Educación

El 59,8% apuesta por un bachillerato exigente

El 43,6% de los encuestados piensa que la formación que reciben los alumnos españoles no tiene la calidad necesaria

Los españoles quieren un modelo educativo que no regale los títulos
Los españoles quieren un modelo educativo que no regale los títuloslarazon

El 43,6% de los encuestados piensa que la formación que reciben los alumnos españoles no tiene la calidad necesaria.

La ministra de Educación quiere convertir los colegios en una suerte de centros de beneficencia, una ONG que expida títulos con la generosidad altruista de un limosnero. Isabel Celaá se preocupa como pocos por el ánimo de los chavales y directamente ha eliminado de la ecuación la incógnita que conducía al fracaso escolar: los suspensos. Sin ellos, no habrá barrera que se resista a las nuevas generaciones de españoles instruidas al calor maternal de la ministra y todos tendrán un título para enmarcar. Isabel Celaá quiere un Bachillerato en tres años para que los alumnos se lo tomen con calma y no se angustien. ¿Por qué no cuatro o cinco? O Ninguno, previo pago de las tasas correspondientes con la convicción de que el conocimiento, como el valor, se les supone.

Con todo, la ministra tendrá que trabajar un tanto más las bondades de su proyecto porque, afortunadamente, una mayoría de españoles no comparte ese concepto de enseñanza que abomina del mérito, la exigencia y el esfuerzo y que pretende hacer tabla rasa en la mediocridad. Según la encuesta de NC Report, el 59,8% rechaza la idea de que se logre el título de bachiller con un suspenso. La ministra podría aprender la lección de los españoles más jóvenes, el segmento de edad en el que el rechazo a sus ocurrencias es más alto, el 64,1%.

El 43,6% piensa que el contenido educativo que se imparten en las aulas no tiene la calidad suficiente frente al 36,3% que disiente. En cuanto a los responsables de un balance insatisfactorio en nuestras aulas, el 31,1% apunta al modelo, el 30,2%, al profesor y el 24%, al alumno. Una alfombra roja en la enseñanza no prepara para afrontar con garantías una vida exigente y competitiva, sino que acomoda y confunde.