Sevilla
El pacto secreto con El Cuco
Los padres de El Cuco le ayudaron a quebrantar una orden de alejamiento y los de Marta los descubrieron. A cambio, exigieron reunirse con él
Los padres de El Cuco le ayudaron a quebrantar una orden de alejamiento y los de Marta los descubrieron. A cambio, exigieron reunirse con él
Hace más de seis años que Eva Casanueva y Antonio del Castillo buscan el cuerpo sin vida de su hija Marta. Fue asesinada el 24 de enero de 2009, el mismo sábado en que desapareció. «No pararé hasta encontrarla y me he jurado que lo lograré», más de una vez me ha comentado Antonio mientras le da unas caladas a un cigarrillo. La verdad judicial establece que Miguel Carcaño «en su casa y en el trascurso de una discusión verbal, cogió un cenicero y con un movimiento rápido y brusco la golpeó en la cabeza. Falleció de inmediato». El Cuco se presentó en el lugar con Marta muerta. Los amigos, tras discutir un rato, «decidieron hacer desaparecer el cadáver y sus efectos personales y, con la ayuda de un tercer desconocido, la ocultaron en un lugar que se desconoce». Los «hechos probados» de la sentencia dejan abiertas dos grandes incógnitas ¿Quién es el tercer desconocido? ¿Dónde está Marta?
La incapacidad de la Justicia y de la Policía para responder a estas preguntas ha provocado que durante todos estos años Antonio y Eva hayan escuchado a videntes, charlatanes, pitonisas y supuestos testigos. Han oído con paciencia, cada comentario, cada supuesta pista, en el deseo, más que en la confianza, de hallar la pista buena que les permita poner fin a su búsqueda. Son seis años en los que se han reunido con gente en secreto e incluso han tratado de llegar a acuerdos con los implicados con el único objetivo de dar cristiana sepultura a su hija. Una de estas reuniones, fruto de la desesperación, la ha desvelado El Cuco esta misma semana: «Con ellos estuve hablando en la Fiscalía de Menores, tanto que dicen que ninguno de nosotros le ha pedido perdón», reprochó a los padres de Marta alterado, para a continuación seguir en la misma línea. «Yo creo que deberían hacer memoria porque en la Fiscalía de Menores nos entrevistamos. Yo no tengo que pedir perdón de una cosa que no he hecho. Eso por supuesto. La entrevista la tuvimos los tres en un despacho con un secretario judicial. ¿De eso no se acuerdan? ¿De eso no comentan nada? Aquí decimos lo que nos conviene y lo que vende. Yo hablé con ellos y si hubiese tenido algo que ocultar no habría tenido la poquita vergüenza de reunirme con ellos».
Quiso así dar lustre a su personalidad ante la opinión pública. Desveló el secreto, quizá, pretendiendo menguar el rechazo social que nota cada día, envolviéndolo en un ejercicio de valentía y generosidad altruista que, según los padres de Marta no es tal. «Hicimos un trato con este chico. El Cuco tenía una orden de alejamiento de Sevilla, pero un buen día, con sus padres en el coche, se la saltaron. Le prometimos que mi mujer y yo no nos presentaríamos como acusación particular contra los padres, que le habían ayudado a quebrantar una medida cautelar, a cambio de una reunión y él aceptó sentarse delante de nosotros. «Siempre buscamos lo mismo, encontrar el cuerpo de Marta. Estábamos dispuestos a darle todo lo que tenemos porque nos devele su paradero».
La cita se produjo en un despacho de la Fiscalía de Menores. Cuatro sillas, una mesa y paredes de cristal para que los cuidadores de El Cuco pudieran vigilar que no ocurría nada dentro de la habitación. «Allí estaba con nosotros el secretario judicial, ya sabes, como mi mujer y yo somos muy violentos, a lo mejor le hacíamos algo», apunta con retranca Antonio.
