Salud
Cómo la conducta parental influye en el insomnio infantil
Uno de cada tres niños en España tiene problemas crónicos para conciliar o mantener el sueño, causando trastornos a todos los miembros de la familia
Garantizar que los niños cumplan con las horas de sueño apropiadas para su edad puede convertirse en un desafío para los padres, especialmente, durante los meses de primavera y verano, cuando las horas de luz durante el día se alargan. A menudo, no solo es el niño quien se resiste a meterse en la cama.
Los padres pueden encontrarse en un dilema entre el deseo de que sus hijos duerman lo suficiente y de que disfruten haciendo actividades al aire libre aprovechando la luz y las temperaturas no tan calurosas de las últimas horas de la tarde.
En este último caso, y pese a que el despertador para ir al colegio siga sonando a la misma hora que durante el invierno, tomarán la decisión de retrasar el momento de comenzar la rutina de sueño. Esto puede tener consecuencias. Entre ellas, el insomnio infantil.
Durante los primeros años de vida, los ritmos circadianos son inmaduros. Los recién nacidos suelen tener un sueño irregular y fragmentado, con períodos de vigilia frecuentes. A medida que los bebés crecen, estos ritmos se estabilizan y comienzan a desarrollar una pauta más consistente de sueño nocturno y períodos de vigilia diurna.
En la edad adulta, en general, alcanzamos un pico de alerta y rendimiento durante el día y un período de sueño reparador durante la noche. “El ritmo de los recién nacidos tendría que estar regido por la alimentación y, entre los seis y los 12 meses, ya debería instaurarse de forma natural un ritmo de sueño acorde con las horas de luz y oscuridad. Sin embargo, a menudo se adaptan los horarios de sueño de los niños a los de los padres, es decir, se fuerza la maduración del sueño antes de tiempo. También ocurre que solemos incorporar dispositivos y exposición al móvil antes de la hora de dormir, lo que impacta en sus patrones circadianos. Todo esto, en ocasiones, termina derivando en insomnio infantil”, indica Ignacio Cruz Navarro, coordinador del Grupo de Sueño de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria y pediatra del centro de salud Montequinto en Dos Hermanas (Sevilla).
El insomnio infantil es una patología es muy frecuente en edad pediátrica: la padece el 30% de niños de entre 6 meses y 5 años. Estos menores suelen tener dificultad para iniciar el sueño solos y sufren frecuentes despertares durante la noche. Suelen interrumpir su sueño de 5 a 15 veces y les es imposible volver a conciliarlo de forma espontánea y sin ayuda. Estos niños pueden presentar problemas en su crecimiento, desarrollo cognitivo y bienestar emocional.
Y es que, una adecuada higiene del sueño no solo contribuye en su evolución física y mental, incluyendo el correcto desarrollo del cerebro, del sistema nervioso y de los órganos, y el fortaleciendo del sistema inmunológico; el descanso de calidad también le ayudará a manejar mejor el estrés, controlar sus emociones y mantener un estado de ánimo equilibrado.
La falta de sueño puede contribuir a la irritabilidad, la impulsividad y los cambios de humor. De hecho, según un estudio dirigido por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland (UMSOM), la falta de sueño está asociada a mayores problemas de salud mental, como depresión, ansiedad y comportamientos impulsivos, en quienes no dormían.
El sueño inadecuado también se relacionó con dificultades cognitivas con la memoria, la resolución de problemas y la toma de decisiones. “Además, hoy en día tenemos suficiente evidencia científica que relaciona el déficit de sueño o un sueño de mala calidad con el sobrepeso-obesidad que se ha convertido hoy en día en grave problema de salud pública infantil en España”, indica Pin Arboledas.
En España, uno de cada tres niños tiene problemas crónicos para conciliar o mantener el sueño. “En nuestro medio, el 27% de los niños de 5 a 12 años presentan resistencia para ir a dormir, el 11% latencia de sueño prolongada (les cuesta dormirse más de media hora), el 6% sufre despertares frecuentes y el 17% tiene dificultades para levantarse por la mañana. En adolescentes, el 38,5% presenta mala calidad subjetiva del sueño y el 23,1% latencia mayor de 30 minutos”, comenta Gonzalo Pin Arboledas, coordinador del Grupo de Sueño y Cronobiología de la AEP.
La Academia Americana de Medicina del Sueño define el insomnio crónico infantil como la “dificultad mantenida, a pesar de la oportunidad de dormir y en función de la edad, para iniciar o mantener el sueño o su calidad que provoca alteraciones funcionales en el niño y/o familia”. Y es que, la falta de sueño adecuado y reparador tiene consecuencias tanto para el niño como para su entorno. “En niños pequeños, el insomnio se convierte en un malestar familiar, donde nadie puede dormir. Conforme avanza la edad, cuesta más trabajo desmontar los malos hábitos, por lo que, si no se toman medidas pronto, el problema se perpetuará y éstos terminarán siendo adultos con insomnio”, advierte Cruz Navarro.
Así, el manejo temprano de este problema se torna fundamental. Los pediatras lamentan que todavía es frecuente creer que, si un niño se despierta varias veces por la noche, es un fenómeno corriente, que no cabe consultar con el pediatra y que sólo la paciente acción de sus progenitores, que se levantará a intentar hacer dormir al niño, hará más soportable la situación. De hecho, los padres empiezan a utilizar las técnicas más lógicas: darle agua, mecerlo un poco, cantarle, darle la mano, etc. Nada de esto suele ser suficiente y, cuando el niño va creciendo, tendrá nuevas demandas, como dormirse en el sofá o en la cama de los padres.
