Apagón en Cataluña
«Gracias a la solidaridad volví triunfante al trabajo»
Cataluña trata de volver poco a poco a la normalidad pese a la inesperada oscuridad del lunes
Barcelona, a primera hora de la mañana, trataba el martes de demostrar cierta normalidad, aunque algunas cafeterías del centro tenían problemas para demostrar eso porque no podían aceptar tarjetas de crédito. Algunos cajeros automáticos funcionaban con irregularidad, como le aseguraba Josep, un empleado de una entidad del barrio de Les Corts. «Parece que el cajero no va, pero hay que probar dos veces», decía. Y, sí, a la segunda iba la vencida.
Pero, pese a todo, pese a que puede que no todo funcionara de manera correcta a la primera, aún se tenía el impacto del día del gran apagón. Marc Gabernet vivió una experiencia que no olvidará durante mucho tiempo. «Yo estaba en la oficina y de golpe vi que se apagaron todos los negocios. Llamé a mi madre para saber si en casa había luz y no daba señal. Me acerqué a casa que está a dos calles de mi oficina y no estaba. Recordé que me dijo que iba a acompañar a mi abuela a hacerse unas pruebas. Después de un rato me acerqué preocupado al ambulatorio y me entero de que están dentro del ascensor atrapadas. No van los teléfonos, pido hablar con algún responsable del ambulatorio y al final consigo que venga el director. Me dice que está intentando hablar con los bomberos pero que esta todo colapsado», recuerda para este medio. Pero todo se iba complicando. Así, «decidí ir a la calle a parar algún coche de mossos o policía local. Conseguí parar a dos mossos que vinieron, abrieron la puerta del ascensor y nos dijeron que hasta que no vinieran los bomberos no podían salir, ya que el ascensor estaba entre una planta y otra. Si en el momento de salir mi abuela y mi madre se recuperaba la corriente, había peligro que el ascensor hiciera un movimiento brusco y acabara todo en desgracia. Mi abuela estaba muy agobiada y mi madre, preocupada por la comida porque, al ser diabética, si no come y se pincha a su hora puede ser un problema. Pero al menos ya tenían la puerta abierta y podíamos pasarles agua y les entraba un poco de aire. Al llegar los bomberos fue todo muy rápido y mi abuela, la pobre, se puso a llorar del susto».
Otras historias nos hablan de solidaridad entre quienes trabajan en un mismo lugar. Porque el pasado lunes, pese a la oscuridad, la solidaridad puso mucha luz. Eso es algo que puede constatar Paola Botta, una maestra de la Scuola dell’infanzia italiana, en el barcelonés barrio de Sarrià y que todos los días acude en tren a su trabajo desde Sabadell. El lunes le era imposible volver a casa, pero tuvo ayuda para pasar la noche en la capital catalana: «A causa del apagón me quedé sin ferrocarril para volver a Sabadell. Un paseo desde Collserola al Vallés podría haber tenido su gracia con otra edad, pero me pareció mejor opción vivir este momento en el barrio del Raval con la mucha gente reunida en las plazas y con mi compañera de trabajo, Irene Signorelli, que me ofreció una lujosa cena de supervivencia y su cómodo sofá cama. Gracias a la solidaridad, al día siguiente pude volver al trabajo triunfante».
Los comercios fueron otras de las grandes víctimas de la inesperada desconexión digital. La Deliteca, es una tienda de degustación en Sarrià. Los muchos y diversos productos que guarda procedentes de Italia corrían serio peligro cuando la electricidad dejó de funcionar en todo el país, aunque las cosas acabaron relativamente bien pese a todo. Así lo recordó Danilo Corallini para este periódico al explicar que «a nivel de negocio, para nosotros que trabajamos con productos alimenticios frescos algo así es duro. Debemos tener cuidado con quesos o repostería. Además, como tienda con degustación, puede pasar cualquier cosa. El pasado lunes nos fue bien porque mucha gente salió a la calle, por lo que las mesas estaban llenas. De esta manera, los clientes nos han ayudado al consumir productos que se podían estropear y nosotros les ayudamos, porque muchos no tenían dónde comer. Aquí, nos volvió la electricidad sobre las 18:30, una suerte en comparación con mucha gente, que se acercó y nos pedía cargar los móviles, comprar pan o algo de cena. Hemos tenido suerte porque las pérdidas han sido pequeñas. A nivel de negocio volvimos al bolígrafo y al papel, con los clientes pagando solamente en efectivo».
El lunes pasó de todo. Los edificios de oficinas quedaban cerrados al mediodía porque nada, absolutamente nada, funcionaba. Eso sí, había pequeñas Galias, oficinas en las que, nadie sabe cómo, funcionaba la red casi como un sistema morse con el que enviar un S.O.S. Los Bomberos salieron a ayudar a sacar a más de una persona que se había quedado atrapada en los ascensores, pero no solo. Tuvieron que salir incluso para apagar algún inesperado fuego. Es lo que sucedió la noche del lunes en un edificio de viviendas, en el barrio del Eixample, cuando en sus bajos empezó a salir humo. «Todos nos habíamos ido pronto a dormir porque no teníamos luz. De repente, cuando estaba en la cama, empezaron a llamar a la puerta gritando que había fuego, que nos saliéramos rápidamente a la calle y eso es lo que hice», comentó una vecina a este diario. En un garaje alguien había encendido un colchón abandonado para iluminarlo todo. Afortunadamente los bomberos apagaron el fuego.
Que a todos impactó el hecho lo demuestra hasta el testimonio de Martina, una niña de cuatro años, a la que pilló el apagón en la escuela: «Me di cuenta de que algo pasaba porque el baño estaba oscuro».