Antídotos
Desde que a principios de los años ochenta se diagnosticaron los primeros casos del virus de la inumnodeficiencia humana (VIH), la investigación científica no ha cesado para tratar de poner solución a esta epidemia mortal. Precisamente, esta misma semana fallecía Luc Montagnier, uno de los descubridores de este virus y por el que obtuvo el Nobel ex aequo por su inédito trabajo. Sin embargo, en los últimos años de su vida perdió su fe en las vacunas y quedó denostado por la comunidad de investigadores que durante más de tres décadas han luchado por hallar la inmunidad al virus.
Y es que, hasta ahora, los pocos ensayos –no más de cuatro–, que han llegado a una fase avanzada en el desarrollo de una vacuna contra el VIH han fracasado por su baja efectividad. No obstante, la pandemia de coronavirus ha servido de impulso para que algunas farmacéuticas hayan optado por utilizar determinadas técnicas de laboratorio usadas en covid que podrían clave para el sida. De igual modo, múltiples plataformas de desarrollo que desde finales de los 90 se han utilizado para la vacuna del VIH, han sido de vital importancia para la celeridad en la fabricación del antídoto contra el sars-cov-2. Una simbiosis que podría marcar un hito científico.
Pero, ¿cómo es posible que la vacuna contra el coronavirus se haya fabricado en menos de un año y para la del sida todavía no haya una fórmula pese a más de treinta años de investigación?
«El desarrollo de una vacuna preventiva contra el VIH es mucho más complicada porque éste es un virus más complejo que los coronavirus. En los dos años que llevamos de pandemia se han detectado unas seis variantes del mismo. En el caso del VIH, esto ocurre tan solo en un individuo infectado en pocas semanas. Su tasa de mutación es infinitamente mayor, introduce cambios muy rápidamente para sacar ventaja en su supervivencia», explica el doctor José Moltó Marhuenda, médico especialista e investigador de la unidad de VIH del Hospital Germans Trias i Pujol (Can Ruti). Él es también el investigador principal del único ensayo clínico que existe en el mundo en la actualidad sobre VIH. La vacuna que se está probando es la principal esperanza tras los fracasos precedentes. Dicho estudio se encuentra en la fase 3 y ha superado con éxito y buenos datos las dos anteriores.
«El VIH es capaz de adaptarse a la respuesta inmune de nuestro organismo de una manera muy rápida y escapar así de ella. De ahí la dificultad de encontrar la vacuna que controle todas las variantes», añade el médico. Mosaico, como han denominado a este ensayo de la farmacéutica Janssen, incluye una muestra del 90% de las variantes que ahora están activas en el mundo y sus fases 1 y 2 ha arrojado resultados esperanzadores: «Hubo un pequeño susto cuando, durante la vacunación de covid, se vio que ésta vacuna podría provocar trombos. Y es que ésta se sirvió del mismo vector que el que se utiliza en Mosaico, el adenovirus 26. Las vacunas tienen el inmunógeno y un vector, que es lo que se utiliza para transportarlo. Y fue ahí donde surgió el revuelo, ya que si los trombos provenían del vector, había riesgos en la vacuna del VIH, pero no fue así, no se detectó ningún caso», confiesa Moltó.
En cuanto a la eficacia, hasta ahora medida en base a la respuesta inmunogénica que nuestro organismo genera ante Mosaico, se ha demostrado que en paciente sanos es del 90%, «hablamos siempre de exposición, no de carga vírica», matiza. «Lo que ahora analizamos en la fase 3 es si esta vacuna ofrece una buena protección frente a nuevas infecciones. Sobre esto ya hay datos en modelos animales, en simios, donde se ha comprobado que esta tasa es del 70%. No quiere decir que vaya a ocurrir en personas igual, pero es un dato alentador», dice Moltó.
Sobre la conexión entre el covid y el VIH, el investigador principal de Mosaico señala que «no tenemos que olvidar que las vacunas de sars-cov-2 se han aprovechado de todos los conocimientos que hemos ido generando durante décadas en la investigación del VIH. Ahora, nos encontramos ante dos escenarios: las vacunas covid que sacan partido de todos los avances sobre inmunología y virología generados del VIH y, por otra parte, el retorno que los logros de la vacuna covid están aportando a la investigación sobre el sida».
“No tengo miedo”
Éste último caso es el de Moderna, la farmacéutica que ha anunciado que ha anunciado el lanzamiento de un ensayo fase 1 para administrar las primeras dosis de vacunas experimentales de antígenos mediante tecnología ARN mensajero. «Es una vía diferente a la que utilizamos en Mosaico. Moderna se basa en un ensayo previo en el que se demostró que suministrando infusiones de un anticuerpo monoclonal contra el VIH, las personas eran capaces de bloquear infecciones. Pero el problema es que ese tipo de anticuerpo duraba poco tiempo y habría que aplicar infusiones cada semana. Ahora plantean que, en lugar de poner anticuerpo, se inyecte el RNA, el cual tiene la receta para que el organismo fabrique esa proteína y, por lo tanto, se mantenga mucho más tiempo». Para conocer los resultados de Moderna, habrá que esperar todavía varios años.
Max, de 33 años, es uno de los 3.800 voluntarios del ensayo de Janssen y se muestra confiando en que su granito de arena sirva para encontrar una solución a este problema. «No he tenido ningún efecto secundario, ni siquiera hinchazón en el brazo. Está todo muy pautado y hay un seguimiento constante a todos los voluntarios. Cuando me pusieron la primera de las dosis, (la cuarta y última se la administrarán en verano de este año) estaba un poco expectante, pero sin miedo ni nervios», explica a LA RAZÓN. Él es consciente de que el reto es complejo y que, además, «todavía existe un cierto prejuicio sobre este virus». «De hecho, pienso que en relación al sida, se tardó en reaccionar a la hora de buscar una solución a esta epidemia debido al estigma del VIH, que siempre se ha asociado a la prostitución y homosexualidad. Por suerte, eso ya es algo del pasado», puntualiza el joven.
Cuando a Max le comentaron que estaba en marcha un ensayo, el único del mundo, para desarrollar la vacuna contra el VIH, no se lo pensó ni un momento. «Sé que el riesgo cero no existe, pero no se habían reportado efectos secundarios importantes en las fases previas del estudio, así me que decidí. Es mayor el beneficio que se puede obtener para todo el mundo que los riesgos que pueda conllevar. A nivel ético y de compromiso social es algo muy positivo», explica a LA RAZÓN desde Barcelona. Cuando comentó su decisión entre amigos y familiares todo le mostraron su apoyo y alabaron su valentía: «Sin embargo, la gente que no te conoce tanto como un familiar, al principio se queda extrañada cuando se lo comentas. Piensan que estas en el ensayo porque tienes sida. Es incómodo».
Por su parte, Moltó, aunque cauto con los resultados prometedores que pueda arrojar este ensayo, se confiesa esperanzado y confiado en que cada vez se está más cerca de la solución. Por fin.