Teología de la Historia
El diluvio de sangre (III)
La victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial llegó por la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María
Estamos siguiendo a Gilles Lameire en su extraordinario ensayo de Teología de la Historia publicado en París en 1974, acerca de la sangre derramada por Francia y, a través de ella, por gran parte de Europa y del mundo, al haber rechazado desde 1689 la petición del Cielo transmitida por santa Margarita María de Alacocque, de que «su hija primogénita» (Francia) se consagrara a su Sagrado Corazón por medio del máximo representante de su poder político, en aquel tiempo el «Rey Sol» Luis XIV, el más poderoso soberano del momento. Ya vimos cómo la Virgen ha venido del Cielo como especialísima mensajera celestial a prevenir a la humanidad antes de que se produzcan acontecimientos especialmente dolorosos para Ella, que han supuesto puntos de inflexión de la Historia. En 1830 vendrá a París unos días antes de la Revolución de julio que derrocó definitivamente a la Casa de Borbón del trono de Francia, y a La Salette en 1846 antes de la Revolución de 1848, cuando anunciará la guerra franco prusiana de 1870. Análogamente en Pontmain en 1871 para evitar que Francia fuera arrasada por los prusianos, y en Pellevoisin en 1876 volverá a recordar que su rechazo a la petición del Sagrado Corazón de Jesús le conllevará más sufrimientos, como fueron las dos Guerras Mundiales.
En 1917, en pleno desarrollo de la Primera, el Inmaculado Corazón de María irá a Fátima a anunciar que «esa guerra acabaría pronto», pero que «si no había conversión, vendría una guerra mayor», que fue la Segunda Guerra Mundial. Sin duda, sabedora desde el «eterno presente de Dios» que esa conversión no se produciría, les prometió el 13 de julio de 1917 una gracia extraordinaria: esa guerra sería evitada si «el Papa en comunión con todos los obispos del mundo, consagraba Rusia a su Inmaculado Corazón». Si así se hacía, «su Inmaculado Corazón triunfaría, Rusia se convertiría y le sería dado al mundo un tiempo de paz».
Lo cierto es que durante aquel periodo de entreguerras conocido como «los felices 20», el mundo no hizo caso alguno a aquel llamado, y el 13 de junio de 1929, doce años después, profesando Lucía de religiosa dorotea en Tuy (Galicia), Ella se le aparecerá anunciándole que tras esos años sin conversión (1917-1929), «había llegado para el Cielo la hora de que el Papa hiciera la consagración pedida, porque «Dios iba a castigar al hombre por sus crímenes y pecados mediante la guerra, el hambre, la persecución de la Iglesia…». Faltaban todavía diez años para que comenzara la Guerra el 1º de septiembre de 1939, y tampoco se hizo caso alguno. Les anunció además una señal definitiva de que eso iba a suceder: «Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es así...». Esa señal se produjo nueve años después, al declinar el día 25 de enero de 1938, precisamente la fiesta de la conversión de san Pablo, sin conversión alguna, ni consagración. Poco después, Hitler invadía Austria y se la anexionaba el 11 de marzo (el Anschluss, en alemán). Políticamente la guerra estaba garantizada.
Es muy importante subrayar que la Virgen María había venido también a prevenir la invasión nazi de Francia y el Benelux, que sería en 1940. Sucedió el 29 de noviembre de 1932, víspera de la revolución nacional socialista, en la aldea belga de Beauraing, situada a una docena de kilómetros de las Ardenas. Allí se les apareció treinta y tres veces a cinco niños desde esa fecha hasta el 3 de enero de 1933. En clara relación con estas, se aparecerá ocho veces a una niña, Mariette Beco, hija de un obrero de Banneux, aldea próxima a Lieja, desde el domingo 15 de enero de 1933. La aparición más significativa parece ser la del 19 de enero: «Yo soy la Virgen de los pobres, este manantial está reservado para todas las naciones». Es preciso pensar en la situación política de la época: diez días después los nazis llegan al poder, y ese lugar del Benelux es fronterizo con Alemania. Aquel día y en aquel lugar, la ideología nazi está en las antípodas del mensaje de la Virgen. En Beauraing, en una segunda tanda de apariciones acompañadas de numerosas curaciones y milagros, el 15 de junio de ese mismo año 1933, la Virgen pidió que en aquel lugar se construyera una capilla, y que cada 18 de mayo se fuera en peregrinación allí.
