Pobreza

Morirse de hambre

Los últimos diez años ha habido una disminución del hambre en el mundo hasta llegar a los cerca de mil millones que en la actualidad sufren malnutrición

Morirse de hambre
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Los últimos diez años ha habido una disminución del hambre en el mundo hasta llegar a los cerca de mil millones que en la actualidad sufren malnutrición.

Violencia, desastres naturales, pésima gestión de los recursos, Estados fallidos... las causas del hambre en el mundo son muchas y, en ocasiones, se suman. La conclusión es un panorama de necesidad y hambre con distintos niveles de gravedad. En los últimos tiempos, tras casi 10 años de progresiva disminución de la desnutrición mundial, los últimos datos evidencian cómo la desnutrición ha aumentado a causa de la proliferación de las guerras y el cambio climático. «En los últimos diez años, el número de conflictos ha aumentado de forma relevante y se han vuelto más complejos e irresolubles por su naturaleza», aseguran los responsables de la FAO, UNICEF, el programa Mundial de Alimentos (PMA), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sudán del Sur, Yemen, Somalia y el norte de Nigeria son los recién llegados a un panorama de hambre y malnutrición en los que están desde hace décadas Haití, República Centroafricana, Zambia o Namibia. Las prolongadas sequías, inundaciones o violentos eventos climatológicos como huracanes tienen una incidencia clave. De los alrededor de más de 900 millones de hambrientos, 560 viven en Asia, 280 en África y 42 en América Latina. Especialmente terrible es esta situación entre las mujeres y los niños. Según la FAO, unos 155 millones de niños menores de cinco años padecen desnutrición crónica –de ellos 122 millones viven en países en conflicto– mientras que otros 52 millones sufren desnutrición aguda. Países ricos como Venezuela o Argentina se han visto golpeados los últimos tiempos por situaciones de hambruna o de extrema necesidad. Situaciones, esta de los menores, a la que no escapa el llamado primer mundo, donde la alimentación está asegurada pero que no es capaz de acabar con la probreza energética, lo que aboca a los menores a pasar fríos inviernos. Así las cosas, y a la vista de la Agencia 2030 para el Desarrollo Sostenible, que tiene como objetivo acabar con el hambre y todas las formas de malnutrición en 2030, no parece que estemos en la senda para alcanzarlo. Las tensiones sobre la globalización, las guerras comerciales y armamentísticas no ayudan a este objetivo.