Entrevista

«La amistad puede servir como un cuidado paliativo en la fase final de la vida»

Borja Quiroga y Manuel Rodríguez debutan con "Paliativo", una novela sobre el poder del acompañamiento

Borja Quiroga y Manuel Rodriguez, autores del libro Paliativo
Borja Quiroga y Manuel Rodríguez, autores del libro "Paliativo"David JarFotógrafos

La Medicina unió a Borja Quiroga y Manuel Rodríguez, aunque por motivos distintos. El primero, nefrólogo en el madrileño Hospital La Princesa, estudió con la mujer del segundo, historiador del Arte y hostelero. Lo que comenzó como una amistad circunstancial se fue fraguando con los años y ahora ha cristalizado en un libro escrito a cuatro manos bajo el pseudónimo Samuel Dacanda. En «Paliativo» (Editorial Rosamerón), ambos debutantes en el mundo de las letras reivindican la amistad como último refugio, un asidero al que agarrarse cuando vienen mal dadas de verdad. Manuel Rodríguez explica cómo surgió la chispa del argumento central de la novela: «Yo estaba en una situación personal un poco complicada, con tres niñas pequeñas en casa, con el negocio que me tenía la la cabeza como un bombo... Necesitaba una vía de escape, una evasión para poder soportar un poco mejor mi día a día. Y entonces se me se me ocurrió la idea de que un chaval de nuestra edad tuviera la excusa perfecta, una enfermedad terminal, para decidir dejarlo todo y marcharse. Entonces le pide a su mejor amigo que le acompañe en ese viaje definitivo».

A su lado, Borja Quiroga (el médico) apunta que, contra lo que pueda parecer, este no es un libro que va sobre la enfermedad: «Nuestra idea era hacer una novela sobre la amistad que reivindicara también algunos temas que a nosotros nos parecen interesantes. El título viene de lo que en Medicina se considera la última etapa de la vida, los seis últimos meses cuando a alguien le diagnostican una enfermedad. Ahí se ponen en marcha los cuidados paliativos. En el caso de la novela, uno de los dos amigos puede servir perfectamente como un cuidado paliativo al otro que está en el tramo final de su vida. A veces, un abrazo, una caricia o un acompañarte en las lágrimas, las risas, lo buenos y malos momentos, puede ser un cuidado paliativo más fuerte incluso que un sedante como la morfina».

El libro está estructurado siguiendo las cinco etapas del duelo definidas en 1969 por la psiquiatra de origen suizo Elisabeth Kübler-Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Apunta Borja que, en realidad, este proceso puede acompañar a otras muchas «muertes» que no son meramente la física. «No decimos en ningún momento el nombre de la enfermedad terminal porque no es relevante. Es inventada. Lo crucial es lo demás que se cuenta en el relato. Cuando un amigo tiene una ruptura sentimental, cuando tiene un disgusto en el trabajo y le despiden o se ve envuelto en cualquier otra situación emocional que requiere un duelo y te llama porque está mal, ¿qué hacemos? ¿Somos comodones o nos volcamos en el asunto y le acompañamos?».

A este nefrólogo de La Princesa le parece fundamental que se llegue a la fase de la aceptación en el duelo, un proceso que no es una línea recta, sino, más bien, un camino en el que hay trompicones: «A mí me encantaría que la lectura de la novela sirva para que alguien que tenga un duelo sea capaz de identificar por qué un día está cabreadísimo y que entienda que es algo normal. Lo que tienes que alcanzar es la aceptación en un tiempo prudencial que, científicamente, se marca en dos años. A partir de ahí se puede convertir en un duelo patológico».

La pregunta es obligada. ¿Lo dejarían todo por un amigo que les pide que lo acompañen? Responde Manuel: «Bueno, es complicado porque cada uno tiene sus circunstancias. Yo tengo tres niñas pequeñas y él tiene un trabajo que le requiere mucha dedicación. Creo que que realmente hasta que una persona no se siente en esa situación vital no sabe seguramente cómo reaccionaría». Por su parte, Borja responde con un «¿por qué no?». Acostumbrado por su desempeño profesional a mirar a la muerte de frente, explica que el libro está dedicado a Guzmán, el protagonista y una representación de todos sus pacientes: «En mi especialidad la muerte está por todos los sitios. Los pacientes con enfermedades renales, los que están en diálisis, por ejemplo, tiene una esperanza de vida cortísima. Mi relación con los cuidados paliativos en el hospital es muy estrecha, colaboramos mucho, y escribir el libro también me ha ayudado a profundizar en ello. Ahora, cuando me enfrento a algún paciente en esa situación, pues me acuerdo el libro».

Los dos autores cuentan que el «feedback» de los lectores ha sido espectacular, que se han quedado «con ganas de más». A pesar del trabajo duro que les ha supuesto, ellos también pretenden darle larga vida a Samuel Dacanda. Explican con pasión que ya tienen el segundo manuscrito listo «al 90 por ciento» y el argumento del tercero, visto para sentencia. Su técnica de escritura se asemeja a un partido de tenis en el que uno y otro se envían palabras. Resume Manuel: «Este año nos hemos propuesto escribir 500 palabras al día y lo estamos cumpliendo. Escribimos de una forma muy distinta porque Borja es capaz de escribir en cualquier sitio, ya sea a bordo de un avión con turbulencias o en un autobús nocturno atravesando Vietnam».