Religión

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El Papa: «La cruz no es un símbolo político ni de estatus social»

Francisco reivindica los derechos de la comunidad gitana en su periplo eslovaco

Francisco saluda a los asistentes a la reunión con católicos en Lunik IX, barrio en la ciudad de Košice, Eslovaquia
Francisco saluda a los asistentes a la reunión con católicos en Lunik IX, barrio en la ciudad de Košice, EslovaquiaDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Si la primera mitad de su visita a Eslovaquia se desarrolló enteramente en la capital, Francisco visitó ayer la segunda y tercera ciudad de este pequeño país centroeuropeo habitado por cinco millones y medio de habitantes. Kosice y Pressov han sido las metas de su peregrinación, donde ha sido acogido por unas muy nutridas y festivas multitudes que, sin duda, echó en falta en sus últimos viajes a Tailandia, Japón e Irak. Los auditorios fueron también variados: los católicos de rito greco-católico o bizantino, los gitanos y las jóvenes generaciones. A cada uno de estos grupos ha dirigido un mensaje concreto, exigente y esperanzador.

En torno a las diez de la mañana Francisco llegó al centro deportivo Mestska Sportova de Pressov, en cuya explanada adjunta se iba a celebrar la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo. Como la liturgia de la iglesia universal festeja la Exaltación de la Santa Cruz, la homilía papal se centró en el símbolo del cristianismo. En su reflexión advirtió de que «son incontables los crucifijos en el cuello, en casa, en el coche, en el bolsillo, pero no sirve de nada, si no nos detenemos a mirar al Crucificado y no le abrimos el corazón…». «No reduzcamos la cruz a un objeto de devoción, mucho menos a un símbolo político, a un signo de importancia religiosa y social», sentenció, en lo que vino a ser una alusión más que directa a políticos como el italiano Matteo Salvini o el húngaro Viktor Orban, que exhiben con frecuencia crucifijos o rosarios en mítines políticos.

Después de una pausa en el seminario de Kosice, el Papa se dirigió a Lunik, donde vive –más bien deberíamos decir malvive– un sector importante de la población romaní de Eslovaquia. Desde hace años son los salesianos lo que atienden humanitaria y espiritualmente a esta comunidad que ocupa casas semidecandentes, donde escasean servicios esenciales como el gas o la electricidad.

Después de escuchar algunos testimonios el Santo Padre abordó sin rodeos el problema de la discriminación que frecuentemente sufren los gitanos no sólo en este país. «Demasiadas veces –les dijo– habéis sido objeto de preconceptos y de juicios despiadados, de estereotipos discriminatorios, de palabras y gestos difamatorios. De esta manera, nos hemos vuelto más pobres, pobres de humanidad. Lo que necesitamos es recuperar dignidad y pasar de los prejuicios al diálogo, de las cerrazones a la integración».

Por si no hubiera quedado claro el concepto lo recalcó de nuevo: «Marginar a las personas no resuelve nada. Cuando se alimenta la cerrazón ,antes o después estalla la rabia». Precisamente en ese momento dirigió la mirada a los niños que le observaban para reclamar para ellos «una vida integrada y libre».

Tras su cita con la comunidad romaní, en el estadio Lokomotiva de Kosice le esperaban los jóvenes. Aunque puede albergar al máximo diez mil espectadores, no llegaba a esa cifra el número de personas que han acudido a su encuentro con el Papa. A ellos les ha dirigido uno de los discursos más largos de su estancia en Eslovaquia. El Papa respondió a las preguntas que le habían hecho llegar previamente. Entre ellos, una formulada por la pareja compuesta por Peter y Zuzka se refería al amor. «Amigos –les dijo– no banalicemos el amor porque el amor no es sólo emoción o sentimiento, esto en todo caso es al inicio. El amor no es tenerlo todo y rápido, no responde a la lógica del usar y tirar.El amor es fidelidad, don, responsabilidad».

En un tono coloquial les invitó a no dejar «pasar los días como episodios de una telenovela» ni dejarse llevar por los «manipuladores de felicidad». «No se dejen homologar, no fuimos hechos en serie, somos únicos y libres y estamos en el mundo para vivir una historia de amor con Dios».