Para evitarlo, los especialistas recomiendan consultar con su pediatra cuando los despertares o la dificultad para iniciar el sueño ocurren más de tres veces por semana durante más de tres meses, los padres deberían consultar con su pediatra. La Sociedad Española del Sueño recomienda, al menos, 10 horas de sueño al día para niños de entre 6 y 12 años.
Los pediatras cuentan con distintas estrategias cognitivo-conductuales para que desarrollen los padres para prevenir el insomnio de sus hijos, algo que se logra en el 90% de los casos. “Debemos establecer rutinas estables previas al sueño, con horarios regulares para acostarse y levantarse; no castigar al niño con irse a dormir, a la cama o a su cuarto”, apunta el doctor Pin.
Además, también se debe “favorecer la actividad física, evitándola a última hora del día; evitar las pantallas durante la hora previa al sueño; contar con una temperatura ambiental entre 19-22◦C; propiciar un ambiente silencioso; y no comer media hora antes del inicio del sueño, no tomar bebidas estimulantes y excitantes después del mediodía. Los hidratos de carbono y alimentos ricos en triptófano favorecen el sueño”. Según el experto, el tratamiento psicológico deberá hacerse sobre toda la familia. “Comenzar con un apartado psicoeducativo explicando las bases teóricas de la modificación de la conducta y resolución de dudas”, explica.
Cuando el diagnóstico por insomnio ya se ha establecido, estas estrategias también pueden ser de gran ayuda: “Varios metaanálisis han demostrado ya que la terapia cognitivo-conductual puede mejorar en casi una hora de media el sueño total del niño”, explica. Y añade: “El uso de medicamentos y sustancias para facilitar el sueño es elevado, aunque no existen guías clínicas que lo apoyen”. “El sueño es necesario para vivir y tener un buen estado de salud”, concluye.
Cinco estrategias para padres desesperados por el insomnio infantil
La Asociación Española de Pediatría, basándose en la evidencia científica, contempla que las medidas más efectivas contra el insomnio infantil son las siguientes, que se pueden combinar para aumentar las posibilidades de éxito:
1. Ignorar las protestas del niño al irse a la cama o al despertarse durante la noche
Por difícil o polémica que pueda resultar esta estrategia, “no se ha demostrado ningún efecto perjudicial para la salud mental de los niños a medio ni a largo plazo, ni tampoco un empeoramiento de la relación con sus progenitores”, opinan los expertos. En cambio, sí se ha observado que se acorta el tiempo de transición de la vigilia total al sueño y se reduce el número de interrupciones de este sueño.
“Hay que luchar contra el sentimiento de culpa que desarrollan los padres por no atender al niño cuando protesta por enseñarle a dormir. Le están haciendo un bien”. Si el niño acude a la cama de los padres, lo ideal es devolverle a la suya sin interaccionar con él. “Al principio puede que aumente las veces que se despierta para lograr la atención retirada, pero si se persiste en esta medida, el problema irá disminuyendo”, aconsejan. La ignorancia a estas demandas se puede hacer, según el caso, de golpe o de manera progresiva, incrementando el tiempo en el que no se produce la interacción con el niño.
2. Premiarle cuando duerma bien
Los refuerzos positivos ayudan a iniciar o a prolongar el periodo del sueño. Si los niños reciben más atención cuando duermen bien que cuando no quieren dormir, se verán motivados a irse a la cama para obtener esa recompensa.
3. Retrasar temporalmente la hora de acostarse
Aunque parezca contraproducente, demorar por un tiempo determinado la hora de acostarse para que coincida con el inicio del sueño real del niño hará que mejore su descanso nocturno. “Es un tipo de terapia conductual y la mayoría del insomnio suele responder a conductas mal aprendidas, por lo que poco a poco iremos modificando la hora hasta la adecuada”, apuntan los pediatras.
4. Despertar al niño en horas concretas
Cada vez que terminamos con un ciclo de sueño mientras dormimos, solemos tener microdespertares. Hay quien ni los nota, pero hay a quien estos despertares le rompe el sueño y luego no pueden dormirse de nuevo.
“Si movemos suavemente al niño, sin espabilarlo del todo, justo antes de que termine su ciclo de sueño y se despierte, conseguiremos que encadene ese ciclo con el siguiente sin desvelarse”, propone el pediatra Cruz Navarro. “Por ejemplo, si suele despertarse a la una, lo microdespertamos a la una menos cuarto y seguirá durmiendo plácidamente”, sugiere. Esta medida puede aplicarse en niños que se suelen desvelar a la misma hora habitualmente. Conviene llevar una agenda de sueño para registrar los horarios de vigilia de los pequeños y ver si se repiten patrones noche tras noche.
5. Darle ‘vales’ para canjear por acciones antes de ir a dormir
Esta técnica conductual consiste en entregar al niño una serie de tarjetas intercambiables por acciones como: un cuento, una canción… Se debe acordar previamente con el niño que una vez que se acaben, deberá irse a dormir. Según el especialista, “la primera medida a tomar frente al insomnio siempre será instruir a los padres en estas técnicas y en medidas de higiene del
sueño como tener horarios regulares o evitar el deporte y las pantallas a últimas horas del día”. Si todo esto no funcionara, “entonces recomendaríamos combinarlo con la valeriana o la lavanda. Otro recurso que podríamos utilizar es la melatonina, y como última opción los antihistamínicos, que como efecto secundario producen somnolencia. Eso sí, la farmacoterapia será lo más breve posible y a la dosis menor eficaz”, concluye el pediatra.
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