
Psicología
Esta es la edad a la que desaparece la felicidad, según la ciencia
Un amplio estudio internacional revela que el bienestar emocional sigue una curva descendente que toca fondo en un punto muy concreto de la vida... para luego volver a ascender

Por más que asociemos la madurez con estabilidad y sabiduría, la ciencia parece tener una lectura más compleja del viaje emocional humano. Investigaciones recientes sostienen que existe un momento preciso en el que la felicidad alcanza su nivel más bajo. Esta conclusión, extraída de análisis longitudinales y encuestas en distintos países, desafía nuestras intuiciones sobre cómo evoluciona el bienestar con la edad.
La edad en la que la felicidad toca su punto más bajo
La idea de que la vida mejora con el tiempo ha sido una narrativa frecuente. Sin embargo, los datos recogidos por el economista David Blanchflower, de Dartmouth College, en colaboración con el National Bureau of Economic Research, muestran un patrón muy diferente. A través de estudios realizados en más de 130 países, se ha identificado una “curva de la felicidad” en forma de U. Según este modelo, la satisfacción vital comienza a declinar gradualmente desde la adolescencia hasta tocar fondo cerca de los 47 años, para luego volver a elevarse en la vejez.
Este patrón no es anecdótico ni exclusivo de una región. Lo que hace especialmente sólido el hallazgo es su repetición en contextos culturales, económicos y sociales muy distintos: desde Estados Unidos hasta Europa, pasando por América Latina y Asia. Aunque pueden existir variaciones individuales o contextuales, el promedio general revela una coincidencia llamativa.
¿Por qué a esta edad?
La mediana edad es, en muchos sentidos, una etapa de alta exigencia. A menudo coincide con el pico de responsabilidades laborales, compromisos familiares y el inevitable choque entre las aspiraciones no cumplidas y la realidad actual. A esto se suma una creciente conciencia del paso del tiempo y, en algunos casos, la aparición de crisis de identidad o replanteamientos vitales.
Los investigadores aclaran que esta caída en la felicidad no se debe únicamente al estrés externo, sino también a una transformación interna. Es en este periodo cuando muchas personas se sienten atrapadas entre el pasado y el futuro, sin una dirección clara. Se trata, en palabras de Blanchflower, de una especie de “túnel psicológico” en el que todo parece más oscuro… pero del que, afortunadamente, se sale.
Después del descenso, llega la remontada
Lejos de ser una sentencia pesimista, los estudios también aportan un mensaje esperanzador. A partir de los 50 años, el bienestar comienza a mejorar paulatinamente. Según los datos, muchas personas mayores reportan niveles de satisfacción más altos que en cualquier otro momento de su vida. Esta recuperación emocional puede atribuirse a múltiples factores: una mayor aceptación de las circunstancias, prioridades más claras, menos presión social y una visión más serena del futuro.
Además, diversos estudios psicológicos señalan que la inteligencia emocional tiende a fortalecerse con la edad, lo que permite afrontar los desafíos con una actitud más resiliente. En otras palabras, aunque la curva descendente sea inevitable para muchos, también lo es el ascenso posterior.
Curiosamente, esta fase crítica coincide en la actualidad con la madurez de la generación millennial, muchos de cuyos integrantes están cruzando justamente esa barrera de los 40. Este grupo, ya marcado por la incertidumbre económica y las transformaciones tecnológicas, enfrenta además esta especie de “tramo oscuro” con un bagaje emocional particular. Sin embargo, saber que este bajón es un fenómeno ampliamente estudiado y, en gran medida, transitorio puede ofrecer consuelo y perspectiva.
Si bien la felicidad no sigue una trayectoria lineal, entender sus ritmos puede ayudarnos a afrontar mejor cada etapa. La ciencia no propone recetas mágicas, pero sí nos invita a mirar con perspectiva: atravesar los 47 con una sonrisa puede no ser fácil, pero saber que después llega una etapa de creciente plenitud es, en sí misma, una poderosa razón para no perder el ánimo.
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