Madrid
Crece el maltrato a los profesores: «Me tiró la silla y la mochila y me llamó hijo de puta»
El profesor, tras soportar múltiples vejaciones, sufrió una crisis de ansiedad
Situaciones de desobediencia, de enfrentamiento y de falta de respeto son más habituales de lo que pensamos en las aulas españolas. Juan (nombre figurado) es uno de los 3.345 docentes que durante el curso pasado decidió pedir ayuda al Servicio del Defensor del Profesor del sindicato de profesores ANPE. No es para menos conociendo su caso. Al otro lado del teléfono le atiende un psicólogo del sindicato que recoge su lamento: «Hola, doy clases en un instituto y lo estoy pasando realmente mal porque no sé cómo enfrentar la situación. Uno de los grupos de segundo de la ESO se me ha ido de las manos. Lo que comenzó con malas contestaciones y faltas de respeto de los alumnos se ha convertido en algo habitual dentro del grupo: pies encima de la mesa, salidas de tono, insultos entre los alumnos en voz alta, comentarios hirientes hacia mi persona con el consiguiente alboroto y risotada». Juan no pudo más cuando las cosas fueron un paso más allá: «Uno de los alumnos me ha llamado hijo de puta y me ha lanzado una silla y su mochila. Esta reacción tuvo lugar cuando yo, harto de aguantar los fuertes golpes que estaba dando en la mesa con una regla a modo de tambor y después de decirle varias veces que callara, le ordené que saliese de clase. En actitud desafiante me dijo que no se iba y a continuación tuvo lugar todo lo que he contado».
Juan llamó al sindicato porque le asaltaba una duda. Le había puesto un parte al alumno, pero no tenía claro que la dirección del centro fuera a tomar cartas en el asunto porque no era la primera vez que ponía en su conocimiento situaciones vejatorias y no se aplicaba sanción alguna, a pesar de que suponían faltas graves en las normas de convivencia. Fruto de esta situación, Juan sufrió una crisis de ansiedad y tuvo que acudir al médico.
Hay alumnos que piensan que un docente no es quién para ponerles límites y se creen capaces de doblegar al profesor, que se ve impotente para tomar medidas teniendo en cuenta que muchas veces no se sienten respaldados ni por los padres ni por el equipo directivo. Lo que le ocurrió a Fátima, una profesora de PCPI de Madrid. «Como la mayoría de estos cursos, son complicados, pero este estoy sufriendo muchísimo en mi centro de trabajo y no recibo apoyo de la dirección», se queja Fátima, que está recibiendo tratamiento psicológico. El problema comenzó con las faltas de respeto de una alumna: «Se ponía los cascos para escuchar música, tarareaba canciones en voz alta mientras dábamos clase, abría la ventana y empezaba a gritar a los transeúntes, se pintaba las uñas... Cuando le llamaba la atención su respuesta era:“¿tú de qué vas, tía, estás mal de la cabeza?”. Fátima cuenta que los partes que le puso nunca tuvieron consecuencias, así que el resto de alumnos tomaron nota y empezaron a adoptar formas similares y la falta de respeto se convirtió en la práctica generalizada. Los alumnos se percataron de su situación de debilidad y se sucedían comentarios ofensivos del tipo: «Si a ti no te hace caso ni el director», «ni se te ocurra ponerme un parte porque si lo haces toda la clase hará un escrito para que te echen» así que Fátima asegura que «al final, al sentirme tan desautorizada y por miedo a posibles represalias, terminó por no hacer partes». Ir a clase «se ha convertido en un suplicio para mí, me temo que estoy cayendo en una depresión».
El sindicato de profesores ha advertido de que estas conductas muchas veces se ven reforzadas por el entorno social y se considera como algo gracioso hasta el punto de que se acaba aplaudiendo las faltas de respeto o se ríen de los motes a algunos profesores pero, «sin darnos cuenta, con estas actitudes estamos construyendo los pilares de la personalidad de nuestros hijos y sentando las bases de sus actuaciones futuras en la sociedad y en la familia».
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