Precariedad laboral
Cuatro de cada diez sanitarios se declara «quemado»
Un estudio muestra que este dato influye muy negativamente en la atención sanitaria recibida
El 54% de los profesionales sanitarios considera que hay «intrusismo laboral por parte de otras categorías en sus funciones. Un 35 % considera que no tiene autonomía en la programación y desempeño de su trabajo diario y un 36 % solo en ocasiones», recoge una encuesta de la Sociedad Gallega de Medicina Interna. Hasta cuatro de cada diez sanitarios se declaran «quemados» («burnout»), es decir, con cansancio emocional: el profesional empieza la jornada laboral agotado, con un alto grado de despersonalización: trata a sus pacientes como seres inanimados para que así no le afecten los sentimientos de sufrimiento del propio paciente, o hay baja realización: el profesional termina su jornada no estando satisfecho con cómo ha realizado su trabajo.
Durante la pandemia se relacionó con el miedo al contagio de la enfermedad y a contagiar a sus familiares. Y también se extendió en el colectivo la realización de horas extras y trabajo en festivos y fines de semana sin una remuneración extra.
Un hecho habitual ha sido dejar su trabajo habitual para atender pacientes covid. Podía verse a ginecólogos, alergólogos y cirujanos que han tenido que dejar su atención habitual para atender patologías que no manejan habitualmente.
Todo este esfuerzo no ha sido agradecido con el paso de los meses, las horas extras no han sido remuneradas, no se ha cobrado en ningún momento ningún plus de peligrosidad –como sí han recibido en otros países– ni estos profesionales han tenido mayores días libres.
En muchos casos los contratos laborales son aún muy precarios (menores a tres meses). Todo esto hace que el colectivo esté cada vez más «quemado».
Por todo esto, señala el informe, “hay estudios que han demostrado que el hecho que los profesionales sanitarios estén quemados influye muy negativamente en la atención sanitaria recibida, con un aumento significativo de los errores médicos». Y también provoca que el personal sanitario «pierda una de las cualidades necesarias para ser un buen médico: la empatía».
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