Criminalidad

Así fue el asesinato de la pequeña Lucía y su madre

LA RAZÓN accede a las diligencias policiales en las que se detalla su secuestro y su posterior muerte, junto con la de «El Turco», el pasado mes de septiembre en Sevilla.

Así fue el asesinato de la pequeña Lucía y su madre
Así fue el asesinato de la pequeña Lucía y su madrelarazon

LA RAZÓN accede a las diligencias policiales en las que se detalla su secuestro y su posterior muerte, junto con la de «El Turco», el pasado mes de septiembre en Sevilla.

En la mano derecha sujetaba una pistola; apretó el cañón contra la sien de Lucía, de sólo seis años, y con la izquierda le agarró del pelo para que no pudiese huir. Así es cómo describen los investigadores de la Policía de Sevilla que se produjo el secuestro de Sandra Capitán –embarazada–, su hija menor y el marido, Yilmaz Giraz, alias «El Turco». LA RAZÓN ha tenido acceso a las diligencias policiales que describen un crimen minuciosamente preparado en el que hasta se contrataron los servicios de una empresa de hormigón para que tapase el agujero donde pensaban esconder los cadáveres.

En septiembre tuvo lugar la inquietante desaparición de los tres en Sevilla. Cuando se accedió a la casa de los desaparecidos la abuela materna vio que en la cocina «había patatas fritas hechas en la canasta de la freidora, y dos hamburguesas crudas sobre la encimera como preparadas para echarlas a la sartén. Me dio la sensación de que mi hija hubiera dejado de preparar la comida de repente». La noticia saltó a la prensa y enseguida brotaron un puñado de hipótesis sobre lo que pudo haber ocurrido. Podían haber tenido que salir corriendo de su casa ante la amenaza de un mal inminente, dado que «El Turco» estaba vinculado a negocios relacionados con el narcotráfico. En el mejor de los casos la ausencia de noticias podía deberse a que se habían escondido. Otra de las tesis, la más terrible, apuntaba a que quizá les habían asesinado en un ajuste de cuentas.

El renovado grupo de homicidios de Sevilla trabajó sin descanso hasta detener a los culpables. Localizaron a David Hurtado, que empezó siendo testigo protegido y acabó entre rejas. Su testimonio, al que ha tenido acceso este periódico, fue imprescindible para resolver el caso: «Soy monitor de artes marciales, doy clases de boxeo y muay-thai. El jueves 14 de septiembre me llamó una amiga para a su vez ponerme en contacto con un hombre que podía tener un trabajo para mí. Ella sabía que estaba pasando por apuros económicos y que unos billetitos me vendrían bien. El contratista se llamaba Ricardo, alias el “Pollino”. Nos reunimos y me dijo: “Dentro de dos días, el sábado 16, entre las 14:00 y las 14:30 va a venir un hombre que me debe 20.000 euros del tema de la droga. Tu trabajo es hacerte pasar por el supuesto dueño de la mercancía y exigir el pago. Si te interesa el asunto hay 3.000 euros para ti”. Le pregunté: “¿Sólo tengo que hablar con él? ¿Seguro que no tengo que hacer nada más?”. Él me respondió: “Hacerte el dueño de la mercancía y exigir el pago. De ahí no te salgas. Una vez que el hombre diga que va a pagar, del resto nos encargamos nosotros, mi mujer, mi padre y yo”. Lo vi fácil, así que acepté el negocio».

Antes de despedirse, David le pidió un número de teléfono para hablar esos días, pero la respuesta fue tajante: «Nada de teléfonos. Ni coches. Te recogemos a las 12:30 este sábado y cuando acabe el asunto te devolvemos a casa». Según su testimonio: «Apareció el padre del “Pollino” en un Citroën Xsara con los cristales traseros tintados de negro. Me condujo hasta Dos Hermanas, a la calle del Cerro Blanco y aparcó cerca del número 168. Yo estaba sentado detrás y el padre del “Pollino” en el sitio del conductor. Estuvimos esperando mucho tiempo y me entraron ganas de orinar, pero el hombre no quería que bajase, así que le amenacé con mearme allí mismo. Entonces me invitó a que pasase un momento a la casa, pero “rapidito”. El “Pollino” y Elisa, su mujer estaban dentro y me señalaron dónde se encontraba el baño. Al acceder me percaté de que entre el lavabo y el váter había un agujero grande muy profundo, tanto que no se veía el fondo». Cuando acabó, David regresó al coche esperar. Allí estuvo casi una hora hablando de peleas de gallos con el conductor. «Al cabo del tiempo le dije que llamara a su hijo que tenía cosas que hacer y que estaba perdiendo el tiempo. «No te preocupes, el “Pollino” ha ido a recoger al tipo de la deuda. ¡Mira, fíjate, ya llegan!», me respondió señalando un coche que estaba aparcando en la puerta. Vi salir del coche al «“Pollino”. También al “Turco”, que le abrió la puerta a su mujer y de repente se abrió otra y yo pregunté: “¿Quién más viene?”. “¡Hostia, la niña! ¡Qué ruina!”, gritó el padre del “Pollino” y se echó las manos a la cabeza mientras que empezaba a llorar nervioso. Le dije que yo con niños no quería saber nada y le ordené que me devolviese a mi casa. Como no lo hacía, le amenacé con clavarle un destornillador que encontré en el asiento. Cuando arrancó pude ver como en la casa entraban engañados «El Turco» y Sandra y también vi como Elisa daba una fuerte patada en el pecho a la niña porque ella no terminaba de entrar».

La juez cree que su testimonio es una mezcla de verdades y mentiras para esquivar la cárcel. Después de cotejar su relato con las pruebas no le creyó y le mandó a prisión acusado de los tres crímenes, junto al «Pollino», su padre y su mujer. Según la magistrada, lo que realmente ocurrió fue que: «Los investigados, en lo que se conoce como un “ajuste de cuentas” acudieron al domicilio de Yilmaz, «El Turco», donde residía con su mujer y con la hija de ésta, Lucía. Allí, para conseguir que se subieran al coche, Elisa encañonó a la niña, lo que hizo que los adultos accedieran a acompañarles sin oponer resistencia. Los trasladaron al número 168 de la calle Cerro Blanco de Dos Hermanas donde ya tenían abierto un agujero en el suelo del baño. Una vez en el interior inmovilizaron a los tres con bridas y les ejecutaron de un tiro en la cabeza. Arrojaron los cadáveres al hueco y lo rellenaron con hormigón».