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Alfonso Ussía: “No son tiempos de bromas”
El columnista de LA RAZÓN hizo hincapié en valores como el heroísmo, el esfuerzo, la constancia, la genialidad y la defensa de España durante la XI edición de los Premios Ussía.
El columnista de LA RAZÓN hizo hincapié en valores como el heroísmo, el esfuerzo, la constancia, la genialidad y la defensa de España durante la XI edición de los Premios Ussía.
Excelentísimas autoridades, señoras y señores. No me refiero una a una a cada autoridad porque hay muchísimas. Lo que sí quiero agracer es la presencia en este acto de representantes de todos los partidos políticos normales. Gracias a todos de corazón por asistir a la entrega de la XI edición de los premios instituidos por mi periódico, LA RAZÓN, y que gracias a la generosidad de sus dirigentes, llevan mi nombre. Gracias a Hawkers, la empresa que los patrocina, cuyo presidente y joven creador viene de Venezuela, nuestra nación hermana, que se halla en trance de recuperar su soñada libertad. Gracias a cuantos han trabajado estas últimas semanas tras las bambalinas de LA RAZÓN para que este acto no sea un tostón como casi todos los actos que se desarrollan en España. Y gracias a los miembros del jurado de los premios, presidido por nuestro presidente Mauricio Casals, por Javier Bardají, Francisco Marhuenda, Joaquín Parera, Andrés Navarro, Santiago González, Julián Cabrera, Rosa Díaz y éste que os habla. Premios correspondientes a 2018 y que se entregan, bien entrado 2019 por motivos de organización relacionados con la celebración en diciembre del año cumplido del XX aniversario de LA RAZÓN, que ha superado en 19 años ya, el único de vida que le concedía el mundo del periodismo cuando apareció en el mercado. Y muchas gracias a las personalidades que van a entregar los premios.
El premio en el que el jurado no tiene otra misión que comprobar la veracidad del expediente y confirmar su concesión, el Premio al Estudiante del Año, ha correspondido en esta edición a una inteligentísima y bellísima malagueña, futura doctora en Medicina, María Campos Rodríguez, que ¡vaya con la criatura!, ¡vaya con la criatura!, ¡vaya con la criatura! La criatura obtuvo de nota media en el Bachillerato y las pruebas de acceso a la Universidad un 9,9, que es la nota más alta que se puede sacar sin caer en el insulto al prójimo.
Un 9,9 obtenido sin renunciar a salir con sus amigos los fines de semana, a viajar y a tomarse, cuando se tercia, una copa con sus compañeros. Disfruta de tu beca, tan merecida, y termina la carrera con prontitud que mucho me temo que recurriré a ti como paciente.
El heroísmo no es sólo la culminación de una acción puntual heroica. El heroísmo es también una actitud, un ejemplo permanente, la serenidad y el coraje ante el dolor y la angustia, el ejemplo en el que se mira la parte buena y humana de la sociedad, que también abunda la perversa y miserable. Mantener la calma, el señorío y el civismo ante la brutalidad y la tristeza infinita que jamás desaparecerá de sus almas. Son héroes, árboles que viven y mueren en pie, a pesar de los hachazos recibidos en su piel y en su familia. Y me refiero a los padres de cuatro niñas asesinadas que piden justicia y no venganza. Los padres de cuatro brillantes futuros cercenados por los criminales más abyectos, cobardes y despreciables.
Los padres que tienen de su lado, empujándolos y animándolos a lo mejor de España y sufren el desprecio y la frialdad de lo peor de nuestra política, hoy enfangada en colchones, aviones, y chalés de lujo. Porque los encargados de investigar los crímenes de sus hijas, la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía, no bajarán los brazos hasta que todos los criminales estén entre rejas. Héroes del año son, por ello, y lo manifiesto con toda mi admiración y tristeza, los padres de Sandra Palo, de Mari Luz Cortés, de Marta del Castillo y de Diana Quer, ejemplares por su humanidad, su heroísmo y entereza ante la brutalidad. Por vuestra permanente firmeza ante el dolor y angustioso heroísmo, gracias, gracias, y gracias.
El Personaje del Año. El individualismo genial de nuestros deportistas, en el presente caso, en un deporte en el que jamás los españoles habíamos destacado, el patinaje artístico sobre hielo. Javier Fernández, medallista Olímpico, bicampeón del Mundo y en siete ediciones, campeón de Europa. La soledad vencida del deporte individual, como Francisco Goyoaga en la equitación, Paquito Fernández Ochoa en el esquí, Fernando Alonso en el automovilismo, Nieto en el motociclismo, Manolo Santana o Rafa Nadal en el tenis, Bahamontes o Indurain en el esfuerzo solitario ascendiendo las montañas del Tour, el Giro o la Vuelta, como Arancha, Conchita o Garbiñe en el tenis, como Carolina Marín en el bádminton, campeona del mundo y también Premio Ussía de LA RAZÓN. Portentoso Javier Fernández, como deportista y como persona, grande entre los grandes y un nuevo milagro del individualismo español, orgullo de España.
