Adolescentes

Las consultas sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) aumentan un 25% en verano

El 90% de las personas con TCA en España son mujeres entre 12 y 21 años

8 puntos para entender más la anorexia
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Los TCA son enfermedades mentales que tienen consecuencias graves para la salud física y psicológica de quienes los padecen y para sus familiares. La anorexia, la bulimia y el denominado trastorno por atracón tienen en común la obsesión por el peso, la imagen y la dieta. La edad de inicio más frecuente es durante la adolescencia. De hecho, 1 de cada 20 adolescentes españoles sufre algún TCA, según datos de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia. El diagnóstico más frecuente durante la adolescencia es el de TCA no especificado, seguido por el de anorexia nerviosa y bulimia nerviosa.

Mayor riesgo en chicas

La incidencia es mayor en las chicas que en los chicos, llegando al 5% en el caso de las jóvenes de entre 12 y 21 años, lo que supone el 90% de los afectados totales por un TCA en España. El Instituto Nacional de Estadística (INE) señala que un 3,5% de las mujeres de edad adulta tienen un peso insuficiente, porcentaje que se ve incrementado hasta el 14% en menores.

Los meses de verano son críticos, ya que se produce una mayor exposición del cuerpo a la vista de los demás, «lo que, en una persona insatisfecha con su cuerpo, causa temor, provoca comparaciones y acrecienta sus miedos», señala Raquel Linares, psicóloga clínica experta en TCA y directora de la Fundación Fita.

De hecho, las consultas e ingresos ligados a estos trastornos se incrementan hasta en un 25% entre mayo y octubre. «Las redes sociales son un altavoz gigante de los mitos sobre la perfección del cuerpo. Mitos falsos, la mayor parte de las veces. Los adolescentes y pre-adolescentes se están constantemente midiendo y comparando con lo que ven en Instagram y Tik Tok», destaca Linares.

Evitar criticar los cuerpos

Aunque el «enemigo» es implacable y omnipresente, no es invencible. Y la clave para enfrentarse a él está en el seno de la propia familia y el entorno más cercano. Actitudes poco sanas con respecto a la alimentación, al deporte o a las dietas, centradas en las excesiva preocupación de los padres por su propio peso corporal y su imagen externa ejercen una influencia muy negativa sobre los niños, que aprenden desde pequeños que la aceptación del propio cuerpo no depende de uno mismo, sino de lo que opinen los demás. «El papel de los progenitores es clave a la hora de enseñar y transmitir valores que vayan mucho más allá de la apariencia física. Los padres y madres tenemos la responsabilidad de ser el soporte emocional de nuestros hijos, de enseñarles que pueden confiar en nosotros siempre y que no tienen que cumplir ninguna expectativa para que les demos nuestro amor». «A veces criticamos los cuerpos de otras personas delante de ellos (frases como «no me pondría ese bikini nunca si estuviera así», «que mal le queda esa ropa» o «no tiene edad para llevar eso») y eso no podemos hacerlo, ni siquiera cuando son muy pequeños y creemos que no se están enterando. Los propios médicos, en un afán por ayudar a prevenir problemas de obesidad, pueden dar mensajes erróneos que son muy dañinos para los menores», destaca la experta.

Según los resultados de una encuesta a más de un millar de adolescentes, llevada a cabo por la Fundación Fita, el 85% de ellos no está conforme con su cuerpo. Además, el 78% no desayunaban en su casa, ni tampoco en el colegio, y reconocían que no comían hasta llegar a su casa a mediodía. «En ocasiones, estas actitudes derivan de una deficiente educación alimentaria en casa. En vez de hacer caso al sentido común y aplicar reglas básicas como que coman cada 3 horas, que sigan una alimentación variada basada en la dieta mediterránea y que practiquen deporte al menos 3 horas a la semana, nos dejamos llevar por lo que leemos en internet u oímos en podcasts e innovamos, pero esto no les beneficia».