Afectados

Las víctimas del volcán: “Para nosotros esto no es algo maravilloso, ¡es una catástrofe!”

Los afectados reaccionan a las declaraciones de Maroto: «Esta zona se va a arruinar, se pierde la casa y la forma de vida»

Incertidumbre, tristeza, ansiedad... e indignación. Esos son los sentimientos que más se repiten entre los afectados por la erupción del volcán Cumbre Vieja en La Palma. La mayoría de los vecinos desalojados se enfrentan no solo a la pérdida de su casa, sino también en muchos casos de su forma de vida, ya que la zona afectada es preferentemente rural, y muchas familias viven de las plantaciones de plataneros y aguacates que hay en la zona. Por eso responden de forma contundente a las declaraciones de la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, en las que vinculaba la erupción en la isla con un «espectáculo maravilloso turístico», y de las que ella misma se disculpó ayer, ofreciendo su solidaridad a los habitantes de La Palma: «Ya habrá tiempo para hablar del turismo», señaló.

«Para mí, una manchera, una palmera, esto no es una excursión, no es un fenómeno maravilloso, para nosotros es una desgracia, ¡es una catástrofe!. Está siendo terrorífico para muchos amigos y conocidos», afirma Patricia González, secretaria de la Asociación de Vecinos de Las Manchas, uno de los barrios más afectados. «Los testimonios son demoledores. Somos un barrio grande, pero muy unido. Estamos sin palabras, devastados, es desolador, estamos perdiendo mucho. No se puede hacer nada frente a la fuerza de la naturaleza. Estoy llena de ceniza, es dantesco. Sentimos el dolor de nuestros amigos y vecinos como el nuestro propio». Patricia subraya que su domicilio permanece en pie, pero «éramos la zona cero, podíamos haber sido nosotros».

La casa de Juan Manuel Pérez está situada a unos dos kilómetros del lugar donde se produjo la erupción principal el pasado domingo. Aunque en su caso no es su vivienda habitual, afirma que sus vecinos «tuvieron que salir con lo puesto», y se lamenta de que nadie previera con tiempo lo que iba a pasar, porque les habían dicho que se sabría el día. «Nos enteramos todos a la vez: vecinos, científicos, Guardia Civil, Protección Civil... Cuando se produjo la erupción la sensación era que el diablo estaba allí, el sonido era atronador, el tremor de la lava era tremendo», recuerda. Juan Pablo recalca que «de los lugares por los que podía salir la lava éste ha sido uno de los peores. Las fincas de plátanos no se pueden atender, y necesitan atención constante. Se van a perder. Esa zona se va a arruinar. Se pierde la casa y el modo de vida. Va a ser una catástrofe», se lamenta.

La solidaridad se ha extendido en la isla, hay personas que han ofrecido sus casas, se ha pedido a los bancos que ofrezcan sus pisos embargados... pero «son soluciones temporales que no te aclaran el futuro. Es un sitio que no es tuyo, porque tu casa es tu ADN», indica este vecino.

Una de las personas que no ha dudado en ofrecer su casa para acoger a personas desalojadas es María Angustias Rodríguez, cuyo domicilio ha pasado de acoger a tres personas a doce, entre ellas su madre, gran dependiente. «Los primeros días nos apañamos con lo que teníamos en casa. Tenemos huerto, estamos compartiendo y ayudando. Los vecinos me han dicho que si necesito algo que lo diga, están intentando solucionar la medicación de mi madre» (que no tuvo tiempo de coger nada más que para los primeros días). «Somos nueve hermanos, la más retirada del volcán soy yo», declara Angustias: «No se va a poder ir a esa zona en meses, quizá en años. Todos dicen que va a haber ayudas, pero no cuándo ni si llegaran lo suficientemente rápido», se lamenta.

Un equipo de psicólogos ofrece ayuda profesional a los afectados en los diferentes centros de alojamiento provisional habilitados en la isla, sobre todo a quienes lo han perdido todo: «No es como un duelo, es un duelo», declara Cristina García, coordinadora del grupo de intervención psicológica en emergencias y catástrofes del Colegio de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, que trabaja sobre el terreno. Explica que estos días se enfrentan a ataques de pánico, ansiedad, estados de conmoción, y a la incertidumbre, «que es el peor de los estados» en el que puede estar una persona. «Hay mucha rabia, llanto, impotencia y negación», y también quienes «calculan mentalmente por dónde discurrirá la lava... conjeturas que nadie sabe, a las que no puedes decir ni sí ni no».

En esa circunstancia está Pedro Padrón, propietario de una plantación de plataneras. «La lava va muy lenta, incluso puede tardar días en llegar a la zona de cultivos. La incertidumbre es grande, tengo la esperanza de que no haya afección, pero en este tipo de erupción no se puede garantizar que haya otra boca, o que la lava se desvíe...». «Ahora estamos con el alma encogida, lo primero por la gente. Y solo es el tercer día, imagínate», declara a LA RAZÓN.