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Las «perlas» de «El Chicle»: «Qué buena está ésa de la sala de espera ¿no?». «Yo, demostrando mi poderío»
«El Chicle», que trabajaba haciendo «trabajillos» como albañil y estuvo implicado en trapicheos con la droga, no se cortaba ni siquiera delante de los guardias civiles, a los que decía comentarios sexuales cuando estaba en tercer grado. Hace años fue juzgado por un caso de agresión sexual sobre la hermana de una pareja anterior.
Los vecinos de la zona de Rianxo conocen de sobra a José Enrique Abuín Gey. Siempre ha estado metido en trapicheos de mayor o menor calado. Hijo de un padre mariscador, que todavía sigue en activo, «El Chicle», de 41 años, llamado así por su afición a la goma de mascar desde que era un chaval, tiró más por la pesca furtiva, lo que le ocasionó no pocos problemas legales.
Sus escarceos sexuales comenzaron hace muchos años. Según afirman a LA RAZÓN fuentes policiales, pesa sobre él por lo menos una acusación «por agresión sexual en el ámbito familiar». Concretamente, se trató de una agresión sobre su cuñada, hermana de la que entonces era su pareja. Se celebró un juicio y su defensa trató de demostrar que fue una relación consentida, pero fue en balde. Ya en 2003 se casó con Rosario o «Rosys», detenida junto a él ayer, trabajadora en un negocio local en Alfrío, y con la que tiene una hija de 13 años. Él, por su parte, ha ido saliendo adelante a base de «trabajillos» como albañil y como pintor en unos astilleros. Entre otros, en un taller de reparaciones. Tiene dos hermanas, Susi y Ana Belén, que trabajan en Frisa del Noroeste. Con todo, su principal problema con la justicia vino por el tráfico de drogas.
En 2007, en torno a una docena de personas fueron encausadas por la llamada «operación Piñata» de la Guardia Civil. Tanto Enrique como un tío suyo, Rafael Rivas Souto, alias «O Fancho», estaban implicados. «El Chicle» se dedicaba a transportar cocaína por carretera. De hecho, las autoridades demostraron que llevaba consigo dos kilos. En un registro posterior en casa de los padres de José Enrique, incautaron hasta 17 kilos. Según publicó en su día «La voz de Galicia», el clan de «Os Fanchos» era uno de los más activos en Galicia a la hora de «mover» estupefacientes. Este «negocio familiar» podía generar en torno a los tres millones y medio de euros en un año. Uno de los hijos de Rivas Gey, Antonio Manuel, fue detenido en Sevilla acusado del secuestro y extorsión de un empresario del sector de los congelados. La «cúpula» se encuentra en la ría de Arousa, y atendía la demanda local de estupefacientes, sobre todo de cocaína y heroína, según informó entonces el rotativo gallego.
«Es un salido», dicen algunos de los que han tratado con él. Cuando se le concedió el tercer grado por el asunto del tráfico de cocaína, tenía que ir a «fichar» periódicamente al cuartel de la Guardia Civil. Algo que hacía acompañado de Rosys. Su actitud con los agentes era «pelota», según fuentes conocedoras del caso, y trataba de «ganárselos» con «comentarios de índole sexual» con la intención de «hacerse amigos suyos». «Qué buena que está la tía esa que está ahí en la sala de espera, ¿no?», decía a los sorprendidos agentes. Sin embargo, al menos por aquel entonces, la impresión que daba «era la de un pringado, un tío con no demasiadas luces», sostienen estas mismas fuentes. De hecho, su detención en relación con el caso Diana Quer, y a pesar del extenso historial delictivo con el que cuenta, no ha dejado de sorprender en la zona de Rianxo, concretamente en la pedanía de Outeiro, en Taragoña, en la que reside. No terminan de creer que sea un tipo con la destreza y habilidad suficientes como para haber sorteado a las autoridades durante cerca de un año y medio.
«El tipo ni siquiera bebe. Llega aquí, se pide un refresco y ve los partidos del Real Madrid. No ha dado problemas. Nunca le hemos visto violento», afirma el dueño de un bar muy cercano a su domicilio. En cambio, subía una fotografía de él mismo en sus redes sociales, rodeado de botellas de alcohol semivacías, dos pequeños sin identificar cerca de éstas, y el siguiente título: «Y ahora, de botellón». Un amigo le contestaba «vas a dar positivo»... «Apenas se relaciona con nadie. La gente de por aquí, si no la molestan, tampoco se mete. Por eso tampoco tratan de evitarle. Le puedo haber visto dos o tres veces el último año, a su mujer comprando en la tienda...», dice otro vecino. Y es que, según aquellos que han coincidido con él, «no es un tipo que imponga físicamente. No es alguien a quien le tienes miedo».
En su perfil de la red social Facebook no da la impresión de ser un delincuente. Madridista, atleta y familiar. Comparte varias fotos junto a su hija y su actual pareja, en las que se les ve aparentemente felices. Subió una foto de esposa bajo el título: «A mi niña morena no la cambio por nada». Se le puede ver también compitiendo en distintas carreras populares; en una, justo en el momento en el que cruza una línea de meta; en otra, ocupando el tercer puesto de un podio; hace un año, presumiendo de su recién adquirida equipación de «runner». “Felicidades!!!”, le escribe en su “muro” una amiga tras uno de sus triunfos. “O galgo de Taragoña en acción!”, le dice otro. Una de ellas la titula «yo, demostrando mi poderío». En este sentido, con frecuencia hace públicos los kilómetros que recorre en sus entrenamientos, a través de la aplicación Fitapp. En una de estas publicaciones asegura haber corrido casi 20 kilómetros, y se autocomenta: «una gran carrera, poniendo en su sitio a alguno que se creía ir de sobrao». Seguidamente, un colega le responde «makina». Su pequeña también comparte su pasión por las carreras: su padre muestra orgulloso a sus amigos las victorias de la menor». «Demostrando quién manda» o «campeona, como su padre», escribió el detenido.
Con todo, su perfil de la red social se llenó ayer de comentarios airados en su contra. «Los 42 en la cárcel (...) que te hagan lo mismo», escribía un usuario en una foto de «El Chicle» en el que se le ve soplando las velas de su último cumpleaños, el pasado febrero.
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