Brote de ébola
Polémica por un traje de 20 euros
Toda Europa quiere el buzo antiébola. Una empresa de Luxemburgo, principal fabricante, trabaja a destajo para hacer más trajes, ya que no quedan en «stock». En España, Ramos STS, la empresa encargada de su distribución, ya ha suministrado a todos los hospitales madrileños la vestimenta de categoría de protección tres con la que contaban. El traje amarillo, cuyo precio no supera los 20 euros, es el arma para protegerse del virus. La realidad es que Teresa Romero se contagió cuando llevaba este mismo mono cuando intentaba despojarse de él, según las primeras investigaciones. Y es que este es el momento más crítico. Sin embargo, la OMS no duda de su eficacia. LA RAZÓN fue testigo de cómo debe ponerse y quitarse el traje. «No es complicado, pero es necesario un entrenamiento previo», explicó Armando Ramos, director general de Ramos STS.
Mono, calzas de caña alta, gafas –las mismas que se utilizan para esquiar–, mascarilla, cubre-cabeza y dos pares de guantes. Ya estamos listos para tratar a un paciente de ébola. El mono apenas pesa 190 gramos. 250 si contamos el resto del equipo. Sin embargo, la temperatura que se soporta puede llegar a los 50 grados, lo que produce estrés térmico. Es decir, dolor de cabeza y deshidratación. Por ello, se recomienda no estar más de dos horas y media con el mono puesto. De hecho, los sanitarios del Carlos III permanecen con él menos tiempo, por seguridad. De cualquier modo, cada paciente recibe 100 visitas médicas diarias a su habitación. Por ende, cada día se utilizan 100 trajes por cada paciente infectado, lo que suma una cantidad de 2.000 euros diarios. Y es que atajar la enfermedad no es económicamente viable para todos los países. De hecho, esto ha provocado, según la OMS, que la enfermedad se haya cobrado en tan sólo unos meses más de 4.000 vidas.
Para ponerse el traje NBQ (Nuclear, Biológico y Químico) es aconsejable sentarse. «El mono debe tocar el suelo lo menos posible», dice Ramos. Es importante que el traje se coloque con ropa debajo, nunca desnudos. Incluso se puede usar el propio calzado del sanitario, ya que también permanecerá protegido por las calzas. «Una persona sola puede ponerse y quitarse el traje sin problemas, pero se necesita una persona que nos vaya recordando los pasos», explica Ramos, que en todo momento recalca que lo importante es el entrenamiento y la tranquilidad. Una vez fijado el mono en los tobillos, donde tienen un elástico, se sube hasta la cintura, donde también cuenta con un elástico adaptable. Mientras seguimos sentados hay que ponerse las calzas. Éstas llegan hasta las rodillas y evitan así la contaminación con la zona inferior. Las calzas se atan con un nudo a la altura de los gemelos. Una vez está el tren inferior protegido, es el turno del superior. «Se coloca el cubre-cabeza –por debajo o por encima del buzo, «es indiferente, porque protege igual»–. Es importante que el pelo vaya por dentro del traje. Ninguna zona del cuerpo puede quedar al descubierto. De hecho, las costuras del mono están soldadas para evitar que puedan romperse. Después, hay que colocar la mascarilla, que también tiene un nivel de seguridad tres, el acordado por la OMS ante casos de ébola. Y se termina por cubrir la cara con las gafas. Para finalizar, se colocan las mangas del traje, que contienen una presilla elástica para el pulgar cosida al extremo de las mangas para que siempre se proteja todo el brazo. Por último, se sube la cremallera hasta el cuello.
Manos, la zona sensible
Cuando ya está todo el cuerpo cubierto, sólo quedan las manos, una de las zonas más sensibles debido al contacto directo con el paciente. Se colocan unos guantes de polivinilo, que son los que usan siempre los sanitarios. «No importa que se caigan, porque estamos en la zona limpia –la de vestirse–. Encima de estos deben ir unos guantes de protección tres», indicó Ramos. Sin embargo, hasta ahora, en el Carlos III los sanitarios no cuentan con estos guantes, por lo que se colocan tres o cuatro capas de los de polivinilo, pese a que suelen romperse con facilidad. Para finalizar el proceso, se debe cubrir de cinta la zona de las muñecas, para fijar los guantes, y por debajo de las rodillas, para fijar las calzas. Esta cinta adhesiva no es una cinta americana corriente. «Es un adhesivo especial desechable que vale más dinero que el propio traje», advierte. Y es que 25 metros de este adhesivo cuestan 20 euros, pero sirve para casi 30 trajes.
La demostración de cómo ponerse el traje a la que asistió este diario duró 12 minutos, ocho menos de lo que marcan los protocolos. Aunque en este caso, la modelo contaba con la ayuda de un profesional. Por su parte, la OMS determina que en quitarse el traje se destinan en torno a 40 minutos. «Una persona que se entrena puede ponerse el traje en seis minutos. Los militares lo hacen así, claro que se pasan varios días practicando», recuerda.
Ducha de desinfección
La parte más crítica, la de quitarse el traje, comienza con una ducha de desinfección, sin quitarse ninguna parte del equipo. Es aconsejable sentarse, para una mayor comodidad. Lo primero es quitarse la cinta adhesiva de las calzas y luego retirar éstas. «No hay que correr», advierte Ramos. El proceso de cáscara de plátano –de dentro hacia fuera– es el más indicado para desvestirse, porque hay que intentar tocar la parte de fuera lo menos posible. Más si cabe con las calzas, que han estado en contacto con el suelo, una de las zonas más contaminadas. Después hay que quitar los guantes de protección tres, en el caso de que se cuente con ellos. «Todo se deposita en el contenedor de la zona sucia en la que estamos, porque después será incinerado y se convertirá en una pavesa de apenas cinco centímetros», comentó.
Después hay que despojarse del buzo, siempre intentando tocar lo menos posible la parte amarilla. Más tarde es el turno de la cara. Primero se quitan las gafas, de atrás hacia delante. «Siempre buscando el elástico», indica Ramos. La mascarilla se quita del mismo modo. «Quizá éste fue el momento en el que Teresa pudo contaminarse», afirma Ramos. Y es que como pudo comprobar este periódico, tocarse la cara es un acto reflejo. De hecho, la modelo que hizo la demostración cometió este mismo fallo, por lo que si hubiera estado expuesta al contacto con un contagiado también podría haberse contaminado. Finalmente se quita el cubre-cabeza y luego los guantes de polivinilo, siguiendo la técnica de la cáscara de plátano, aunque al estar cubiertos por los guantes de protección tres, éstos están libres de contaminación. Por último, «hay que proceder a otra ducha, pero no de forma higiénica, sino descontaminante», añade.
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