Sociedad

¿Por qué en invierno tenemos más frío en los pies que en la cara?

La temperatura puede variar mucho en apenas medio metro debido a dos factores

Una mujer camina bajo la lluvia sin paraguas.
Una mujer camina bajo la lluvia sin paraguas.María José LópezEuropa Press

La llegada del invierno trae consigo inevitablemente el frío. Una vez superado el otoño y los primeros síntomas de bajada de temperaturas es a partir de diciembre cuando todos entendemos que se ha acabado la época de ir con poca ropa y toca sacar los abrigos para evitar congelarnos.

Existen fenómenos meteorológicos que hacen bajar las temperaturas de forma extrema y pueden llegar a causar auténticos contratiempos para muchos. La borrasca Filomena, por ejemplo, fue uno de los hechos recientes que más puso de relieve los grandes problemas que puede suponer para la vida cotidiana una bajada considerable.

En el último año, además, ha aparecido un nuevo término para la sociedad llamado “vaguada polar” que ha congelado algunas zonas de España. Estas variantes térmicas consiguen en muchas ocasiones alterar las temperaturas normales de una zona no habituada o acrecentar el frío allí donde es más común.

Muchas personas sufren el frío como una de las peores sensaciones en todo el año. Las temperaturas son percibidas por cada individuo de una forma distinta aunque algunos toleran en menor media los bajones que se producen sobretodo en invierno llegando a ser una auténtica pesadilla.

Aquellos que peor sufren el invierno necesitan cientos de capas para protegerse del frío. Guantes, bufandas, abrigos y demás forman parte del vestuario habitual durante más de tres meses hasta que la primavera hace acto de presencia.

Frío en los pies

Una de las quejas más habituales es el frío en los pies y manos. Este produce muchos quebraderos de cabeza para quien sufre las bajas temperaturas y tratan de poner todo tipo de remedios para sobrellevarlo de la mejor forma posible.

Tener los pies congelados es un clásico en invierno mientras el resto del cuerpo siente temperaturas más agradables. Aunque la primera impresión suele poner énfasis en el calzado que llevamos la respuesta tiene un motivo meteorológico que provoca una diferencia en ocasiones muy importante entre los pies y la cara.

La temperatura que solemos consultar se registra a un metro y medio de altura normalmente. Los termómetros de las estaciones meteorológicas se colocan a esa distancia del suelo mientras nunca se tiene en cuenta la temperatura del suelo real que puede ser muy distinta.

El observatorio barcelonésFabra si cuenta con ambos mercurios situados en puntos distintos y la diferencia registrada muestra cambios muy sustanciales. En ocasiones se han llegado a observar diferencias de alrededor de 7 grados en apenas metro y medio, un dato que explica por completo la diferencia de temperaturas que notamos en el cuerpo.

Así las cosas, un día de invierno las personas podemos estar en un mismo lugar mientras nuestros pies y cara están a más de 6 grados de diferencia. Esto se debe al enfriamiento radiativo y la inversión térmica, dos fenómenos comunes en invierno.

El primero se da cuando existen noches sin nubes y con muy poco viento, especialmente con anticiclones, que provoca la pérdida de calor en el suelo almacenada durante todo el día gracias a la luz del sol. Esto conlleva que el suelo se enfríe rápidamente y la temperatura descienda de forma considerable.

Por su parte la inversión térmica se da cuando la temperatura del aire, en vez de descender mientras subimos en altura va ascendiendo cada vez más altura. Estos dos explican de forma clara porque las personas sufrimos el frío de forma mucho más abrupta en los pies, especialmente en invierno.

Cabe destacar que en verano los pies también están más fríos que el resto del cuerpo aunque la diferencia de temperatura no es tan elevada como en invierno.