Encuesta
¿Por qué el 44 % de la población preferiría haber nacido en 1975 en lugar de hoy?
Una reciente encuesta global revela que para muchos, la vida hace cincuenta años parece más atractiva que la actual, impulsada por una mezcla de nostalgia, inseguridades contemporáneas y una idealización del pasado
Cuando alguien dice que preferiría haber nacido hace medio siglo, no siempre se refiere a momentos específicos que recuerde: buena parte de la población que responde así ni siquiera vivía en 1975. Sin embargo, esa preferencia revela algo profundo: no solo una añoranza por tiempos pasados, sino una insatisfacción con los valores del presente. Una encuesta reciente llevada a cabo en 30 países analiza por qué un porcentaje considerable de personas, en 2025, elegiría nacer en 1975 en lugar de hoy.
Según el estudio global Ipsos, si se les ofreciera elegir, el 44 % de los encuestados optaría por haber nacido en 1975, frente al 24 % que preferiría nacer en 2025; un 32 % restante no se posiciona. Asimismo, más de la mitad cree que “la gente era más feliz en 1975”: el 55 % así lo afirma, mientras solo un 16 % considera que hoy se vive mejor y un 16 % dice que hay poca diferencia.
El patrón no es uniforme según generaciones. La generación más joven, la Generación Z, es la única en la que una parte relevante (38 %) prefiere nacer ahora, aunque un 34 % elegiría 1975 igualmente. En cambio, generaciones más mayores, Millennials, Generación X y Baby Boomers, muestran una inclinación clara hacia 1975: 39 %, 55 % y 54 % respectivamente.
A nivel de países, la nostalgia es especialmente fuerte en naciones como Francia (57 %), Bélgica y México (ambos 53 %), mientras que solo en Corea del Sur prevalece la preferencia por nacer ahora. Los datos de los encuestados de España reflejan que un 41 % preferiría haber nacido hace cincuenta años frente a un 26 % que preferiría hacerlo en 2025.
¿De qué depende esa preferencia por 1975?
Muchos encuestados señalan como razones fundamentales la calidad del entorno, la seguridad, un estilo de vida más tranquilo y, en general, una menor exposición a conflictos globales, crisis económicas, inflación o desasosiego social. En un mundo con amenazas (climáticas, sociales, económicas) el pasado se percibe como un refugio seguro, aunque idealizado.
Un dato relevante: el 72 % de los encuestados nació después de 1975. Es decir, una mayoría nunca vivió esa época. Su visión está formada por relatos, recuerdos ajenos, cultura popular, percepciones compartidas. Esa distancia temporal alimenta una idealización del pasado: se recuerdan los valores positivos (comunidad, seguridad, “tiempos más simples”) y se minimizan los problemas reales (menos derechos, menor tecnología, menos movilidad, menor acceso a ciertos servicios).
Entre los motivos que explican la percepción negativa del presente destaca la preocupación por el medio ambiente: un 61 % de los encuestados considera que la calidad ambiental era mejor en 1975. A esto se suman las crecientes desigualdades, los vaivenes económicos, la inseguridad, la presión social y laboral, la crisis climática, la volatilidad global: elementos que hacen del presente un contexto de ansiedad, y del pasado una especie de ideal reconfortante.
Aun así, no todo son reproches al presente. Muchos reconocen avances reales en salud, educación, estándares materiales y posibilidades técnicas. Por ejemplo, y según el mismo estudio, algunos beneficiados hoy por la medicina, la longevidad o los derechos sociales declinan menos cita nostálgica. Este reconocimiento muestra una tensión: la población vive en un presente con mejores recursos tangibles, pero no por ello se siente mejor. La melancolía por lo “intangible” (seguridad, sensación de comunidad, simplicidad vital) pesa mucho más que los progresos materiales.
La encuesta no es solo un reflejo de añoranza, sino una advertencia silenciosa sobre el coste emocional y psicológico del estilo de vida moderno: estrés, precariedad, desconfianza, sensación de vulnerabilidad. La elección de 1975 como año ideal tiene mucho de reclamo: no una fuga nostálgica, sino un grito de frustración con el presente.
Cuando grandes porcentajes muestran preferencia por un pasado idealizado, se abre un debate sobre el papel del Estado, las políticas públicas, el urbanismo, la seguridad, el medio ambiente y las desigualdades. Esa nostalgia indica que muchos sienten que las respuestas institucionales no han logrado contener, e incluso han agravado, problemas estructurales.
El resultado invita a reconsiderar la idea de “progreso” como algo lineal: no basta con mejorar indicadores económicos, tecnológicos o sanitarios. La felicidad, la percepción de bienestar, la estabilidad social y comunitaria, también cuentan. Y en muchos casos, esas dimensiones han retrocedido.
El 44 % que preferiría haber nacido en 1975 no habla tanto de añoranza por una década concreta, sino de anhelo por un conjunto de certezas que hoy parecen escasas: seguridad, estabilidad, comunidad, serenidad. Esa preferencia es una forma colectiva de expresar insatisfacción con un presente complejo, incierto y fragmentado.
La encuesta de Ipsos no ofrece soluciones, no pretende ser un diagnóstico psicosocial, pero sí señala una advertencia clara: el progreso material no basta si el bienestar emocional, social y existencial se pierde por el camino. Leer esos datos con atención puede servir para replantear prioridades en políticas públicas, urbanismo, economía, medio ambiente y convivencia: no solo para mejorar lo que ya existe, sino para recuperar aquello que muchas personas sienten que se ha perdido.
La encuesta se realizó entre el 22 de agosto y el 5 de septiembre de 2025, con la participación de 23.772 personas menores de 75 años en 30 países de todo el mundo.