Entrevista a Xavier Guix

«Ser demasiado buenos no hace que nos amen más sino que nos usen»

El autor de «El problema de ser demasiado bueno» reflexiona sobre los daños colaterales de un buenismo mal entendido

El psicólogo Xavier Guix es autor de «El problema de ser demasiado bueno» (Arpa).
El psicólogo Xavier Guix es autor de «El problema de ser demasiado bueno» (Arpa).Jordi Ribó

Ser bueno puede ser contraproducente. O al menos así lo analiza el psicólogo Xavier Guix en su libro «El problema de ser demasiado bueno» (Arpa). Cuando por querer agradar a los demás nos olvidamos de nosotros mismos llegan los tormentos. Nos convertimos en seres sumisos, carne de cañón para que se aprovechen de nosotros y víctimas de una sociedad en la que el imperio del mal saca tajada. ¿Dónde está entonces el límite para ser buena persona, pero no caer en ser «el tonto de turno»? Pasen y lean.

¿El capitalismo ha «prostituido» el concepto de bondad en pro de conseguir el control de una sociedad sumisa y así ejercer el poder sobre ella?

Así ha sido y así lo intentarán seguir haciendo todas las instituciones (políticas, económicas, religiosas o científicas) que quieran ostentar el poder. El sometimiento o el adoctrinamiento son herramientas para infundir dogmatismos, del mismo modo que lo son el miedo, la vergüenza y la culpabilidad. Con tal de evitarlo, muchas personas escogen el camino de la obediencia y el portarse bien.

El buenismo en sí resulta, socialmente, un tanto aburrido y poco exitoso. ¿Por qué la maldad es la que hace triunfar?

Más que el triunfo de la maldad, es la lucha eterna entre el bien y el mal. El problema es cuando el bien se representa por personajes endulzados, ingenuos, bobos, o vaporosos o celestiales. Los malos, suelen estar mejor representados aunque nos condenen igualmente. Creo que al final, lo que nos gusta de este juego mitológico es que el malo se acabe convirtiendo en bueno.

¿Existe el gen de la bondad? Es decir, pese a la educación, contexto. etc... ¿se puede llegar a ser bueno si se ha crecido en un ambiente poco bondadoso?

Existe la capacidad de desarrollarnos plenamente, de alcanzar nuestra máxima realización. En toda semilla está oculta toda la fuerza que la hará crecer. Otra cosa es que se den unas malas condiciones para su crecimiento y quede por hacer. Pero el potencial está ahí desde el nacimiento.

En ocasiones se asocia el buenismo con conductas que realmente no lo son, o al menos no lo son más allá de para quien la ejerce. ¿La bondad debería buscar el bien propio y ajeno?

Cada generación define a su modo los grandes conceptos existenciales, como es el caso de las virtudes. Hoy, la bondad se pone en duda, ante la sensación que prevalece el egoísmo, la separación, la hostilidad y la injusticia. Pero siempre ha sido así, solo cambian los factores que atribuimos a lo bueno y a lo malo. Que yo sepa, muy pocas personas se definen como malas. Por principio, todo el mundo se cree bueno y son lo otros lo que lo hacen mal.

¿El buenismo es un concepto universal o está atravesado por la cultura y educación de cada sociedad?

Cada sociedad encuentra sus matices y sus arquetipos representativos. La idea del buenismo es más bien reciente, porque tiempo atrás la idea predominante era el deber imperativo de ser buenos. Cuando ese deber se ejerce de forma ingenua o a través de un optimismo poco realista se peca de visión buenista. Lo que llamo «mala bondad» se basa en cuatro aspectos: la necesidad de obedecer, el mandato de portarse bien, la angustia por no ser suficientemente buenos y la ira reprimida.

En ocasiones resulta inevitable decir «protégeme de los buenos que de los malos ya me protejo yo». ¿Cómo se puede detectar un buenismo «fake»?

Ciertamente sigue siendo peor la falsa piel de cordero que esconde al lobo feroz. El gran showman «Barnum» decía que cada segundo nace un tonto, refiriéndose al hecho de que, del mismo modo que hay gente muy ingenua, hay gente muy aprovechada. Son como una relación inevitable. Por eso nos gusta más la gente que va de cara, aunque duela a veces, que los que se esconden bajo ambigüedades, agendas ocultas y mentiras. Como decían antes: no te pueden dar duros a cuatro pesetas.

Habla del impacto de la mala bondad en las personas que la ejercen. ¿Hasta qué punto puede llegar a somatizarse toda esa ira contenida?

Tenemos hoy en día múltiples evidencias de que la mayoría de enfermedades psicosomáticas tienen que ver con la represión de al menos tres aspectos: el dolor emocional, la tristeza y la ira. Cuando uno se carga demasiado de emociones densas como la ira, si no son canalizadas correctamente se convertirán en dolores, contracturas y debilitamiento del sistema inmunitario, y a la larga incide en los trastornos del estado de ánimo como la ansiedad o la depresión.

Afirma que la bondad, más que un rasgo de la personalidad o un sustantivo, es una acción. ¿No existe por lo tanto si no es en interacción con el otro?

La clave no es la definición o concepto de la bondad, sino como se materializa en la acción. Uno no es bondadoso porque lo diga, sino lo es porque hace el bien. De este modo, no se trata de ser buenos, sino de hacer el bien. Y el bien empieza por uno mismo, al igual que hace el bien a los demás y al mundo. Tarde y mal se aprende que ser demasiado buenos, no hace que nos amen más sino que nos usen.

¿Se puede sacar más rédito personal de la maldad que de la bondad en un mundo en el que ser bueno está completamente denostado?

Decía un abuelo a su nieto que dentro de cada persona existen dos lobos, uno bueno y el otro malo. ¿Y quién gana, pregunta el nieto?: aquel que alimentes más. Cada uno tiene la responsabilidad de engrandecer el bien o la maldad. Dudo que la maldad dé más rédito. Lo que sí puede ocurrir, es que se venda por bueno lo que no lo es. Para evitar todo este embrollo es necesario el encuentro con uno mismo y desarrollar conductas ya acciones que tiendan a hacer el bien.