Veremos lo que sucederá en estos lugares cuando Hitler desencadene la invasión por la zona de las Ardenas en mayo de 1940. La «guerra mayor» comenzará como dijimos el 1º de septiembre de 1939, y Francia y el Reino Unido declararon la guerra a Alemania dos días después, aunque las hostilidades bélicas no comenzarán. En abril de 1940, cuando existía un peligro evidente de invasión por parte del Reich, se promovió una novena de oraciones para ir a Beauraing del 10 al 18 de mayo, tal y como la Virgen había pedido. El invasor penetró en Bélgica el 10 de mayo y tomó la capital, Bruselas, el 18 de mayo. La Guerra se perdió en Europa entre los días 10 a 18 de mayo. En cuanto a la invasión de Francia y la ruptura de su dispositivo de defensa, ocurrió el 13 de mayo, fiesta de la Virgen de Fátima.
No es difícil colegir que el incumplimiento de los mensajes de Fátima y Beauraing tiene relación con esa importante derrota. La invasión avanzaba y el 31 de mayo, tras la capitulación de Bélgica y la retirada de Dunkerque, tuvo lugar en la Basílica de Montmartre una consagración al Sagrado Corazón de Jesús. Pero era tarde, y no era lo pedido en 1689, ya que el Gobierno (el poder político), no participó en la ceremonia.
La petición del SCJ al Rey de Francia había sido el 17 de junio de 1689; el 17 de junio de 1789 se desencadenó la Revolución que derrocó a la Casa de Borbón, multisecular dinastía reinante en el país galo, y será otro 17 de junio en 1940, cuando los franceses escuchaban este mensaje: «Hago el don de mi persona para mitigar su desgracia […]. Es con el corazón en un puño que os digo hoy, que hay que cesar el combate».
En 1941 la guerra se extiende por todas partes, en África, la URSS, Yugoslavia, Grecia, Albania... la Wehrmacht avanza imparable. Ya hemos comentado cómo la guerra dará un súbito cambio en noviembre de 1942. Los relatos que se hicieron después de la contienda, al llegar a ese momento, decían: «Y después, bruscamente, la victoria». No daban ninguna razón para explicar ese cambio porque la causa no había sido natural, ni humana, ni política, ni militar. Había sido sobrenatural: la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. La había efectuado el Papa Pío XII el 31 de octubre, último día del mes del Rosario, y en lengua portuguesa.
Ante la evidencia del radical giro de la guerra a partir de esa fecha, el Papa repetirá solemnemente la consagración en la Basílica de San Pedro el 8 de diciembre de 1942, en la fiesta de la Inmaculada Concepción: el Inmaculado Corazón de María es el Corazón de la Inmaculada Concepción. A partir de entonces, las etapas de la victoria ya están en la Historia: el 13 de mayo de 1943, aniversario de Fátima, se produce la capitulación del ejército alemán de Túnez. No queda un solo soldado del Eje en África. El 8 de septiembre de 1943, fiesta de la Natividad de la Virgen, capitulación de Italia. El 4 de junio de 1944, fiesta de la Santísima Trinidad, la liberación de Roma. El 6 de junio de 1944, en la fiesta pospuesta de Santa Juana de Arco, el desembarco de Normandía. En la Normandía devastada, la Basílica de Santa Teresita en Lisieux permanece intacta entre ruinas a su alrededor. Santa Juana de Arco y santa Teresita son patronas secundarias de Francia.
En un próximo capítulo veremos el final de la guerra.
(Continuará…).
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