«Lo primero que hice fue ponerle sobre la mesa la cartera de mi hija», recuerda Eva. «Ella llevaba dentro las fotos de todos sus amigos. Le dije: “Mira donde te tenía mi niña. Si te consideras amigo de ella, es el momento de que digas la verdad. Has estado condenado, has cumplido, por mucho que digas ahora, a ti ya no te va a pasar nada”. Él empezó a justificarse y a decir que quería mucho a Marta. A mí eso, sinceramente, me revolvía las tripas. Le insistí para que confesase la verdad y respondió: “Yo la quería mucho, incluso mi madre ha hablado muy mal de ella, y yo le he dicho que no le faltase al respeto que era muy buena niña. De repente nos anunció: “Mientras yo viva a ustedes no les va a pasar nada”. No entendíamos nada, pero yo le respondí: “Empieza por pararle los pies a tu madre, que ha amenazado con mandarnos a unos sicarios”. Se sorprendió mucho. Se le quedó la cara blanca. Antes de que se acabase la reunión, él me juró que no sabía dónde estaba Marta y que jamás había estado en la casa de León XXIII. Le miré a los ojos. “Se ha acabado la conversación. Yo me levanto de esta silla sabiendo que tu a mi hija la viste muerta”. El Cuco agachó la cabeza y dijo que no. Allí lo dejamos», recuerda Eva. Los padres de Marta salieron de aquella habitación frustrados, con la sensación de que el chaval les había tomado el pelo, pero aún así, «nosotros mantuvimos nuestra promesa. Le dimos nuestra palabra de que no acusaríamos a los padres y no lo hicimos».
En su día se ofreció una recompensa de un millón de euros por cualquier pista que ayudara a encontrar a Marta. Recientemente, Antonio y Eva trasladaron la posibilidad a Miguel Carcaño de darle un sueldo a cambio de poner fin a su calvario: «Por favor, colabora, dinos dónde está la niña». Él lo rechazó porque no estaba interesado. La última propuesta de los padres de Marta es la siguiente: «Nos comprometemos a ayudar a la familia de El Cuco, a no hablar de ellos jamás, siempre que él vaya a la Policía y declare la verdad. Lo acompaño yo si es necesario a dependencias policiales», se ofreció Antonio. «Ya no nos interesa que se haga justicia ni meter a nadie en la cárcel. Nos conformamos con localizar a nuestra niña». Es una petición desesperada que, de momento, sólo ha recibido silencio.
«¿No dijisteis que tiraríais todas las navajas?»
Rosalía, la madre de Javier, «El Cuco», le avisó dos meses después del asesinato de Marta de que no dijese nada inconveniente por teléfono. Él se encontraba encerrado en un centro de menores mientras su madre vivía tranquila en casa. Ésta es la trascripción de la intervención telefónica:
- CUCO: ¿Qué pasa?
- ROSALÍA: Ya no esperaba que me llamaras.
- C: Es que hoy se ha retrasado la llamada un poquito. Por cierto mamá...
- R: ¿Qué?
- C: Que he pensado una cosa, ¿vosotros no habéis dicho que vais a tirar todas las navajas?
- R: Javier yo creo que eso no es un tema para hablarlo por teléfono.
- C: No, no, escúchame.
- R: No, escúchame, escúchame, es que por si tú no lo sabes el teléfono lo está escuchando ahora mismo todo el mundo.
- C: ¿El qué?
- R: El teléfono lo está escuchando ahora mismo todo el mundo.
- C: ¿Quién?
- R: Que lo escucha todo el mundo, que después salen las grabaciones.
- C: No te entiendo mamá.
- R: El teléfono mío.
- C: ¿Si?
- R: Pues que está pinchado.
- C: Ah
- R: ¿Sabes lo que yo te digo, mi rey?
- C: ¿Qué pasa?
- R: Que todo lo que nosotros hablemos se queda grabado, por la Policía, ¿me has entendido ya?
- C: Ah si, ya, yo qué sé, eso es que se avisa antes mamá, es que tú también....
- R: Pero es que yo me creía que es que tu lo sabías, mi vida.
- C: Que yo lo sabía de qué, vamos a ver.
¿Un inocente está preocupado por si la Policía escucha? ¿qué ocultaban? En otro de los pinchazos telefónicos hablan madre e hijo y, de repente, al escuchar el contenido de la conversación, interviene el padre.
- R: Que han dicho que se ha demostrado que Samuel no estuvo en el piso con Miguel, sino que es inocente.
- C: Me has dado mas alegría mamá, te lo juro.
- R: Que te ha dado alegría, claro que sí, si no estuvisteis ninguno de los dos mi vida.
Ángel, el padre, interrumpe la conversación y grita incrédulo: ¡Y yo soy virgen!
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