Ciencia y Tecnología
La mujer que más sabe sobre la relación entre hombres y robots
La ciborgantropóloga Amber Case predice las ventajas que tendrán los robots, pero aventura «que aún es peligroso que las máquinas tomen decisiones».
La ciborgantropóloga Amber Case predice las ventajas que tendrán los robots, pero aventura «que aún es peligroso que las máquinas tomen decisiones».
Contra los pesimistas que preconizan toda clase de males (aventados en un alto número de ocasiones desde el séptimo arte) ante la irrupción inmediata de los robots en nuestra vida doméstica y laboral, Am-ber Case, la ciborgantropóloga que acapara la portada del relanzamiento de la revista «Telos» de la Fundación Telefónica, defiende un nuevo término: «Calm technologies», una manera de sobrellevar en nuestra sociedad la relación entre los hombres, las pantallas y las máquinas. Para ella resulta crucial que nosotros determinemos las condiciones de ese vínculo y que no quedemos expuestos a las decisiones de las nuevas tecnologías, pero, a la vez, explica que estos avances pueden liberar a las personas de las tareas más ingratas de la industria y permitir a los individuos ganar más tiempo para sí mismos y dedicarse a campos más creativos, como son la escritura, el pensamiento, la ciencia o la creatividad. Pero advierte: «Lo cierto es que hoy aún no tenemos una relación saludable con la tecnología. Nos levantamos y acostamos pendientes del teléfono, consumimos en la televisión un capítulo de series sin dejarnos tiempo para ir al baño o hablar. Esto, que antes era visto como un gesto antisocial –en otras épocas estaba mal visto acumular diarios en casa–, ahora es corriente. Hoy lo normal es estar siempre conectados y disponibles. Y lo que debería ser posible y deseable es desconectar. Hay que mejorar las expectativas de uso de la tecnología». Para ella, que ayer visitó Madrid para respaldar el relanzamiento de «Telos», «el mito de Frankenstein se refiere a una criatura mitad humana y mitad muerta, pero eso es un poco lo que somos hoy día, que vagamos con el móvil en la mano. El consumismo ha cambiado. Antes las pantallas estaban más lejos y las personas que trabajaban en internet eran más prolíficas e intercambiaban ideas que fomentaban la creatividad, pero ahora esas mismas personas se han sumido en la ansiedad y su creatividad se ha resentido. Existe una paradoja. El sistema capitalista necesita consumidores, pero a la vez son necesarias más ventanas de tiempo para crear cultura, algo que esta desapareciendo por la homogeneización del mundo. Cada día hay más contenidos, pero menos originales». Una de las incógnitas es el vínculo emocional entre hombres y máquinas, como ya aventuró la película «Her», un filme que para ella, en realidad, más que de esa relación sentimental, habla de «la soledad humana en nuestra sociedad industrial, que ha fragmentado las familias y las ha atomizado, y la incapacidad social para relacionarnos con otros seres humanos. Por eso algunos compran un robot, para que les hagan compañía».
memoria e inteligencia
Y otra de los interrogantes pendientes, y que no eludió Amber Case, es el futuro de la humanidad en una sociedad donde las máquinas cada vez tiene más memoria y son más inteligentes. «Hay que diferenciar –explica Case– entre inteligencia y lo que es una base de datos. Las máquinas tienen cada vez más memoria, es cierto, pero cuando nos referimos a dispositivos “smart” es que entienden un contexto. Hoy todavía es necesaria la intervención humana para interpretar los datos de las máquinas para que no nos conduzcan a error. Es necesario un “feedback” entre hombres y máquinas. En la predicción del cáncer por la tecnología, hoy, una vez que se ha identificado la enfermedad, el médico tiene que plantearse la pregunta de qué cáncer es. Nunca habrá una transferencia al cien por cien entre los humanos y las máquinas. Dejar que las máquinas tomen decisiones es peligroso, porque hoy pueden conducirnos a error».
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