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60.755: El pellizco reinvertido que va a parar detrás de la barra
La administración de lotería número 1 de Madrid, la más antigua de la capital, sólo había repartido un premio importante en todos sus años de actividad. «Fueron 1.500 millones de pesetas de un sorteo especial del Día de la Madre», recuerda Visitación Sánchez. Ella fue la primera en llegar ayer al pequeño local de poco más de dos metros de fachada situado en pleno barrio de Chamberí.
Esperaba a su prima Raquel Lucas, en la que delegó la regencia de la administracióndespués de casi medio siglo, para celebrar que había repartido 33,725 millones de euros al vender íntegramente el 60.755 a «amigos de toda la vida» y un bar y una empresa que les habían solicitado cinco series cada uno. Begoña, dueña de la compañía, encargó el número con el dinero del reintegro que había ganado con sus compañeros en el sorteo de Navidad. «Quiero que todas las personas de mi entorno disfruten de mi suerte», señala Begoña, a quien ya le tocó un segundo premio de la Lotería Nacional hace más de quince años.
Muchos vecinos del barrio se acercaban a la administración para felicitar a las loteras, pero pocos se habían hecho con uno de los décimos agraciados. No fue el caso de David Lorenzo. Estaba trabajando en el Claxon Bar, el negocio que regenta en la cercana calle de Ponzano, cuando un cliente le avisó de la concentración de periodistas que había ante la administración del barrio. Una vez allí, comprobó los seis décimos diferentes que había comprado el día antes con el dinero que había ganado junto a su socio en el sorteo del Gordo. «Pues sí, lo he cogido», afirmó para sí al ver el 60.755 en su mano.
El dinero irá a parar al local. «Hemos abierto el bar hace cinco meses. Me falta para pagar las deudas», reconoció. Nervioso y alegre a partes iguales, volvió al trabajo y siguió manteniendo la normalidad ante los suyos. «La familia no lo sabe, estamos esperando a que me vean por la tele para que lo sepan», reconoce desde detrás de la barra. Y en cuanto llegó la hora de los informativos, el teléfono empezó a sonar, una llamada tras otra, a las que respondía siempre de la misma forma: «¡Que sí, que me ha tocado!». Nicolás, el socio que jugó la mitad del décimo, también conseguía contener la calma. «En 15 horas estamos en Bali, que tenemos reserva en un hotel», bromeaba sin dejar de atender a los clientes.
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