Contra el "Camino Sinodal"
El Papa corta las alas al plan alemán de cambiar doctrina y moral
En una nota frena en seco un futurible fin del celibato o el sacerdocio femenino
Francisco ha dado un puñetazo sobre la mesa ante los posibles planes de la Iglesia alemana de «adoptar nuevas formas de gobierno y nuevas configuraciones sobre la doctrina y la moral». Así se recoge de una contundente nota emitida ayer desde la Santa Sede, sin la firma del pontífice, pero que, sin duda, cuenta con su aval.
En el documento vaticano se expone abiertamente que el llamado Camino Sinodal «no tiene potestad» para llevar a cabo estos cambios. El Camino Sinodal es un proceso de consulta que abrieron los pastores alemanes en 2019, que busca ser una puesta a punto de la Iglesia alemana después de la crisis de los abusos que trajo consigo una crisis de credibilidad y pérdida de fieles inédita en la historia del país. A través de una asamblea en la que participan de forma periódica obispos, sacerdotes, religiosos y católicos de todo el país, ya se han propuesto abiertamente, entre otras medidas, la ordenación de mujeres, el celibato opcional y la bendición de uniones homosexuales. Aunque todavía no se han aprobado las conclusiones, en los últimos meses ha trascendido que los prelados respaldarían aplicar las iniciativas que se aprobaran por mayoría, aunque impliquen un desafío a Roma y un futurible cisma.
En este contexto, se explica que desde el Vaticano se llamara ayer al orden «para proteger la libertad del pueblo de Dios y el ejercicio del ministerio episcopal». «No sería lícito iniciar nuevas estructuras oficiales o doctrinas en las diócesis, antes de un acuerdo acordado a nivel de la Iglesia universal, lo que representaría una herida a la comunión eclesial y una amenaza a la unidad de la Iglesia», sentencia el comunicado de Roma. Prueba del respaldo papal es que se cita una carta que Francisco dirigió a hace tres años a la comunidad germana en la que subrayaba la necesidad de una comunión «viva y eficaz» con Roma, en tanto que «si se encuentran separados de todo el cuerpo eclesial, se debilitan, se pudren y mueren».
Lo cierto es que Jorge Mario Bergoglio y su pontificado van asociados al término reforma, desde lo que él denomina «una conversión pastoral misionera» para conformar una Iglesia «en salida» que ya empieza a traducirse en una institución menos clericalizada, más horizontal, descentralizada, con una mayor corresponsabilidad de los fieles, especialmente de las mujeres. Pero estos cambios, el Papa siempre ha defendido que han de hacerse sin dejar a nadie fuera –sean ultraconservadores o extremadamente progresistas– y sin prisas, bajo la máxima del «caminar juntos» y teniendo en cuenta que «el todo es superior a la parte» y «la unidad es superior al conflicto». Para avanzar en esta línea, convocó el Sínodo de la Sinodalidad, que en principio está previsto que se celebre en Roma en octubre de 2023, después de un sondeo global a los católicos de todo el planeta sobre la Iglesia que sueñan. En junio se cerró la fase nacional de esta consulta que ahora entra en una fase continental. Francisco ha insistido en que esta consulta ni es preceptiva ni es un juego de mayorías entendido como un «parlamentarismo político». O lo que es lo mismo: consenso con el Sucesor de Pedro teniendo la última palabra.
Es por ello, que en la nota de ayer se insta a los alemanes a que «confluyan en el camino sinodal que está recorriendo la Iglesia universal, para un mutuo enriquecimiento».
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