Tabaquismo
Dime qué fumas y te diré cómo eres: así influye nuestra personalidad en el hábito del tabaco
Es la conclusión de un estudio que analiza cinco tipos distintos de personalidad y el tabaquismo
En psicología se distinguen cinco dimensiones básicas de la personalidad, a menudo denominadas los «cinco grandes» rasgos de personalidad. Estos son la extroversión o extraversión, la amabilidad, la apertura, la escrupulosidad y el neuroticismo. Cada una de ellas tiene sus propias características y, pese a la amplia disponibilidad de test y evaluaciones, los expertos destacan que nadie es 100% una de ellas. Somos la combinación de las cinco en distintas medidas.
Lo que sí permite este tipo de categorización es relacionarlas con diferentes clases de hábitos cotidianos, ya sea el deporte, la alimentación, el estudio o, en este caso, el tabaquismo. Y eso es precisamente lo que ha hecho un reciente estudio, publicado en Plos One y liderado por expertos de universidades de Portugal y Estados Unidos.
Los fumadores de cigarrillos, los fumadores de puros y los no fumadores, señalan los autores liderados por Dritjon Gruda y Jim McCleskey, tienen perfiles de personalidad distintos. ¿Para qué sirve este conocimiento?
El consumo de tabaco sigue siendo un importante desafío de salud pública mundial, responsable de más de 8 millones de muertes al año, incluidas las atribuidas a la exposición al humo de tabaco ajeno. Hay numerosos estudios que destacan el papel fundamental de los factores psicológicos, incluidos los rasgos de personalidad, en la configuración de los patrones de consumo de tabaco.
Para explorar más a fondo esta cuestión, Gruda y McCleskey examinaron la asociación entre los cinco grandes rasgos de personalidad y el tabaquismo de puros o cigarrillos en una muestra de 9.918 adultos mayores en 10 países: Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia, España, Suiza, Bélgica, Reino Unido, Países Bajos y Grecia.
La información se obtuvo de la base de datos de la Encuesta sobre salud, envejecimiento y jubilación en Europa (Share) y, gracias a ello, se encontraron asociaciones significativas entre varios rasgos y grupos de fumadores. «Fumar se asoció con puntuaciones más bajas en escrupulosidad y amabilidad y puntuaciones más altas en extraversión, señala el estudio. Además, los fumadores de puros exhiben un menor neuroticismo y una mayor apertura en comparación tanto con los fumadores de cigarrillos como con los no fumadores».
Los autores especulan que una escrupulosidad relativamente baja entre los fumadores puede reflejar una falta de autodisciplina y un desprecio por los riesgos para la salud a largo plazo, característicos de conductas más impulsivas; mientras que una menor amabilidad podría ayudar a explicar por qué los fumadores a menudo persisten a pesar de la desaprobación social. También sugieren que la mayor extraversión observada puede sugerir que estos individuos disfrutan de la naturaleza social de fumar, lo que subraya que las motivaciones y contextos del consumo de tabaco son diferentes y numerosos.
La realidad, señalan los autores, es que la idea de que diversas características personales pueden pronosticar la salud, los comportamientos relacionados con la salud y el bienestar general es un concepto fundamental en varios campos, como la Medicina, la Psiquiatría, la Psicología de la salud y la Psicología clínica. Por ejemplo, la personalidad está asociada con resultados riesgosos para la salud, tanto en el tabaquismo como en el sedentarismo o la alimentación, o el abuso de sustancias. En un estudio previo, Gruda señalaba que el narcisismo, está asociado con resultados de salud a nivel estatal.
De todos los estudios realizados sobre personalidad y tabaquismo hasta la fecha, la mayoría coincide en que el neuroticismo en particular se ha convertido en uno de los predictores más sólidos del comportamiento de fumar en general: los individuos neuróticos tienen más probabilidades de empezar a fumar y tienen mayores dificultades para dejar el hábito. Esto se debe a que este rasgo de la personalidad es una «lucha» con la regulación emocional y pueden recurrir al tabaco para aliviar la ansiedad y el estrés.
También se ha profundizado en la relación entre la extraversión y el tabaquismo: contar con un apoyo externo puede tranquilizar y si una vez fue positivo el resultado, se lo puede tomar como una «muleta» a la hora de relacionarse.
Por el contrario, unos niveles elevados de escrupulosidad (que indican autodisciplina y concentración en objetivos a largo plazo) se asocian con tasas más bajas de iniciación al tabaquismo y una mayor probabilidad de dejar de fumar con éxito.
La amabilidad, un rasgo que representa la compasión y la cooperación, también tiende a correlacionarse negativamente con el tabaquismo. Las personas con niveles bajos de amabilidad suelen tener más probabilidades de empezar a fumar y menos probabilidades de dejar de fumar, posiblemente debido a una sensibilidad interpersonal reducida y una menor tendencia a cumplir con las normas sociales que desalientan el hábito de fumar. En este sentido el estudio destaca que «los fumadores de puros pueden exhibir perfiles de personalidad distintos en comparación con los fumadores de cigarrillos» y la generalización es muy compleja, pero útil.
De este modo, estaría justificado examinar el vínculo entre la personalidad como predictor no sólo del comportamiento de fumar (es decir, si un individuo elige fumar o no) sino más específicamente de las preferencias de fumar o cómo un individuo elige consumir tabaco.
Así, los hallazgos sugieren que los rasgos de personalidad son antecedentes del comportamiento de fumar, con implicaciones para las intervenciones de salud pública específicas y las políticas sociales destinadas a combatir la epidemia mundial de tabaquismo. Según los autores, las investigaciones futuras deberían explorar estas relaciones en cohortes más jóvenes, lo que podría informar estrategias de intervención temprana que prevengan el inicio del tabaquismo en función de la predisposición a ciertos tipos de personalidad. Otros estudios también podrían ampliar el alcance para incluir otras formas de productos de tabaco, como el tabaco de mascar o tendencias de tabaquismo más recientes, como los cigarrillos electrónicos y el vapeo.
En conclusión, «este estudio enriquece nuestra comprensión de las dimensiones psicológicas del consumo de tabaco y proporciona una base para desarrollar intervenciones de salud pública más precisas y efectivas –finaliza el estudio–. Esperamos que comprender la interacción entre estos factores pueda ofrecer información valiosa para las intervenciones de salud pública destinadas a reducir las tasas de tabaquismo y mejorar los resultados de salud pública ya que, básicamente lo que encontramos es: dime qué fumas y te diré quién eres».
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