Sociedad

El ocaso de los dioses

Se abren a diario un número importante de restaurantes con bastantes pretensiones, que al cabo de seis meses ya se les ha ido el fuelle y cierran

Cierra Noma, el restaurante danés que durante años y años estuvo considerado como el mejor del mundo, acumulador incansable de estrellas Michelín
Cierra Noma, el restaurante danés que durante años y años estuvo considerado como el mejor del mundo, acumulador incansable de estrellas MichelínDresling JensAgencia AP

Aunque el título así pueda indicarlo, esto no va de ópera wagneriana, que me resultan muy duras. Además, aun gustándome en bajas dosis, Wagner era el autor favorito de los carniceros nazis para ambientar el campo de concentración de Auschwitz y eso me da malas sensaciones. También hay una obra de Nietzche de título parecido, “El ocaso de los ídolos”, que nos podría servir para encabezar el tema que hoy nos ocupa.

Leo un reportaje que cierra Noma, el restaurante danés que durante años y años estuvo considerado como el mejor del mundo, acumulador incansable de estrellas Michelín. Es lo que tiene morir de éxito o querer innovar demasiado en un arte, la cocina, que es el que es, o sea, buena materia prima y buena mano para manejarla. No quisiera cometer la torpeza de decir que lo clásico nunca pasa, porque no lo pienso. Me encanta la sofisticación, sobre todo porque para el día a día ya tenemos nuestra casa donde hacemos lo que podemos y compramos en el mercado lo que el bolsillo nos permite, que en estos tiempos que corren no es demasiado.

Cuando mi amigo Ferran Adriá cerró el Bulli me dio mucha pena, aun cuando, para mí, ha sido un lugar donde peregrinar cada año una sola vez, si bien, en algunas ocasiones, he tenido la fortuna de ser invitada a desayunar en su taller de la calle Portaferrissa, en Barcelona, donde, ¡qué tontería!, he comido los mejores huevos fritos con trufa de mi vida y varias cuchipandas más que nos preparó a los afortunados en sentarnos a su mesa. El éxito no es eterno y la creatividad tampoco, porque puede llegar a resultarnos hasta cansina. Por eso observamos que en ciudades como la mía, Madrid, se abren a diario un número importante de restaurantes con bastantes pretensiones, que al cabo de seis meses ya se les ha ido el fuelle y cierran, y tascas que llevan varios decenios funcionando a tope. Quizá lo óptimo sería hallar un equilibrio entre lo clásico y la vanguardia