El Premio a la Trayectoria Ejemplar se le ha concedido este año, y lo proclamo desde mi inmaculado madridismo, a un gran futbolista y triunfante entrenador del Atlético de Madrid, el argentino, creo que ya establecido para siempre entre nosotros, Diego Pablo, el Cholo, Simeone, que no ha podido acudir, recibirá el premio en su nombre el presidente del Atlético de Madrid don Enrique Cerezo, que por esta razón no podrá escapar del acto como hizo en LA RAZÓN de monseñor Cañizares. En 2011, cuando su histórico club pasaba por bajas horas en los resultados deportivos, llegó el Cholo, le dio la vuelta a todo, y convirtió en muy pocas semanas a un desorientado «Aleti», de nuevo en uno de los grandes de España, de Europa y del mundo. Con muy mala fortuna, fue dos veces subcampeón de la Liga de Campeones, título que por unos pocos segundos se les escapó. Cholo Simeone ha demostrado que los hombres son más importantes que los nombres, y que aquel que no trabaja, sufra o se entrega a fondo, no tiene sitio en su equipo. Extraordinario entrenador al que deseo, después de la exhibición táctica de su equipo contra la Juventus de Turín, y se lo deseo también al presidente Cerezo, lo mejor de lo mejor, y lo digo de corazón, porque mi madridismo no me ciega la admiración y afecto que siento por el Atlético, y en este caso, por su formidable entrenador.
El nuevo Premio a la Defensa de España, justificado por las extrañas y lacerantes ocurrencias por las que pasa nuestra nación, le ha sido concedido a la Sociedad Civil Catalana, que preside Josep Ramon Bosch, también brillante articulista de LA RAZÓN. Muro contra el nazismo, el supremacismo, el independentismo y el golpismo de quienes se creen más que los demás, ajenos a las leyes, y dueños de la voluntad de todos los catalanes. Sin organizaciones civiles como la Sociedad Civil Catalana, los golpistas lo habrían tenido más fácil y hoy no estarían, muchos de ellos, en el banquillo del Tribunal Supremo.
Y el Premio Extraordinario, póstumo, a la memoria de la maravillosa catalana y española universal, Montserrat Caballé. Qué decir de ella y de su magnitud artística en el Bel Canto y la Ópera. Tenemos en España una gran nómina de cantantes, pero las cuatro columnas en las que se sostiene la Ópera en España, esas cuatro columnas, que como en la Poesía de San Juan de la Cruz –no confundirlo con Fray Luis de León–, se sube tan alto, tan alto, tanto que se roza la cercanía del Misterio, esas cuatro altísimas columnas se llaman, por orden de los tiempos, Julián Gayarre, el vasconavarro del valle del Roncal, Alfredo Kraus, el canario nacido a la sombra del Roque Nublo, Plácido Domingo, el madrileño que conquistó el mundo, y Montserrat Caballé, la gran señora barcelonesa que guió su vida por la genialidad, el trabajo y la lealtad auténtica a sus raíces. Quizá no, con total seguridad, la barcelonesa y catalana más universal, única en su arte, amada por todo el mundo culto de la música, y desdeñada por los paletos de aldea que hoy dicen gobernar en Cataluña, porque Montserrat, jamás aceptó la separación de sus amores catalanes y sus amores españoles, que los sentía tan hondos como abrazados o inseparables.
Transcurre España por tiempos difíciles, atacada y herida por traiciones a su historia y vilmente traicionada por quienes sólo desean seguir ganando, robando y teniendo el poder en territorios que nos pertenecen a todos. Pero España, por ahora, ha vencido. Ha ganado el Estado de Derecho, y gracias a la firmeza constitucional y humana del Rey Felipe VI, a los jueces y fiscales, hemos sabido resistir. Porque ellos, y los que defienden nuestra seguridad en silencio, sacrificio y trabajo, como nuestras ejemplares Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado, son los que velan por nuestra libertad y nuestra democracia.
No son tiempos de bromas. Nos jugamos mucho. Y voy a romper la tradición dejando para mejores días el cierre de esta homilía con una frase en idiomas inventados. Hoy echo mano de un gran poeta montañés, Amés de Escalante, poco apreciado por las izquierdas españolas, que culmina un soneto a España con dos bellísimos endecasílabos. El mismo que describió magistralmente a nuestros soldados de Infantería en un soneto, del que sus tercetos son de inmensa belleza.
«No hay, a su duro pie, risco vedado; sueño no ha menester, quejas no quiere. Donde le ordenan va, jamás cansado. Ni el bien le abruma, ni el desdén le hiere. Erguido, valeroso y abnegado, combate por España, triunfa o muere».
Aquel Amós de Escalante cerró su soneto a España con dos endecasílabos que hoy clausuran esta undécima edición de los premios de LA RAZÓN, más bien lo que clausuran es mi discurso.
«España es la razón de nuestro todo. Sin España, la vida es nuestra nada».
Viva España y viva el Rey.
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