Orgullo LGTBI

Se aman las personas

Peter Orlovsky fue pareja de Allan Ginsberg toda la vida y pactaron una relación abierta donde Ginsberg se relacionaba con hombres y Orlovsky, que era heterosexual, con mujeres

La Fuente y el Palacio de Cibeles de Madrid iluminados con los colores de la bandera LGTBIQ+ el 28 de junio de 2023. Volverán a encenderse el sábado 1 de julio, día en el que tendrá lugar la Manifestación Estatal del Orgullo 2023
La Fuente y el Palacio de Cibeles de Madrid iluminados con los colores de la bandera LGTBIQ+ el 28 de junio de 2023. Volverán a encenderse el sábado 1 de julio, día en el que tendrá lugar la Manifestación Estatal del Orgullo 2023Diego Radamés Europa Press

El miércoles fue el día del Orgullo en Madrid. Y aún me sorprende que alguien pueda estar en contra. Si algo he aprendido escribiendo “Lo que la primavera hace con los cerezos” es que no se aman los sexos, se aman las personas. De todas las historias de amor y desamor de grandes creadores que repaso para descubrir su relación con la creación hay una que me emociona especialmente: la de Allen Ginsberg y Peter Orlovsky.

El primero era un increíble poeta (les recomiendo “Aullido”) y uno de los padres de la generación Beat . Y el segundo fue su pareja toda la vida y gracias a su impulso se convirtió también en poeta y actor. Lo curioso es que Ginsberg era homosexual y Orlovsky, heterosexual. Pactaron una relación abierta donde Ginsberg se relacionaba con otros hombres y Orlovsky con otras mujeres, pero sabiendo que lo más importante para ambos era la relación amorosa y pasional que compartían.

Se amaban tan bien, que conseguían eso tan difícil que explica el título de mi libro: se hacían florecer, sacaban lo mejor el uno del otro… Después de ver el sufrimiento de Tchaikovski o el de Wilde por su sexualidad (el primero intento suicidarse en dos ocasiones y cuando se conoció su relación son su sobrino bebió agua sin hervir en los tiempos del cólera y enfermó y murió de esa enfermedad a los cinco días y el segundo fue encarcelado y denostado públicamente) o comprobar que en la Francia del XIX no “existía” el lesbianismo salvo en los burdeles y a petición de los clientes resulta reconfortante que el paso del tiempo haya abierto los ojos a muchos (ojalá fuera a todos) y descubierto maravillosas historias de amor entre personas, independientemente de sus sexos.