¿El fin del mundo?
Vulcanólogos alertan del riesgo de una erupción a gran escala: “Puede ser devastador para la humanidad”
“Se ha invertido muy poco en limitar lo que podría hacer una erupción de esta magnitud”
Hay una posibilidad entre seis de que se produzca una gran erupción volcánica este siglo que podría cambiar drásticamente el clima del mundo y poner en peligro millones de vidas. Así lo aseguran los vulcanólogos británicos Michael Cassidy y Lara Maní en un artículo publicado recientemente en la revista Nature en el que alertan de que “el mundo no está preparado para tal evento”.
Los científicos han estudiado la erupción de hace unos meses del volcán Hunga Tonga–Hunga Ha’apai en Tonga, en el sur del Océano Pacífico. La describen como “el equivalente volcánico de un asteroide que casi choca con la Tierra”. Las cenizas cayeron a lo largo de cientos de kilómetros, afectando la infraestructura, la agricultura y las poblaciones de peces. El daño causado ascendió al 18,5% del producto interno bruto de Tonga.
La erupción duró solo unas 11 horas. Se cortaron los cables submarinos, cortando las comunicaciones de Tonga con el mundo durante varios días. La explosión fue tan grande que los tsunamis azotaron las costas japonesas y de América del Norte y del Sur. Si hubiera durado más, las consecuencias habrían sido irreversibles.
Los autores se lamentan de que el mundo no está preparado para un evento de tal magnitud y alertan de que esta erupción debería ser una llamada de atención para la población. “En el pasado, erupciones de este tamaño han causado un cambio climático abrupto y el colapso de civilizaciones, y se han asociado con el aumento de pandemias”. advierten.
Un equipo del Instituto Niels Bohr en Copenhague realizó un análisis de núcleos de hielo en Groenlandia y la Antártida que sugiere que la probabilidad de una erupción volcánica de magnitud 7, que podría ser de 10 a 100 veces más grande que la registrada en Tonga en enero, es una posibilidad clara para este siglo.
Michael Cassidy, profesor asociado de vulcanología en la Universidad de Birmingham, dijo a la revista Nature : “No existe una acción coordinada, ni una inversión a gran escala, para mitigar los efectos globales de las erupciones de gran magnitud. Esto tiene que cambiar”.
Cassidy razonó que la NASA y otras agencias reciben cientos de miles de millones de dólares en fondos cada año para la planificación de la “defensa planetaria”, por el contrario, no existe un programa global, dedicado a la protección contra la devastación que podría ocurrir después de una erupción volcánica a gran escala.
Durante el próximo siglo, las erupciones volcánicas a gran escala tienen cientos de veces más probabilidades de ocurrir que los impactos de asteroides y cometas juntos. La última erupción de magnitud 7 tuvo lugar en 1815 en Tambora, Indonesia, y se estima que acabó con la vida de más de 100.000 personas en cuestión de días. Además, millones de personas sintieron sus efectos en todo el mundo. Las temperaturas cayeron alrededor de 1 °C en promedio por lo que 1815 se conoció como el ‘año sin verano’. Hubo malas cosechas que provocaron hambrunas y epidemias de enfermedades.
“El mundo es muy diferente ahora. De alguna manera, es más resiliente: los volcanes están mejor monitoreados, hay mejor educación y conciencia, y los sistemas alimentarios y de salud han mejorado”, subrayan. No obstante, los riesgos están aumentando debido a “los cambios en la circulación oceánica y atmosférica provocados por el cambio climático”. Por ello, una erupción de gran magnitud en los trópicos “podría causar un 60 % más de enfriamiento en el próximo siglo en comparación con la actualidad”.
Cassidy señala que en un mundo mucho más densamente poblado e interconectado que en 1.800, una erupción similar podría matar a un número incalculable de personas y paralizar las rutas comerciales mundiales, causando picos de precios salvajes y escasez en el otro lado del mundo.
Es por ello, que el experto pide a los gobiernos del mundo que aumenten la financiación para la planificación de desastres y el seguimiento de posibles amenazas de erupción, en particular a medida que aumenta la probabilidad de erupciones a gran escala en medio del aumento del nivel del mar y el derretimiento de los casquetes polares.
Según Cassidy, solo el 27 por ciento de las erupciones volcánicas desde 1950 han sido monitoreadas por sismómetros, que también indica que puede haber cientos o miles de volcanes inactivos cuya ubicación aún no conocemos. “Desde nuestro punto de vista, la falta de inversión, planificación y recursos para responder a grandes erupciones es imprudente”, concluye.
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