Salud
El hallazgo de las superbacterias
Su revolución permite resolver problemas de salud, agricultura y clima. ¿cómo se gestó esta revolución?
En 2015, un estudio científico de la Universidad de Indiana señalaba que hasta entonces se conocían apenas un 0,1 por ciento de las bacterias del planeta.
En 2015, un estudio científico de la Universidad de Indiana señalaba que hasta entonces se conocían apenas un 0,1 por ciento de las bacterias del planeta. Aún quedaban por descubrir más de un billón de especies de estos organismos que los humanos usamos en nuestra vida cotidiana. En este campo había un terreno fértil para investigar, una enorme biblioteca de conocimientos obtenidos durante millones de años y que nadie había leído...todavía.
Hasta 2021, llevábamos siglos usando bacterias en alimentación (queso, yogur, vinos), en cosmética, moda (bacterias que separan fibras), farmacéutica, salud, control de plagas y procesamiento de residuos, entre otras. Pero apenas habíamos rascado la superficie de nuestra sociedad con estos organismos, ya que solo conocíamos un porcentaje ínfimo de ellas. Ese año, se llevó a cabo una cumbre a nivel mundial, similar a las celebradas hasta entonces por el cambio climático, en la que los científicos se comprometían a profundizar en el mundo bacteriano y alcanzar, al menos, una descripción de un 30% de las bacterias del planeta.
Hoy, en 2029, el objetivo casi se ha cumplido: se ha llegado a lo que se supone es el 25% del total. Y el esfuerzo ha sido compensado con creces.
Cambio climático
En Suiza se han descubierto nuevas bacterias del género Crenothrix. Estas son capaces de consumir gran parte del metano (cuyo efecto invernadero es 20 veces superior al del CO2) antes de que llegue al aire. Estas bacterias viven principalmente en el agua dulce, pero gracias a ciertas modificaciones genéticas se ha conseguido que logren sobrevivir en los mares y océanos también. Su acción permite reducir notablemente la contaminación en el ambiente y también nos ha asegurado recursos (los océanos y ríos) más limpios.
Agua dulce
Una poco explorada hasta 2010 de agua dulce en el planeta eran las subterráneas. Poco se sabía sobre su cantidad, su estado y evolución. En 2020, en cuevas subterráneas de México, Vietnam y España, se hallaron 4 tipos distintos de bacterias que vivían en estos entornos y cuyas capacidades hemos comenzado a usar desde entonces. Básicamente lo que son capaces de hacer estos organismos es darnos más agua. O enriquecerla. La descubierta en Vietnam, por ejemplo, actúa como un filtro vivo que purifica el agua y anula cualquier potencial peligro para la vida humana. Por su parte, la hallada en España se ha comenzado a utilizar para desalinizar el agua de mar en un proceso sencillo y económico. No la convierte en potable, pero sí permite su uso en agricultura, lo que constituye un enorme paso adelante.
Salud
Ya en 2019 se sabía que existía un vínculo entre diversas clases de bacterias y el Alzhéimer, la depresión, la obesidad y otras condiciones. Hoy muchos médicos ya recetan medicamentos compuestos por bacterias que actúan directamente en nuestro cuerpo y lo mejor es que lo hacen a largo plazo, reduciendo el coste económico, igualando las oportunidades sanitarias y alargando no solo la esperanza de vida sino también nuestra calidad. De hecho, hay bacterias usadas por deportistas que estimulan la resistencia, la oxigenación de los músculos, la producción de fibras musculares y hasta la coordinación.
Tecnología
En 2016 un equipo de científicos de la Universidad Aarhus de Dinamarca descubrieron que ciertas bacterias actúan como un superorganismo que se conecta entre sí a través de una red de nanocables (unos filamentos de proteínas que permiten que los electrones viajen de un lado a otro). La distancia a la que se podían comunicar estas bacterias de forma eléctrica era de unas 20.000 veces el tamaño de su cuerpo (más de 30 kilómetros para los humanos) y a una velocidad similar a la de nuestros nervios: sobrepasaban los 200 km/h.
Gracias a estas propiedades y a su biocompatibilidad, las bacterias comenzaron a usarse primero como baterías para móviles, sensores, cámaras fotográficas y más tarde en dispositivos médicos implantados en nuestro cuerpo.
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