Drogas

La última moda entre ejecutivos: Droga en pequeñas dosis

Un estudio quiere confirmar si realmente funciona para expandir la creatividad

En ciertos sectores profesionales y artísticos empieza a extenderse el uso de drogas alucinógenas como el LSD en pequeñísimas dosis
En ciertos sectores profesionales y artísticos empieza a extenderse el uso de drogas alucinógenas como el LSD en pequeñísimas dosislarazon

En ciertos sectores profesionales y artísticos empieza a extenderse el uso de drogas alucinógenas como el LSD en pequeñísimas dosis para favorecer la creeatividad.

Dicen que a Alber Hofmann, el padre del LSD, le dio por investigar con arañas. Cuando a los animalitos les suministraba dosis elevadas del psicotrópico comenzaban a tejer telas defectuosas y caóticas. Pero si se les aplicaban dosis minúsculas de la misma sustancia, sus obras parecían más complejas y proporcionadas. De alguna manera, la triptamina en minidosis favorecía la “creatividad” de la arañas.

Hoy, en ciertos sectores profesionales y artísticos empieza a extenderse el uso de drogas alucinógenas como el LSD en pequeñísimas dosis porque se cree que estas sustancias favorecen la creatividad, la concentración y la capacidad de trabajo. La moda ha nacido en ambientes empresariales de Silicon Valley y ha generado cierto mercado sobre todo en internet de manuales, productos y consejos sobre cómo utilizar psicotrópicos sin llegar a generar los efectos alucinógenos y psicodélicos que provocan a la par que se mejora, dicen, la salud mental.

Lo malo es que de momento no existe ninguna evidencia científica que demuestre la eficacia de esta práctica y sí muchos temores sobre sus riesgos.

La mayor parte de las personas que se aproximan a ella (en muchos casos ejecutivos implicados en proyectos maratonianos o creadores y diseñadores en pleno proceso de producción de grandes trabajos) lo hacen a partir de testimonios personales, más o menos fiables, sobre las virtudes de las microdosis de aluciógenos.

Ahora, aparecen los primeros intentos de realizar estudios protocolizados, aunque no sin dificultades. Entre otras cosas porque es difícil establecer qué se considera una microdosis, qué efectos realmente produce su consumo y, lo más importante, resulta imposible medir cómo de creativo puede llegar a ser un cerebro sin necesidad de química, cuando se le somete a estímulos naturales suficientes.

En cualquier caso, esta misma semana se publica el primer intento de acercamiento al problema desde la ciencia de la mano de psicólogos de la Universidad holandesa de Leiden.

Se considera microdosis de LSD (o de cualquier otro psicotrópico) el consumo de una décima parte de la cantidad habitualmente necesaria para obtener con la sustancia efectos psicodélicos. El estudio se ha centrado en consumidores cercanos a la universidad ya que, al contrario de lo que ocurre en Estados Unidos y Reino Unido, estas sustancias pueden utilizarse para usos recreativos. En Holanda, los hongos alucinógenos que contienen sustancias psicoactivas como psilocibina están prohibidos. Pero las llamadas trufas mágicas que tienen porciones ínfimas de esos hongos, están permitidas. Son, por lo tanto, el caldo de cultivo perfecto para estudiar los efectos de las microdosis.

Los investigadores contaron con el apoyo de la Sociedad Psicodélica de Holanda para sus fines. Pero el trabajo de investigación contaba con un sesgo importante. Los voluntarios participantes eran miembros de la sociedad psicodélica que habían pagado una tasa para consumir estupefacientes, de manera que no era ético utilizar en algunos de ellos un placebo y usarlos como grupo de control. Una investigación sin grupo de control deja de tener parte de su valor científico.

Aun así, si fue posible realizar mediciones controladas de cada participante antes y después del consumo. Se solicitó a 38 participantes realizar tres breves tests escritos antes de la sesión. Uno de ellos era un juego de inteligencia consistente en buscar soluciones a un problema que tiene diferentes formas de ser resuelto. Se ofrecen, por ejemplo, listas de palabras y los concursantes tienen que agruparlas en categorías comunes. Un grifo, una baldosa y una cortina, por ejemplo, podrían estar agrupadas en la categoría “cosas que encuentras en un cuarto de baño”.

Los voluntarios obtenían mejor puntación cuanto menos obvia fuera la categoría elegida. “Grifo, baldosa, cortina: cosas que nunca encontrarás en un yacimiento de Atapuerca” De ese modo se mide la creatividad a la hora de resolver problemas.

Los resultados del experimento demostraron que tras el consumo de microdisis, la inteligencia no cambia: la capacidad para resolver problemas de manera convencional es idéntica. Pero las pruebas que mide el pensamiento divergente sí se vieron afectadas. La creatividad de las soluciones alternativas propuestas por los usuarios creció con el apoyo de las drogas.

En otros estudios anteriores, el uso de sustancias psicoactivas, como la ayahuasca había arrojado resultados contradictorios. Por un lado se apreciaban mejoras en la capacidad creativa pero por otro se encontraron mermas en las capacidades de memora o de inteligencia convencional. En este estudio se muestra por primera vez un posible efecto potenciador de la creatividad de una sustancia sin que se generen efectos deletéreos en otras funciones.

En cualquier caso, los autores del estudio advierten que la creatividad es una facultad muy apegada a la coyuntura. Puede haber infinitos factores subyacentes que la incentiven. Por ejemplo, el estado de ánimo, el ambiente o simplemente haber hecho ejercicio físico antes de una prueba. Por eso medir el efecto directo de una sustancia en una facultad tan inaprehensible no es tarea fácil. Tomarse este estudio como un aval para el consumo de microdosis sería una gran error.