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¿Los científicos son ateos? Pues no, son creyentes

Ésta es la primera encuesta, realizada a nivel mundial, para conocer la opinión de los científicos sobre la incompatibilidad o no entre ciencia y fe. Aunque los datos varían entre países, la mayor parte reconoció no encontrar ningún problema entre sus creencias y la investigación

¿Los científicos son ateos? Pues no, son creyentes
¿Los científicos son ateos? Pues no, son creyenteslarazon

Ésta es la primera encuesta, realizada a nivel mundial, para conocer la opinión de los científicos sobre la incompatibilidad o no entre ciencia y fe. Aunque los datos varían entre países, la mayor parte reconoció no encontrar ningún problema entre sus creencias y la investigación

Fe y razón. El gran debate intelectual vuelve a ponerse encima de la mesa y, en esta ocasión gracias a una encuesta que ha puesto en entredicho algunos lugares comunes y que, sin duda, va a dar que hablar.

Se trata de la primera encuesta mundial entre científicos para descubrir qué opinan sobre la experiencia religiosa, para determinar si, como parece comúnmente asumido, todos los científicos son ateos o creen que existe una infranqueable incompatibilidad entre la razón y la fe.

La investigadora principal de este trabajo, Elaine Howard Ecklund, de la Universidad de Rice, ha explicado los motivos de la encuesta: «Nadie puede negar que hoy en día existe cierta situación de guerra entre la ciencia y la religión; una guerra dialéctica avivada por científicos, instituciones religiosas y el público general que está en medio».

Así que los autores de la encuesta se propusieron comprobar la validez de ciertas asunciones largamente instaladas en la conciencia colectiva sobre la relación entre el saber objetivo y la fe.

Y la primera conclusión arroja una sonora sorpresa: aunque está comúnmente asumido que la mayoría de los científicos son ateos, la perspectiva global del asunto demuestra que eso no es ni mucho menos verdad.

Más de la mitad de los científicos encuestados en India, Italia, Taiwán y Turquía se autodefinen como personas religiosas. De hecho, en algunas sociedades como la de Hong Kong, el número de ateos entre la comunidad científica supera al de la población general. Un 26 por ciento de científicos ateos frente a 55 por ciento de ciudadanos que no creen en ningún dios.

El caso de Hong Kong es, sin duda, el extremo en este sentido. En la mayoría de los países estudiados se detecta que las personas dedicadas a la ciencia son ligeramente menos religiosas que el resto. Pero en algunos países como Italia o Taiwán los científicos creyentes superan a los homólogos en la sociedad civil. Cuando los encuestados fueron preguntados por la relación entre ciencia y fe, los resultados nos fueron menos sorprendentes. La mayor parte de los científicos reconoció no encontrar ninguna incompatibilidad entre ambos sistemas de pensamiento. En Reino Unido, por ejemplo, sólo el 32 por ciento de los científicos cree que la relación entre ciencia y fe es una relación de conflicto. En Estados Unidos, los que creen que ciencia y fe no pueden relacionarse sólo son un 29 por ciento de los miembros de la comunicad científica.

Muchos investigadores encuestados reconocieron que la religión en muchas ocasiones actúa como un controlador necesario de la actividad científica. Sobre todo, sirve como contrapeso en momentos en los que la ciencia transita pantanosas regiones éticas. En muchas ocasiones, la educación religiosa de un investigador le permite poner freno a su deseo por publicar y contraponer sus investigaciones a la utilidad moral de las mismas. De hecho, la mayor parte de los encuestados reconoció que no tendría ningún problema en trabajar en el laboratorio con un colega con convicciones religiosas.

El trabajo se ha realizado a partir de 9.422 encuestas en ocho lugares: Francia, Hong Kong, India. Italia, Taiwán, Turquía, Reino Unido y Estados Unidos. Muchos de los entrevistados reconocieron acudir de vez en cuando a alguna ceremonia religiosa, aunque sólo fuera a la celebración de algún familiar.

En cualquier caso, la encuesta demuestra por primera vez que la práctica de la ciencia no es incompatible con la experiencia religiosa, de manera que las posturas extremistas que pretenden arrojar fuera de la profesión científica cualquier atisbo de religiosidad no responden ni mucho menos a la realidad sociológica.

El informe puede arrojar luz en el fututo sobre el modo de repartir tareas, asignar grupos de trabajo y medir la respuesta intelectual de la comunidad investigadora.