Energía
Las claves para entender la Cumbre de París
La cita de París busca un nuevo protocolo global e incluir en él no sólo a los países industrializados, sino también a los que tengan alguna responsabilidad
La cita de París busca un nuevo protocolo global e incluir en él no sólo a los países industrializados, sino también a los que tengan alguna responsabilidad.
Mañana lunes arranca la Conferencia sobre el Clima de París (COP21), una cumbre en la que más allá de los compromisos que se alcancen, la finalidad es conseguir un proceso mundial de descarbonización para que la temperatura del planeta no supere un incremento de 2ºC por encima de los valores de la era preindustrial. De no conseguirse, las consecuencias del cambio climático podrían ser más graves.
Ya entre el periodo 1880 y 2012 la temperatura media global se incrementó en aproximadamente 0,85ºC. Sin esfuerzos adicionales a los realizados hasta el momento, es más que previsible que las emisiones de gases de efecto invernadero sigan aumentando a medida que se dispara la población y crece la economía mundial. De modo que, según el IPCC, de no realizar un profundo cambio, con el escenario actual se llegaría a un aumento de temperatura de entre 3,7 y 4,8ºC para finales de siglo respecto a los niveles preindustriales o de entre 3,6 y 5,3ºC, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA).
Y es precisamente sobre en qué medida y cómo descarbonizar la economía en lo que se centrará la COP21, fecha tope para alcanzar un compromiso de reducción de emisiones global de 196 países a partir del año 2020 con el objetivo de que dure hasta 2050. Según los estudios realizados por el IPCC, para no llegar a ese incremento de 2ºC, el bloque del G-20 –en el que se incluye la UE– deberá reducir en un tercio sus emisiones de gases de efecto invernadero hasta el año 2030 y más de la mitad para 2050. No es una misión sencilla. Aunque en 2014 sólo hubo un incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero del 1,2% –en 2013 fue del 1,8%–, lo cierto es que este esfuerzo no permite frenar esa subida térmica. De hecho, según el estudio «El cambio climático en España, 2033» de PWC, para evitar esa subida habría que descarbonizar la economía mundial en un 6,2% anual de aquí al año 2100, es decir, casi siete veces más que la tasa media de reducción que se alcanzó entre el año 2000 y 2013 (0,9%). Urge actuar. De lo contrario, ese incremento de 2ºC se daría en 2034, mientras que sería de 4ºC a finales de este siglo. Y es que la lucha contra el cambio climático sólo será eficaz si el esfuerzo se realiza a nivel global.
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En la actualidad, las mayores emisiones de gases de efecto invernadero se producen en China (24%), Estados Unidos –que junto con Canadá concentra el 17%– y la UE de los 28 (10%). Estos países generan aproximadamente la mitad de las emisiones mundiales, según el Instituto de Recursos Mundiales (WRI). En el caso concreto de la UE, el Consejo Europeo alcanzó, el 24 de octubre de 2014, un acuerdo por el que va a esta cita con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como mínimo un 40 por ciento en 2030, respecto a las emisiones de 1990.
Pero el esfuerzo y el compromiso tienen que ser globales. De hecho, en esta ocasión, en vez de incluir unas obligaciones únicamente a los países industrializados, el acuerdo que se quiere alcanzar persigue que todos los países tengan algún tipo de responsabilidad. En este sentido, cabe recordar, en la segunda parte del Protocolo de Kioto, hasta 2020, únicamente tienen objetivos vinculantes 38 países que representan aproximadamente el 12% de las emisiones mundiales.
En cambio, para la cita de París, ya son 177 los países sean grandes productores o devoradores de petróleo o islas pequeñas que han presentado propuestas de contribución a nivel nacional. Es decir, estos países que producen más del 95% de las emisiones globales han mostrado su compromiso en esta lucha global.
Una noticia alentadora a la que hay que sumar el histórico anuncio que EE UU y China hicieron de forma conjunta.
EE UU acude con el compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 26 y un 28% para 2025 respecto a los niveles de 2005.
Rusia, por su parte, lo hace con el compromiso de reducir ligeramente sus emisiones relacionadas con la energía entre 2013 y 2030. La lista de compromisos continúa, aunque será China el país al que se dirijan todas las miradas. Y es que tras comprometerse durante la visita de Barack Obama a que su intención es alcanzar su punto máximo de emisiones de CO2 en 2030 –si no antes–, hasta la fecha se desconoce cuál es el tope al que pretende llegar. En cualquier caso, según los expertos, se trata de un cambio de dirección importante dado el ritmo de crecimiento en este país desde el año 2000. No obstante, el temor a que su compromiso no se cumpla está en mente de los expertos desde que el país anunciase que había quemado un 17% más de carbón desde el 2000.
Por sectores, la energía es el que más emisiones produce, debido sobre todo al uso de combustibles fósiles –para producir energía eléctrica y para industria, transporte o edificación, por ejemplo–. De ahí que la producción y el uso de energía –que representan aproximadamente dos tercios de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero– sean el meollo del debate de la Conferencia de las Partes, según datos la IEA. Pero también se emiten a la atmósfera CO2 derivado de la actividad ganadera, agrícola, usos de suelo y cambios de uso de suelo.
Por ello, el que será, de aprobarse, el Segundo Protocolo de Kioto, marcará el principio del fin de los combustibles fósiles con recortes drásticos de estas emisiones, pero manteniendo el crecimiento de la economía mundial. En este sentido, la IEA, tras analizar las propuestas de 150 países que consumen el 90% de combustibles fósiles, estimó que para alcanzar esos compromisos sería necesario destinar 12,25 billones de euros en medidas de ahorro y eficiencia energética, así como en tecnologías de bajo contenido en carbono entre 2015 y 2030. Y es que para no sobrepasar esos dos grados centígrados es necesario que el 70% de la generación de electricidad de las nuevas centrales que se instalen sean renovables.
Entre otros aspectos, la agencia calcula que para lograr el objetivo de los dos grados sería necesario que el 70% de la generación de electricidad «adicional» –las centrales de nueva construcción– proceda de fuentes renovables.
Puede parecer imposible alcanzar estos objetivos sin menoscabo de la economía, pero no es así. Prueba de ello es que la economía mundial creció en torno a un 3% en 2014 y, en cambio, las emisiones de CO2 relacionadas con la energía permanecieron estables. Era la primera vez en 40 años que se daba este fenómeno.
Las renovables representaron casi la mitad de toda la capacidad de generación eléctrica nueva en 2014, liderada por China, EE UU, Japón y Alemania con inversiones próximas a los 270.000 millones de dólares, según la IEA.
Otro factor clave para la descarbonización de la economía es la eficiencia energética, que descendió un 2,3% en 2014. Puede parecer poco, pero esta caída es más del doble de la tasa media de caída durante la última década. En este sentido, el hecho de que países como la India, Indonesia, Malasia y Tailandia estén aprovechando la bajada de los precios del petróleo para reducir las subvenciones a los combustibles fósiles es una buena noticia. En definitiva, una cumbre que debe marcar un hito para evitar que el calentamiento global del planeta continúe.
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