Opinión

Política sanitaria: Es el momento de fraguar una nueva Europa

Un miembro del personal sanitario del Area de Vigiláncia Intensiva y de la Sala de hospitalización del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínic de Barcelona
Un miembro del personal sanitario del Area de Vigiláncia Intensiva y de la Sala de hospitalización del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínic de BarcelonaMarta PerezAgencia EFE

LaOrganización Mundial de las Naciones Unidas lo incluye en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, los cuales se sustentan en los más básicos y elementales derechos humanos. A pesar de ello, los seres humanos no hemos sido capaces de alcanzar en cientos de años de historia un estado del bienestar universal y comprender que la unión, la convivencia y la defensa de los derechos sociales son fundamentales para consolidar sociedades justas, pacíficas e inclusivas.

Y, sin duda, uno de los ejes de elementos clave de ese estado del bienestar y fuente indiscutible de igualdad es el modelo sanitario implantado en nuestro país: con su carácter público, administrado por el Estado; de acceso gratuito y de cobertura universal, sin distinción entre ciudadanos por ninguna razón.

Bajo distintos tipos de gestión, las metas de las políticas sanitarias en el entorno europeo son preservar el derecho a la salud de los ciudadanos, garantizar el equilibrio en el acceso a la atención sanitaria y coordinar acciones en común de todos los países en respuesta a amenazas graves para la protección de dichos principios.

Sumergidos en un proceso de superación y recuperación de una de la crisis sanitaria mundial por COVID19, ahora, las amenazas para la protección del derecho a la salud vienen de la mano de la fragmentación y las fluctuaciones políticas y sociales en una dudosa consolidada Europa. Esta inestabilidad pone en peligro el mantenimiento del modelo sanitario, el cual tenemos el deber de blindar, en nuestra jurisdicción, a través de un Pacto de Estado por la Sanidad demandado durante años por la profesión médica española. Este Pacto debe contemplar las propuestas que hemos trasladado desde las organizaciones profesionales porque somos los que trabajamos con los pacientes y conocemos los problemas y las soluciones de primera mano, con la claridad y la serenidad que otorgan el conocimiento y la experiencia. Igualmente, este Pacto debe ampararse en el consenso de todas las Comunidades Autónomas y de todos los grupos políticos –liderados por el Ministerio de Sanidad y con medidas implantadas por las direcciones generales- de modo que su aplicación y su vigencia no queden sujetos a los cambios de gobierno o las luchas de poder ajenas al bien común.

En suelo europeo, la Organización Médica Colegial ha trasladado la preocupación por el sostenimiento del modelo sanitario a los representantes de distintas instituciones. Lo hemos hecho en una serie de reuniones de trabajo celebradas en el Parlamento Europeo, en el entorno de la UEMS (Unión Europea de Médicos Especialistas) y en la CPME (Comisión Europea de Médicos Especialistas) hace escasas semanas y en las que tuve oportunidad de explicar la inquietud de la profesión por un modelo sanitario en claro deterioro desde hace años.

Entre los peligros que están poniendo en jaque la convivencia en Europa no podemos olvidar que a tan solo unos 3000 kilómetros de nuestro país se libra una dura guerra directa contra la vida de alrededor de 40 millones de ciudadanos ucranianos, contra la libertad y contra los valores de la democracia de una sociedad que creíamos unida y civilizada.

A pesar de encontrarse en un contexto de guerra en el que no existen límites para la conciencia y no hay lugar para el más mínimo atisbo de escrúpulos, los profesionales médicos permanecen en las zonas más hostiles prestando la imprescindible atención sanitaria a la población civil y militar. En un ejercicio de máximo ejemplo de los valores de entrega y compromiso que definen a nuestra milenaria profesión, el personal sanitario es objetivo de ataques y bombas que muestran la cara más sangrienta de la guerra y las oscuras fronteras de la sinrazón humana de manera incomprensible, ultrajante y asesina.

Pero en un Día de Europa en el que recordamos la unión y la tolerancia tampoco podemos dejar de recordar la ola de solidaridad y humanidad que ha recorrido Europa desde que Rusia invadiese su país vecino hace ya más de 70 días. Las muestras de apoyo, los pequeños y grandes gestos de bondad y altruismo que se han ido sucediendo desde distintas partes del continente para intentar minimizar el a veces irreparable daño de la guerra. También las voces que no hemos dejado de mostrar el rotundo rechazo a la guerra como respuesta a cualquier conflicto entre países.

Dijo el político francés Jean Monnet que “la nueva Europa se forjará en crisis” y tenemos ahora la mayor crisis europea desde la Segunda Guerra Mundial. Es el momento de fraguar esa nueva Europa y hacerlo desde la ciudadanía. Y para ello, me gustaría referirme a las palabras más bonitas escritas por la humanidad, recogidas en el artículo 1 y en el artículo 3 de la tan insuficientemente aplicada Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros y todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”.