Ola de calor
El calor extremo nos vuelve más agresivos y violentos
Irritabilidad, mal humor, confusión y desánimo son algunas de la emociones negativas que se intensifican cuando sufrimos temperaturas superiores a los 35º.
La advertencia «no me calientes» o la expresión de que algo nos «enciende» para referirnos a que nos enfada o molesta sobremanera dan bastantes pistas sobre cuál es el efecto de las altas temperaturas en nuestro comportamiento. Inmersos en la tercera ola del calor del verano –esperando a que nos dé un respiro estos días–, y después de haber sobrevivido al julio más abrasador desde que hay registros – la tierra batió un récord global muy peligroso, al superar los 1,5 ºC de calentamiento establecidos como límite en el Acuerdo de París– nos costara poco entender la relación entre las temperaturas extremas y la conflictividad humana.
El calor extremo exacerba nuestros peores instintos. Físicamente, altera las zonas del cerebro involucradas con la regulación de las emociones, y se relaciona con ansiedad, el estrés y los trastornos de estrés postraumático (TPEP).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que la temperatura ambiente óptima para el organismo es entre 18 y 24º C, cuando el cuerpo se mantiene a unos 36°C– 37°C. Para nuestra estabilidad mental, lo ideal es un ambiente entre los 18 y los 21ºC . Desgraciadamente, eso sólo es posible si se dispone de unas condiciones de vida –aire acondicionado mediante– que no son accesibles a todo el mundo.
Revoluciones y delincuencia
La vinculación del aumento de la temperatura y la violencia está ampliamente demostrada. Fue a finales del siglo XIX cuando se realizaron los primeros análisis serios sobre el incremento de la delincuencia (robos, atracos, asaltos) en verano, y se comprobó que los homicidios eran el crimen más frecuente en este periodo. Anteriormente, lo fueron las revoluciones o levantamientos contra el poder establecido, que también solían iniciarse o llegar a su punto álgido en los meses de más calor.
Como ejemplos, sirvan el suceso detonante de la Primera Guerra Mundial, que tuvo lugar un mes de julio (de 1914); el germen de la Segunda –la invasión de Polonia por parte de la Alemania de Hitler–, que se gestó un mes de agosto (de 1939) o las bombas atómicas que masacraron las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, que se lanzaron en agosto, el 6 y el 9 respectivamente, de 1945.
Violencia contra las mujeres
En las dos primeras décadas del s. XXI, diversos estudios han evidenciado vínculos concretos de aumento de la temperatura ligada al incremento de los delitos violentos. Por ejemplo, un estudio realizado en Estados Unidos mostro que, por cada aumento de 5 °C en la temperatura media diaria entre 2007 y 2017, hubo un aumento del 5% en los delitos sexuales.
En Reino Unido, una investigación evidenció que cuando la temperatura media es de 20º, se producen hasta un 14% más de delitos violentos que cuando es de 10ºC.
En España, un trabajo publicado en 2018 analizó cómo se incrementa el riesgo de violencia de género con las olas de calor –por encima de 37º–, y mostró que el riesgo de asesinato aumentaba un 40% tres días después de una ola de calor. Así, por cada grado por encima del umbral de 34, el riesgo de muerte crecía un 28,8%.
La última investigación al respecto- un metaanálisis de más de 60 investigaciones sobre el efecto del calor en la conflictividad del ser humano publicada a finales de julio en la revista Science –desveló que, por cada desviación estándar de cambio hacia temperaturas más cálidas, la frecuencia de violencia interpersonal aumenta un 4%, y la grupal un 14%. «La influencia del calor en el comportamiento humano lleva décadas siendo objeto de estudio en Psicología. Uno de los principales efectos de la temperatura y el calor es que influye negativamente en la calidad y la cantidad de sueño. Dado que el sueño sirve para regular determinados procesos cerebrales, el resultado de dormir poco y mal es un aumento de los niveles de ansiedad, la confusión, la irascibilidad y la irritación, y por ende, de la violencia», explica José Ramón Ubierto, psicólogo clínico, psicoanalista y profesor de Ciencias del Comportamiento en la Universidad Oberta de Cataluña (UOC).
Desgraciadamente, la violencia de género es el mayor ejemplo de esto, «debido a la cercanía obligada y el ‘hacinamiento’, especialmente en personas vulnerables. Pensemos en la cantidad de gente que no puede vivir con aire acondicionado o acceder a planes de ocio que impliquen una mejora de su estado de ánimo. En estas circunstancias, vuelcan su violencia y frustración en sus parejas», describe. De hecho, julio es el mes más mortífero de todo el año en términos de violencia de género.Durante sus 31 días, en España han sido asesinadas, entre 2003 y 2022, un total de 119 mujeres. El de 2023, se ha saldado con 9 asesinatos. A julio le siguen agosto -107- y diciembre -106-, ambos meses vacacionales.
Sin haber llegado aún a la mitad de agosto, se contabilizan ya tres casos de mujeres presuntamente asesinadas por sus parejas o exparejas. Todos ellos se produjeron en menos de 24 horas, entre el lunes 7 y el martes 8, y tuvieron lugar en Almería (37,8ºC), Córdoba (43 ºC) y Tenerife (30ºC). «Para personas más agresivas estas circunstancias pueden ser preocupantes porque, cuando el margen de maniobra para distraerse se reduce, la ira la frustración se concentran en las personas que les rodean. El contacto se aproxima y, entonces, y hay muchos más fenómenos de violencia», explica Ubierto.
Calentamiento y convivencia
La situación se vuelve especialmente preocupante en un contexto como el actual, en el que el aumento de las temperaturas es un hecho constatado. «Dados los grandes cambios potenciales en los regímenes de precipitación y temperatura proyectados para las próximas décadas–entre 2 y 4 grados para 2050–, que tendrán lugar todo el mundo habitado, las tasas amplificadas de conflicto humano podrían representar un impacto social importante y crítico del cambio climático antropogénico. tanto en países de ingresos bajos como altos», señala el estudio de Science.
Ubierto lo explica con otras palabras. «Veremos como continúan los conflictos, tanto a niveles micro (familiares, vecinales) como comunitarios (vecinales, regionales). Las medidas de prevención frente al calor son las que son, y no están al alcance de todo el mundo. Mucha gente no puede escaparse unos días ni tiene la posibilidad de protegerse del calor porque sigue viviendo en las mismas condiciones en las que vive todo el año y, en verano, tiene que seguir trabajando». En su opinión, uno de los desafíos más importantes de la sociedad será cómo convivir con estas altas temperaturas y regular las relaciones personales, interpersonales, sociales y, en definitiva, la convivencia.
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