
Psicología
Nicolás Salcedo, psicólogo: “No eres empático, estás traumatizado”
Un estudio de la década de los sesenta podría revelar que un exceso de empatía en la edad adulta podría derivar de un trauma emocional no resuelto

¿Alguna vez has sentido que tienes muchísima facilidad para empatizar ante situaciones ajenas? Pues a pesar de que la empatía, aun en exceso, siempre se asocia a un rasgo positivo del carácter, podría no ser tan bueno para ti como crees. “No eres muy empático, estás traumatizado”, afirma de manera contundente Nicolás Salcedo, psicólogo clínico y divulgador con casi un millón de seguidores en TikTok. Bajo el provocador título, Nicolás lanza una reflexión que conecta la 'sobreempatía': ese estar permanentemente pendiente del estado emocional ajeno con traumas de la infancia, concretamente con contextos de negligencia emocional.
Empatía o hipervigilancia emocional
Nicolás Salcedo introduce su reflexión con una afirmación que desmonta una creencia común: “No eres muy empático, estás traumatizado”. A partir de ahí, explica que algunas personas, lejos de haber desarrollado una empatía genuina, en realidad han aprendido desde pequeñas a estar en alerta constante frente a las emociones ajenas como una estrategia de supervivencia emocional.
El psicólogo recurre a un estudio de 1965 para ilustrar su punto. En esta investigación, se analizaron los comportamientos de bebés criados en distintos entornos familiares al enfrentarse a una situación de juego. Los bebés que habían crecido en hogares estables y con atención emocional adecuada, explica Salcedo, se entregaban al juego con total concentración, sin miedo ni distracción. Sin embargo, los que habían sido criados en contextos de negligencia emocional mostraban señales de ansiedad y vigilancia constante, permanentemente atentos a los movimientos de los psicólogos para que nada "les pille por sorpresa".
Salcedo menciona tres ejemplos que se recogen en dicho estudio: Caroline, una niña criada por una madre negligente, juega, pero se mantiene atenta a todo lo que ocurre a su alrededor; Veronique, que además padece anorexia del lactante, permanece inmóvil, siempre alerta; y Jan, que se chupa el dedo como forma de autorregulación para tranquilizarse mientras observa cada movimiento de los adultos con el fin de no ser sorprendido por un posible conflicto.
Cuando la infancia moldea la empatía
A partir de este análisis, Nicolás plantea que esta hipervigilancia emocional puede evolucionar en la edad adulta hacia lo que él denomina “hiperempatía”: una capacidad exagerada para detectar y adaptarse a los estados emocionales de los demás, no tanto como virtud, sino como mecanismo defensivo.
“Estos niños crecen con la creencia de que si pueden adelantarse a lo que siente la otra persona, entonces también podrán cambiar en la forma en la que actúan para así evitar un conflicto”, sostiene Salcedo. En otras palabras, se trata de un aprendizaje inconsciente que tiene más que ver con el miedo que con una conexión emocional sana.
El problema, según el psicólogo, surge cuando este patrón se cronifica y se convierte en la base de las relaciones adultas. “Ponemos las necesidades de los demás antes que las nuestras, ignorando nuestro bienestar”, advierte. Así, la empatía sin límites deja de ser una virtud y se transforma en una forma de autoabandono.
Una llamada al autoconocimiento
Este estudio no pretende demonizar la empatía, sino cuestionar cuándo y por qué se activa. “La empatía sin límites es una forma de autoabandonarte, de autosabotearte”, afirma Nicolás, aludiendo a la importancia de establecer límites emocionales y revisar el origen de nuestras conductas. Si constantemente sientes que tu bienestar depende de cómo se sienten los demás, es posible que no estés siendo empático, sino repitiendo un patrón de adaptación emocional aprendido en la infancia.
Aunque el psicólogo invita a quienes se identifiquen con esta situación a explorar más contenido a través de su perfil, su mensaje principal ya contiene una advertencia potente: la necesidad de revisar hasta qué punto la empatía es una virtud o una herida sin sanar.
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