más pequeños estén a la cola de las prioridades de vacunación. Pero a medida que aumentan la cobertura vacunal en el resto de las franjas de edad afloran los expertos que exigen que los niños empiecen a ser prioritarios. En primer lugar, porque sin su concurso será muy difícil alcanzar la tan anunciada y controvertida inmunidad de grupo. En segundo lugar, porque los niños, aunque en menor medida, pueden ser víctimas graves del mal.

Las vacunas parecen preparadas para la infancia. La mayor parte de las farmacéuticas han desarrollado ensayos clínicos con menores después de completados los de los adultos. Pfizer asegura que su vacuna presenta un 100 por 100 de efectividad en niños de entre 12 y 15 años tras probar el compuesto con 2.260 voluntarios de esa edad. Incluso se ha detectado que los menores producen mayores niveles de anticuerpos que los adultos vacunados. Además, no se han detectado efectos secundarios determinantes. Moderna solicitó autorización de su vacuna como terapia infantil tras realizar un ensayo clínico con personas de entre 12 y 17 años que arrojó un 100 por 100 de efectividad también. Novamax y Janssen están siendo testadas en niños en sendos ensayos. En el caso de Janssen se está comprobando la eficacia de su preparado monodisis en menores de 17 años en un ensayo en el que participa España

y que pretende extender la prueba a mujeres embarazadas y menores de entre 2 y 12 años.

Nadie quiere que a los niños les ocurra lo que le ha pasado a la población juvenil, que al ser la última en vacunarse se ha convertido en el motor de los contagios de la última ola.

La llegada de nuevas variantes como Delta o Lambda ha echado por tierra las expectativas de alcanzar la inmunidad de grupo. Del tan publicitado 70 por 100 necesario de población inmunizada ahora se habla de un mínimo de un 85 por 100 para lograr controlar la pandemia. Ese dato es imposible de alcanzar si excluimos de la vacunación al 15 por 100 de la población que tienen menos de 15 años. Para lograr una inmunidad grupal es muy probable que haya que vacunar, al menos, a todos los mayores de 12 años.

Todavía existen demasiadas incertidumbres sobre el papel transmisor de contagios que cumplen los niños. No hay nada que haga pensar que la vuelta a las aulas sin estar inmunizados genere un riesgo especial de rebrotes. Pero si no se vacuna a esas edades tendremos que acostumbrarnos a ver aumentadas las listas de hospitalizados y muertes entre los más pequeños en comparación con la reducción que se producirá entre los jóvenes ya vacunados. ¿Estamos preparados para que las curvas de contagio y mortalidad entre los niños superen a las de otras edades? Ya ocurrió al final de la primavera cuando las urgencias pasaron de recibir ancianos con problemas respiratorios a recibir niños con enfermedades comunes que habían rebrotado después del confinamiento.

Tampoco hay que perder de vista que un porcentaje muy pequeño pero significativo de casos de covid-19 infantil cursa de manera más grave y deriva en una patología propia de la infancia conocida como Síndrome Inflamatorio Multisistémico (MIS-C). Tres de cada cuatro niños ingresados en UCI por covid-19 presentan este cuadro que puede ser grave y que no tiene equivalente en la edad adulta. No es descartable que las variantes como la Delta aumenten el riesgo de padecer esta versión de la enfermedad. Hay que vacunar a los niños cuanto antes. Las autoridades tienen ahora la palabra.