Tabaquismo
Si camina, no fume
Nueva York estudiará la prohibición de fumar en la calle para evitar el humo de segunda mano. Aunque sea al aire libre, el resto de viandantes también ingiere sustancias tóxicas
Nueva York estudiará la prohibición de fumar en la calle para evitar el humo de segunda mano. Aunque sea al aire libre, el resto de viandantes también ingiere sustancias tóxicas sustancias tóxicas.
La kilómetrica boquilla que con tanto estilo gastaba Audrey Hepburn en «Desayuno con diamantes»; los cigarrillos que consumía Al Pacino metido en la maquiavélica piel de Michael Corleone en «El padrino»; los lujosos habanos que fumaba Michael Douglas encarnando a un depredador de las finanzas en «Wall Street»... Todas estas estampas tienen un denominador común: Nueva York como escenario. Y todas ellas podrían quedar reducidas a un anacronismo. En 2003 se prohibió fumar en bares y restaurantes de la ciudad. En 2011, se hizo lo propio en parques y playas públicas. Y a partir de este miércoles, se podría prohibir fumar en plena calle. Será entonces cuando el concejal Peter Koo presente su proyecto de ley ante el Concejo Municipal. De aprobarse, se establecería una multa de 50 dólares –unos 40 euros– a todos aquellos que enciendan un cigarrillo al aire libre. ¿El motivo? Según Koo, el hecho de fumar mientras se camina provoca que aquellos que no son fumadores se vean expuestos al «humo de segunda mano». «En un mundo ideal, el fumador sería consciente de que, cada vez que fuma, somete a todos los que están detrás a estas sustancias», afirmó Koo. De hecho, el proyecto de ley permite fumar si el fumador permanece estático, sin moverse.
Hay pocos precedentes de una medida de este calibre. En algunos barrios de Tokio, el acto de fumar está penado con multas de hasta 160 euros. En 2006, una localidad estadounidense, Calabasas (Los Ángeles), de apenas 20.000 habitantes, estableció multas de hasta 500 dólares –alrededor de 400 euros– por encenderse un cigarrillo en la calle. El caso más extremo es el de Turmekistán, en Asia Central, donde el consumo de nicotina, en general, está prohibido. Aquel que sea sorprendido vendiendo cigarrillos puede afrontar 1.700 dólares –1.370 euros– de castigo.
¿Hasta qué punto afecta el humo de segunda mano a aquellos que no son fumadores? Si bien se han documentado numerosos estudios sobre sus efectos en espacios cerrados, no se han realizado tantos en lo que respecta al aire libre. Un análisis de la Universidad de Stanford midió la cantidad de las llamadas partículas finas procedentes del humo del tabaco –las PM2,5– a la que se exponen los fumadores pasivos. ¿Conclusión? Si el consumo de un cigarrillo dura en torno a 10 minutos, una persona que esté cerca puede verse expuesta a concentraciones contaminantes superiores a 500 microgramos. Hay que recordar que, según las normativas europeas, el límite está en no superar durante más de 35 días al año el valor límite de 50 microgramos.
Alrededor del 28% de los españoles fuma, lo que nos sitúa ligeramente por encima de la media de la UE –26%–, con una edad de inicio situada en los 13 años. Se estima que de las 60.000 muertes anuales que causa el tabaco en nuestro país, 3.000 de ellas corresponden a fumadores pasivos. Como explica a LA RAZÓN Carlos Jiménez, presidente electo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), «en un espacio cerrado se produce una acumulación muy grande de sustancias tóxicas dentro de ese microambiente. Pero también es cierto que, si vamos con un fumador caminando por la calle, el humo también llega al sujeto que no es fumador, que puede inhalar dichas sustancias». Y es que, aunque la contaminación se produzca al aire libre no deja de ser contaminación. «Cuando un fumador da una calada a un cigarro, se produce una corriente de humo que atraviesa el filtro y entra directamente en él», explica el neumólogo. Es lo que se conoce como «corriente principal». Sin embargo, hay otra corriente conocida como «secundaria»: «El humo que se escapa a través de los poros del cigarrillo, el que se le escapa al fumador antes de ingerir la corriente primaria...». Esta es la que incide en los fumadores pasivos. Un dato a tener en cuenta: «De la cantidad de humo que se produce, el 25% es de la corriente principal y el 75% procede de la secundaria». ¿Quésucede? Que los no fumadores acaban ingiriendo «una mayor concentración de sustancias tóxicas».
Más de 4.000 contaminantes
Sustancias, por cierto, que en total suman entre 4.200 y 4.500. En líneas generales encontramos los hidrocarburos aromáticos policíclicos, «como el benzopireno y los alquitranes, que se relacionan con el cáncer». Después están los oxidantes y los radicales tóxicos del oxígeno –óxido de azufre, de nitrógeno...–, «relacionados con el enfisema». Los cigarrillos generan también monóxido de carbono, que llega a los alvéolos pulmonares también de los fumadores pasivos, se mezclan con la hemoglobina y producen una sustancia conocida como carboxihemoglobina, «dañando la pared de las arterias». Y, por supuesto, no hay que olvidar la nicotina, causante de la adicción.
¿Cómo ven una medida como la planteada en Nueva York las asociaciones que luchan contra el tabaco? «Cualquier paso favorable a ampliar los espacios sin humos es positiva. Es la única manera de erradicar una plaga que, en realidad, es una pandemia, causada por un producto que, pese a ser legal, está matando personas a diario», afirma a este diario Raquel Fernández Megina, presidenta de la asociación Nofumadores.org. Así, prohibir fumar en la calle «ayuda a desnormalizar lo que llamamos ''hábito'' o ''costumbre'' y que, en realidad, es una adicción, que no sólo afecta al que personalmente decide fumar».
Este colectivo recuerda que, efectivamente, la Ley Antitabaco, aprobada en 2011 en España, prohíbe fumar en cualquier espacio de uso colectivo y local abierto al público que no esté al aire libre. Ahora bien, se están encontrando «con muchas terrazas que, con la ley en la mano, están permitiendo fumar de forma ilegal». Por ejemplo, en aquellos bares y restaurantes que habilitan carpas y que acaban siendo en la práctica locales cerrados, con pared y techo.
La asociación tiene pensado reunirse próximamente con partidos políticos para hacerles llegar sus propuestas. Entre ellas, se encuentran un aumento de las sanciones de la actual ley, que están fijadas entre 30 y 600 euros para infracciones leves, 601 y 10.000 para las graves, y 10.001 y 600.000 para las muy graves. Del mismo modo, su intención es que se incrementen los espacios al aire libre sin humo: espacios deportivos –«el binomio deporte-salud no puede incluir un producto que mata», corridas de toro y, en general, todos aquellos espectáculos que no se celebran en lugares cerrados. Y, por supuesto, las playas, donde la contaminación también es ambiental: cada año se tiran en todo el mundo 4,5 billones de colillas, que constituye la parte más tóxica del cigarrillo. También solicitan, como hizo recientemente el Consejo General de Enfermería, la prohibición de fumar en el interior de los vehículos.
Por último, una reflexión. Fernández Megina recuerda el accidente del avión de Spanair, ocurrido en agosto de 2008, en el que perdieron la vida 154 personas. «Ese es el número de personas que mueren cada día en España por causa del tabaco. Sin embargo, nadie se echa las manos a la cabeza», concluye.
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