Francia

Somos cada vez más tontos

Desde la II Guerra Mundial hasta hace poco más de treinta años el cociente intelectual crecía casi tres puntos por año. Sin embargo, desde entonces desciende siete puntos cada década ¿por qué?

Somos cada vez más tontos
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Desde la II Guerra Mundial hasta hace poco más de treinta años el cociente intelectual crecía casi tres puntos por año. Sin embargo, desde entonces desciende siete puntos cada década ¿por qué?

Pensábamos que cada vez éramos más listos, que cada generación era más inteligente que la anterior. Y los padres nos congratulábamos de que nuestros hijos, sí o sí, nos superarían en cociente intelectual. Al fin y al cabo para eso trabajamos, para eso nos esforzamos. Para eso nos desvelamos con la intención de darles una educación mejor de la que nosotros disfrutamos. ¿No es cada vez mejor la alimentación, el cuidado, el estímulo, la protección? Sí: nuestros hijos son mejores que nosotros.

Y desde la Segunda Guerra Mundial, resulta que eso ha sido así. Pero es posible que la tendencia esté revirtiendo. Es posible que la próxima generación de ciudadanos del planeta no sea más inteligente que sus antecesores. Que el mundo se está haciendo cada vez menos inteligente. Un estudio publicado esta semana por investigadores del Ragnar Frisch Center para la Investigación Económica en la prestigiosa revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) ha detectado una sospechosa desviación en la tendencia. A partir de 1976 se aprecia un declive de al menos siete puntos por generación en el cociente intelectual. Desde ese año cada generación es siete puntos «menos inteligente» que la anterior.

La caída

Para entender la situación quizás haya que remontarse a los orígenes de todo. Se conoce como «efecto Flynn» a un curioso fenómeno según el cual los test de inteligencia arrojan cada vez un resultado mejor. Desde los años 40 del año pasado hasta muy recientemente, cada nueva generación arrojaba como media 2,93 puntos más en las pruebas de cociente intelectual que la anterior. Existe un amplio debate científico acerca de si un aumento en el cociente intelectual supone directamente un mejora de la inteligencia de la población. Los test que se utilizan para medir este parámetro en realidad no miden la inteligencia: se limitan a establecer valores medios a la hora de resolver ciertos problemas intelectuales. Pero lo cierto es que desde la Segunda Guerra Mundial no han dejado de crecer. La subida no ha sido uniforme. En países como Estados Unidos, se ha experimentado un aumento de cerca de 3 puntos por década. En Holanda y algunos países nórdicos la mejora es de 10 puntos por década.

No existe consenso científico sobre las razones de este aumento aparentemente imparable y mundialmente generalizado. Las posibles explicaciones son muchas.

La duración del periodo escolar de los jóvenes en casi todo el planeta ha crecido. Los niños y niñas de cada generación suelen pasar más tiempo escolarizados que los de la anterior, al menos si tomamos como base las generaciones que han vivido desde los años 50 del siglo pasado hasta nuestros días. Muchos estudios demuestran que los infantes que no reciben escolarización puntúan menos en los tests. Algunos casos son paradigmáticos. Durante los años 60 en Virginia, Estados Unidos, se cerró el acceso a los colegios a os niños de raza negra. Como resultado, los resultados de los test de cociente intelectual descendieron siete puntos al año en esa comunidad discriminada.

No es fácil determinar qué factores estimulan la inteligencia. Pudiera ser que el ambiente general es cada vez más estimulante cognitivamente. Existen más fuentes de excitación intelectual: más cine, más literatura, más televisión, más espectáculo, más tiempo libre, más ocio... La sociedad del tránsito al siglo XXI es, sin duda, mucho más estimulante que la de principios del siglo XX.

Otros investigadores achacan la mejora cognitiva simplemente a la mejora de la alimentación. Cualquier adulto actual de un país industrializado es más alto que su equivalente hace un siglo. La mejora de los condiciones sanitarias y nutricionales ha arrojado un aumento de un centímetro por década en la talla de la población el mundo desarrollado. El cerebro también ha ganado volumen. Es cierto que las razas que genéticamente presentan mejor talla no puntual pero en los tests de inteligencia, pero parece claro que la mejor alimentación, al menos, ha supuesto un aumento de las capacidades cognitivas para las personas que peor puntuaban en el pasado. La parte baja de la tabla se ha igualado con la alta.

Sea como fuere, la mejora de los cocientes intelectuales humanos ha sido un hecho confirmado hasta ahora. ¿Qué está pasando para que la tendencia cambie de rumbo?

El experimento

El estudio publicado esta semana ha puesto el foco en los resultados de tests de Cociente Intelectual de 730.000 ciudadanos noruegos nacidos entre 1962 y 1991. Se ha descubierto que la puntuación aumentaba a un ritmo equivalente de tres puntos cada década desde 1962 hasta 1975. Desde ese año, sin embargo, se experimenta un continuo declinar.

Lo mismo ocurre con datos extraídos de tests históricos de Dinamarca, Gran Bretaña, Francia, los Países Bajos, Finlandia y Estonia.

Los expertos no se atreven a apuntar una hipótesis cierta. Pero algunos de los autores del informe han sugerido que «aunque hemos mejorado el ambiente cognitivamente estimulante de nuestros niños, llegada la adolescencia la sociedad no ha sido capaz de mantener el mismo grado de estimulación».

Algunos cambios en los modelos educativos podrían estar interfiriendo en el desarrollo intelectual. El modo en el que educamos a nuestros hijos, en el que protegemos sus primeros años de desarrollo y olvidamos su estímulo adolescente, el descenso en la exigencia académica o el aumento del número de adolescentes que se quedan solos en casa pueden ser factores a los que atribuir la caída intelectual.

Pero quizás la razón sea más prosaica y menos estremecedora. Puede que simplemente los test de inteligencia modernos no se hayan adaptados a las nuevas capacidades cognitivas de la población joven y no midan su auténtica inteligencia digital, pragmática, grupal y emocional.

Los expertos distinguen dos modos de inteligencia a medir. La inteligencia fluida se refiere a la capacidad de resolver problemas y usar la lógica para identificar patrones. Mientras que la inteligencia cristalizada es la capacidad de poner en práctica esos conocimientos en la vida diaria.

Es probable que sea necesaria una actualización de los tests de medición de la inteligencia para detectar cómo las nuevas generaciones están «cristalizando» los conocimientos adquiridos. Ellos no son más tontos, los test sí que son más «tontos».

Lo cierto es que nadie es capaz de aventurar una tendencia real. Pero los datos están encima de la mesa. Los resultados de las pruebas globales de cociente intelectual son cada vez peores. ¿El mundo es cada vez menos inteligente? Es pronto para decir que sí... pero también pare decir que no.