Encuentro

«El programa del cristiano no es un programa político»

Lydia Jiménez presentó ayer el Congreso Católicos y Vida Pública del CEU, que aborda el legado de la fe hoy

Los principales protagonistas de la presentación del Congreso Católicos y Vida Pública
Los principales protagonistas de la presentación del Congreso Católicos y Vida PúblicaCEU

«Si no tenemos unión acabamos siendo francotiradores». Es el consejo final a modo de encargo que lanzó Lydia Jiménez a cuantos le escuchaban ayer en la Universidad San Pablo CEU, durante la ponencia de presentación del XXIV Congreso Católicos y Vida Pública. Bajo el lema «Proponemos la fe. Transmitimos un legado», la Asociación Católica de Propagandistas celebrará este foro de reflexión en Madrid, del 18 al 20 de noviembre.

Como antesala a esas tres jornadas de encuentro, ayer, la directora general del Instituto Secular las Cruzadas de Santa María, Lydia Jiménez, ahondó en la necesidad de abordar la transmisión de la fe desde una fidelidad creativa. La presidenta del Consejo Directivo de la Universidad Católica de Ávila apuntó que el catolicismo no consiste en «repetir como una letra muerta» la tradición recibida, sino en «sacar toda la riqueza respondiendo antes los nuevos desafíos». Para la también presidenta de la Fundación Universitaria Española, el cristianismo es «una herencia que se convierte en misión», lo que conlleva asumir una «responsabilidad» en la esfera pública: «Una fe que se conserva encerrada en la intimidad es incapaz de dirigir realmente la vida».

Aterrizando en la encrucijada actual, no dudó en parafrasear al cardenal Antonio Cañizares para rubricar que «se quiere erradicar toda influencia de la Iglesia de la vida pública». «La devaluación de la razón es un gravísimo problema», añadió.

Pero, lejos de quedarse en un discurso apocalíptico, la también presidenta de la Fundación Universitaria Española hizo un llamamiento a que «Europa no se resigne a modos de pensar y de vivir que no tienen futuro».

Fue este el punto de partida que le llevó a proponer a los católicos que conformen «una minoría creativa que puede ser pequeña, no sectaria», que sea capaz de despertar esperanza en medio de la sociedad. «No son guetos en actitud defensiva intentando preservar un estilo de vida que ven amenazado», subrayó.

Evangelización

«El programa del cristiano es un corazón que ve y actúa en consecuencia», suscribió, aclarando que bajo ningún concepto la evangelización puede identificarse con un «programa político». «El magisterio de los Papas –Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco– avala la urgencia de una respuesta fiel, valiente y perseverante de todos los católicos sin demora alguna», remarcó, maridando humildad y entusiasmo: «No vamos a encontrar la solución universal a todos los problemas, pero tampoco tiene lugar la resignación».

Precisamente, para evitar generar un cordón sanitario alertó del peligro de caer «en la trampa del moralismo». Y fue ahí, cuando remitiéndose tanto a Benedicto XVI como a Francisco, subrayó que el ser creyente «no es el fruto de muchas discusiones, sino el encuentro de una persona viva que es el mismo Jesucristo».

«La fe no es estática y exige una continua conversión», añadió frente a tentaciones nostálgicas e inmovilistas, pero también marcando distancias con quienes llaman a rechazar todo lo pasado en aras de una errada progresía. «No se puede innovar históricamente a partir de la nada, se innova a partir de lo que somos», remarcó. Es más, dejó caer que «el progreso se ha convertido en una especie de dogma político», deteniéndose en las «repercusiones tan graves» que ha traído consigo mayo del 68, en tanto que ha promovido un «pensamiento débil y la sustitución de la ética por el sentimentalismo y el emotivismo».