Caso Bretón
Bretón, un trastornado en su momento de «gloria»
Loco, en el sentido de padecer algún problema psicótico, no se puede decir que esté loco, pero algún trastorno de personalidad tiene. Porque hundido en estos momentos no está. Ya esperaba escuchar del jurado el veredicto de culpabilidad. En esto coinciden todos los psiquiatras consultados por LA RAZÓN, que consideran que tiene capacidad de distinguir entre el bien o el mal, que sabe perfectamente lo que ha hecho y que, probablemente, en su interior su mente esté justificando su terrible crimen desde una inmensa rabia y rencor.
Con un veredicto de culpabilidad que le llevará a cumplir 25 años de cárcel como máximo, si fuera condenado a 40, tal y como ha solicitado la Fiscalía; tras 21 meses de búsqueda de sus hijos en los que no se ha derrumbado; tras permanecer impertérrito ante las declaraciones de 9 testigos durante tres semanas de juicio; y tras recibir un veredicto de culpabilidad sin pestañear, ¿qué puede estar pasando en estos momentos por la cabeza de José Bretón? Si se deshizo de sus hijos por venganza y odio hacia la madre, como el jurado ha demostrado, «hoy seguirá sintiendo ese mismo odio, porque el odio es el único sentimiento negativo que no se para ante la muerte y sigue existiendo mientras existe el que odia. Si Bretón antes pensaba en cómo hacer daño a su mujer, hoy ya no pensará nada porque el daño ya está hecho, y entre el odio y la nada Bretón irá viviendo estos días hasta que deje de ser noticia y se apague nuestro interés por él», asegura el psiquiatra José Cabrera.
Pero sobre todo, el padre de Ruth y José se ha convertido en un justiciero «con su mujer y con el mundo por todo el sufrimiento que supuestamente le ha causado. No hay duda de que tiene una personalidad trastornada que le hace perder el sentido de la moral hasta el punto de considerar su acto como justificado. Así que ahora vive un momento de gloria. Su triunfo es haber llevado el control del sufrimiento de su mujer y mantener la angustia añadida de no decir dónde están los niños, lo que implica un componente sádico añadido. Se lleva su secreto a la cárcel, porque, aunque todos se imaginan cómo lo ha hecho, en ningún momento él lo ha reconocido», explica José Luis Carrasco, Jefe de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y catedrático de la Universidad Complutense.
«Reconocería lo que ha hecho si esto le proporciona más gloria, porque los mejores momentos de su vida han sido precisamente estos, los del juicio. Antes era un hombre apocado que siempre había buscado reconocimiento. Quería destacar en la vida, pero no lo consiguió y siempre ha estado sufriendo por ello; de ahí su odio y su resentimiento. Así que el peor castigo para él no sería la cárcel, sino dejarlo en la calle y obviarlo», añade Carrasco.
El psiquiatra José Miguel Gaona es de los que opina que Bretón «no se ha venido abajo en año y medio y no se vendrá ahora. Es posible que viva en otra realidad paralela, es posible que sepa que ha matado a sus hijos, pero no ha logrado conectar emocionalmente con el suceso y no sufre por ello. Por mucho que se haya dicho que no tiene ningún problema mental, pero al menos tiene un trastorno de personalidad».
Y esto también lo apunta el criminólogo Francisco Pérez Abellán. «Pueden haberse equivocado los que estudiaron la mente de Bretón. La mirada fija, ausente, en estado de estupor, la cara como una máscara...Habría hecho falta un loquero independiente, como Etxebarría, el de los huesos, para dictaminar que está como una regadera».
Estrés postraumático
Pérez Abellán cree que, desde el principio, estaba claro que Bretón era el culpable de la muerte y desaparición de sus hijos. De no haber sido por el error de la perito de la Policía, que se equivocó al confundir los huesos de los niños, nos hubiéramos ahorrado diez meses de sufrimiento. Su diagnóstico es claro: «Probablemente padece estrés postraumático desde que el Gobierno lo envió a misiones de paz en la guerra de Bosnia, aunque su defensa haya sido incapaz de percibirlo. Debe estar encerrado, pero en un psiquiátrico».
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