Criminalidad

«Podría pasar como una empleada más del centro»

Noelia de Mingo, en una imagen de arhivo
Noelia de Mingo, en una imagen de arhivolarazon

Dos años antes del brote psicótico, Noelia de Mingo escribía con el ordenador apagado, pensaba que todos los miembros del hospital en el que trabaja eran actores... sufría delirios. Pero desde que ingresó en el Centro Psiquiátrico Penitenciario de Fontcalent (Alicante) ha dado un giro de 180 grados. «Nunca ha tenido ni un problema. En todo este tiempo no se le ha abierto ni un parte disciplinario. Ojalá el resto de internas fueran como ella», según explicaron fuentes consultadas por LA RAZÓN. De hecho, «el director de prisión ha intentado en alguna ocasión ponerla como ejemplo de conducta a imitar y lo ha rechazado», añaden otras fuentes.

Físicamente también ha cambiado: cuando ingresó llegó mal, demacrada. Tenía pinta de abandonada y ahora va bien vestida, aseada, coqueta. Tiene el pelo un poco más largo de cuando ingresó y lo lleva con rizos o pelo ondulado. Ha evolucionado bien. No ha dado problemas. Es de las más inteligentes y más colaboradoras. «Vamos, que puedes pensar que es una empleada del Centro Psiquiátrico Penitenciario».

Respecto a la supervisión médica, aseguran que «Noelia siempre ha colaborado activamente con su tratamiento médico, tanto farmacológico como de terapia psicológica. Nunca en el centro ha tenido ninguna descompensación psiquiátrica». De ahí que desde hace años pueda salir todos los días y sólo vuelva al centro para dormir. En concreto, «tras pasar los primeros días en el módulo de agudos (lo habitual), empezó en régimen cerrado. Después consiguió disfrutar de salidas de unas horas tuteladas con más internos y desde hace años sale sin acompañamiento. Ha disfrutado de varios permisos».

Al principio, cuando no podía salir, los padres iban a verla varias veces todas las semanas. La han arropado bastante. De hecho, adquirieron un piso en el centro de Alicante para poder estar más cerca de ella.

Mientras espera salir del centro, sigue con su misma rutina. De lunes a viernes «se levanta, desayuna con el resto de internas y sale caminando a eso de las 08:00 o 09:00 de la mañana para coger el autobús de línea. Vuelve a las 20:00 horas, a tiempo para cenar e irse a la celda». Su día a día consiste en ir a la escuela de idiomas. Va a clases de inglés y también recibe o ha estado recibiendo clases de valenciano. Y es que, dado que ya no podrá ejercer como médico, «está estudiando idiomas porque desea dedicarse profesionalmente a la traducción».

Cuando no hay clases, en verano, por ejemplo, «va a la piscina municipal», añaden. «Después de ir a clase, come y pasa la tarde con su familia y regresa al centro», en el que comparte módulo con una treintena de internas (luego hay otro de hombres), no así su celda. Vive en una habitación pequeña de unos 12 metros cuadrados aproximadamente, y en ella tiene cama, mesa y taquilla, al igual que el resto de celdas. Y en su caso, ella tiene una televisión, de las pequeñas que los internos pueden adquirir vía economato.

Ayer, volvió a salir para ir a la escuela de idiomas. Regresó puntual. Y quizá más pronto que tarde podrá salir definitivamente. Por el momento, «ya ha disfrutado de muchos permisos de fin de semana, muchos. También permisos, de siete días, de 15, 30, 60, desde hace unos años».