Viaje a Canadá
Francisco, abogado del «tesoro de los abuelos»
Francisco convierte su primera misa multitudinaria en una defensa a los mayores: «¿Tenemos tiempo para ellos?»
Jorge Mario Bergoglio fue elegido sucesor de Pedro con 76 años, cuando había planificado su jubilación. Ya tenía hasta elegida la habitación de la residencia sacerdotal en la que se retiraría después del verano de 2013 para dedicarse a confesar en su parroquia de la infancia y visitar enfermos en un hospital cercano. Pero los cardenales optaron por él, un Papa anciano que desde el minuto cero de su pontificado puso en valor el papel de los mayores en la sociedad desde la urgencia de un diálogo intergeneracional y la advertencia de arrinconarlos dentro de la que ha bautizado como «cultura del descarte». Tal es su preocupación que el año pasado instauró la Jornada Mundial de los Abuelos, coincidiendo con la festividad de san Joaquín y santa Ana, los abuelos de Jesús.
Ayer esta fiesta coincidió con su viaje a Canadá, por lo que convirtió su primera eucaristía en el país norteamericano en una reivindicación de quienes «nos amaron sin reservas y sin esperar nada de nosotros; nos tomaron de la mano cuando teníamos miedo, nos tranquilizaron en la oscuridad de la noche, nos alentaron cuando a plena luz del día tuvimos que decidir sobre nuestra vida». Su maltrecha rodilla llevó a Francisco no participar en la procesión de entrada de la misa. Directamente se incorporó al altar y presidió la celebración sentado en la sede.
«Estamos aquí gracias a nuestros padres, pero también gracias a nuestros abuelos, que nos hicieron experimentar que somos bienvenidos en el mundo», compartió a cuantos le escuchaban en el estadio Commonwealth de Edmonton, en su primer acto multitudinario de esta peregrinación que tiene como epicentro el perdón a los indígenas por los abusos cometidos en los orfanatos católicos durante más de un siglo. De hecho, en esta su tercera alocución, volvió a hacer una alusión directa a este drama al desear que «no se repita la historia de violencia y marginación que sufren nuestros hermanos y hermanas indígenas» Además, presentó a los mayores como ejemplo de no caer en la misma trampa: «No oprimir nunca la conciencia de los demás, no encadenar jamás la libertad de los que tenemos cerca y, sobre todo, no dejar nunca de amar y respetar a las personas que nos precedieron y nos han sido confiadas, tesoros preciosos que custodian una historia más grande que ellos mismos».
De esta manera, el Papa convirtió su homilía en un homenaje a todos los mayores del planeta: «Muchos de nosotros hemos respirado en la casa de los abuelos la fragancia del Evangelio, la fuerza de una fe que tiene sabor de hogar». En una defensa de una evangilización incultura, detalló que «la fe se comunica en ‘lengua materna’, se comunica a través del afecto y el estímulo, el cuidado y la cercanía». «Ahora, nos toca a nosotros no decepcionarlos», subrayó, con su receta de cabecera: «Jóvenes y mayores, abuelos y nietos, juntos. Vayamos adelante juntos, soñemos juntos».
Esta llamada de atención sobre los abuelos no es sino una advertencia a la ciudadanía a no olvidar las raíces de la sociedad para construir el futuro «más justo, más fraternal y más solidario»: «Gracias a nuestros abuelos recibimos una caricia de parte de la historia que nos precedió; aprendimos que la bondad, la ternura y la sabiduría son raíces firmes de la humanidad». Así, defendió que «somos hijos de una historia que hay que custodiar». Es más, lanzó un examen de conciencia público a los fieles presentes en el estadio: «¿Somos hijos y nietos que sabemos custodiar la riqueza que hemos recibido? ¿Hablamos con nuestros mayores, nos tomamos el tiempo para escucharlos? ¿Hemos conservado la Biblia y el rosario de nuestros antepasados?”.
En su reflexión en voz alta, Francisco advirtió del peligro de confundir el respeto a la tradición con una «caricatura» aferrados al «tradicionalismo» «No se trata de custodiar cenizas, sino de reavivar el fuego que ellos encendieron», apuntó. En un mensaje que más bien parecía dirigido a quienes se resisten a las reformas que ha emprendido en sus nueve años al frente del timón de la Iglesia, Bergoglio expuso que «es fácil criticar, pero el Señor no quiere que seamos cerrados y “de los que retroceden”, sino artesanos de una historia nueva».
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