Acoso sexual
Cuando el acusador se convierte en acusado
Las redes sociales han permitido que hombres y mujeres de todo el mundo que hayan sufrido acoso o abusos sexuales no se sientan solos y también para advertir a aquellos que han cometido estos actos terribles que nunca más serán aceptados ni ignorados. La rapidez y fortaleza de Twitter y Facebook ha permitido que el movimiento #MeToo ganase visibilidad y pusiera nombres y caras a los acosados y agredidos. Las redes sociales han ayudado a aportar más visibilidad de que lo hubiera tenido un boletín de radio, una noticia en un periódico o un reportaje en televisión hace 15 años. Las víctimas de acoso encuentran que su denuncia tiene ahora más sentido. Así ha ocurrido, por ejemplo, en las audiencias del candidato a la Corte Suprema de EE UU, Brett Kavanaugh, donde las acusaciones de acoso sexual de Christine Blasey Ford mantienen al #MeToo presente en la opinión pública. La visibilidad y la verbalización son las dos claves del éxito de los movimientos sociales. Aun así, existen una serie de daños colaterales que pueden ser demasiado peligrosos. Las redes sociales han sido analizadas bajo lupa ante la posibilidad de acusaciones falsas. También hay que destacar el caso de Asia Argento, una de las primeras en denunciar al productor Harvey Weinstein, en el que un acusador se convierte en el acusado. En muchos otros, los individuos en las redes sociales están dispuestos a creer a alguien simplemente porque sienten que son «dignos de confianza». Por ejemplo, el presidente Trump a menudo tuitea informaciones que no son ciertas. Sin embargo, la gente le cree. Otro caso es el del presentador Ryan Seacrest quien fue exculpado de una acusación falsa de acoso sexual y ciertas celebridades llevaron una campaña de boicot en las redes contra él , contra E! News así como su asistencia a la alfombra roja de los Oscar. En agosto, la Policía de Los Ángeles no presentó cargos por mala conducta sexual contra él después de una investigación. A pesar de ello, la imagen de Seacrest fue dañada de manera irrevocable. Las redes sociales pueden funcionar para bien y para mal. No creo que sea necesario detener la libertad de expresión, pero sí decidir en quién confiamos en las redes sociales. Esto es algo primordial. Pongamos un ejemplo. Si quisiera acusar a una persona de robar una idea para un proyecto de un cliente, o incluso de plagiar un informe, podría hacerlo fácilmente. ¿La gente me creería porque decido poner una foto de mi trabajo junto a la de una presunta copia de la persona que acuso? Potencialmente, sí.
Lo que debe hacerse, y lo que las personas deben hacer con más frecuencia, es que los usuarios de las redes sociales analicen en profundidad las publicaciones en los «mass media», antes de creer voluntaria y ciegamente que lo que se publica es cierto, eche un segundo vistazo para ver si tiene sentido. Eso sí, requiere esfuerzo.
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