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«Sí, lo reconozco todo»
El falso monje shaolín reconoce haber golpeado y asesinado con alevosía a dos prostitutas en Bilbao.
«Lo reconozco todo». Fue la frase más larga que pronunció ayer Juan Carlos Aguilar a preguntas del fiscal en la primera jornada del juicio con jurado por el asesinato, hace dos años, de dos prostitutas en el gimnasio de artes marciales que el acusado regentaba en una céntrica calle de Bilbao. A pesar de las espeluznantes circunstancias que rodearon esos crímenes, no se escuchó ningún detalle escabroso, porque el acusado se limitó a responder con un sí o un movimiento de cabeza al fiscal, que le pedía que confirmara los hechos recogidos en su escrito provisional de conclusiones.
En unos minutos, Juan Carlos Aguilar reconoció que el 25 de mayo de 2013, a las tres y veinte de la madrugada, circulaba con su vehículo, un Mitsubisi, por la calle General Concha de Bilbao cuando apareció Jenny Rebollo, a la que dijo no conocer con anterioridad. La llevó en su coche a su gimnasio y allí la mató «de forma súbita, imprevista e inesperada, sin dar posibilidad alguna de defensa o huida»; después, diseccionó su cadáver. El 2 de junio, a las seis de la madrugada, recogió en la calle a la joven nigeriana Maureen Ada Otuya, a la que igualmente llevó a su gimnasio, donde la maniató, la amordazó y la estranguló.
El fiscal no preguntó por el estado de embriaguez de la primera víctima cuando fue asesinada, algo que sostiene la acusación particular de la familia de Jenny Rebollo, para enfatizar la indefensión de la mujer en el momento de ser asesinada, ni por terribles detalles del descuartizamiento del cadáver, cuyos restos aparecieron con la carne separada de los huesos.
Juan Carlos Aguilar no respondió a las preguntas de las acusaciones particulares, que querían que el jurado tuviera en cuenta circunstancias como que el acusado es un experto en artes marciales, que tiene capacidad para hacer mucho daño a una mujer y que se aprovechó de la circunstancia de que sus víctimas eran mujeres vulnerables, que se dedicaban a la prostitución, que se encontraban en un país extranjero y que no tenían recursos económicos ni apoyos familiares en Bilbao.
Las preguntas de las acusaciones, que fueron leídas, aunque Juan Carlos Aguilar adelantó que no respondería a ninguna, sacaron a la luz cuestiones como el hecho de que el acusado se retrató junto con el cadáver de su primera víctima y su ex novia, a la que vendó los ojos, en unas actitudes que dejaban en evidencia que el autor de los hechos no se arrepintió tras el primer asesinato, sino que se regodeó en él.
Juan Carlos Aguilar sí respondió a las preguntas de su defensa. Utilizó una frase un poco más larga que el «lo reconozco todo» que había contestado al fiscal para dejar constancia de que había tenido intención de indemnizar a las víctimas. Su defensa, la abogada del turno de oficio Livia González, tuvo una estrategia clara y la absoluta colaboración de su defendido, que permaneció impasible durante toda la sesión del juicio, tanto contestando que sí al fiscal como mientras escuchaba las preguntas de las acusaciones. La abogada pretende que Juan Carlos Aguilar sea condenado a quince años de cárcel por el asesinato con alevosía de cada una de las dos víctimas, esgrimiendo el reconocimiento de los hechos y la voluntad de reparar el daño como atenuantes, para que no se le aplique la máxima pena, que son veinte años por cada uno de los crímenes, que es lo que pide el fiscal. Las acusaciones quieren que se llegue a los veinticinco años en el caso de la nigeriana Maureen Ada Otuya, al entender que no sólo hubo alevosía, sino también ensañamiento, algo que resulta imposible de probar en el caso de la colombiana Jenny Sofía Rebollo, ya que sus restos fueron troceados por el acusado. Para ese crimen, las acusaciones piden veinte años de cárcel, el máximo para el asesinato con alevosía.
Los abogados de las acusaciones particulares de las familias de cada una de las víctimas y la de la acusación popular, que ejerce la Asociación Clara Campoamor, pretenden que el jurado de cinco hombres y cuatro mujeres determine que hubo ensañamiento en el caso de Maureen Ada Otuya.
Dado que el acusado se ha reconocido culpable de dos asesinato con alevosía, que responde a la calificación del fiscal, el juicio va a centrarse en analizar únicamente las circunstancias que podrían hacer pronunciarse al jurado sobre si en el caso de Maureen Ada Otuya Juan Carlos Aguilar torturó o no a la víctima antes de matarla.
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