Ciencia y Tecnología
¿Llegaremos a vivir en «Jurassic World»?
El viernes se estrena la última película basada en la obra de Michael Crichton. ¿Cuánto hay de realidad en todo esto?
Convengamos, desde el inicio, que el cine es espectáculo. Si bien muchas películas reflejan la realidad de lugares o personas, otras sólo buscan entretenernos. Persiguen introducirnos en un mundo o un tiempo que reconocen irreal. La evolución de los efectos especiales ha hecho que, como espectadores, ya no nos creamos ciertas puestas en escena. Y algo similar ocurre con el avance en conocimientos de la sociedad: hemos comenzado a cuestionar cualquier cosa que escape de las leyes científicas o de los avances tecnológicos y, a veces, nos olvidamos de disfrutar de la película y perdonar ciertas licencias.
En este contexto, este viernes se estrena «Jurassic World», la última entrega de un mundo en el que los dinosaurios son criaturas exhibidas como atracción gracias a los avances en clonación. Y la película ha hecho todo por entretenernos y sumergirnos en un universo en el que podamos considerar la idea de que esto es posible. Una de sus estrategias ha sido aprovecharse de las redes sociales para lanzar un vídeo en el que explica cómo InGen (la empresa que en el primer episodio «logró» la clonación de dinosaurios) ha dado un paso de gigantes. En él, algunos de los actores de la película, como el Dr. Henry Wu (interpretado por Bradley Wong) aseguran que ya han logrado «acercarse a descifrar el genoma casi completo de docenas de especies. Para InGen la vida es un código. Tomamos ese código y lo llevamos a aplicaciones prácticas. Esto nos permite descifrar el código genético de cualquier especie extinta en menos de una hora con la Hammond 2.000», una clara referencia a John Hammond, el multimillonario que creó el Parque Jurásico.
La realidad es que ya desde hace casi tres años hay un dispositivo, creado por la firma Oxford Nanopore, capaz de secuenciar el ADN en cuestión de segundos. Se llama MinION (no, nada que ver con los personajes de «Gru») y permite conocer el genoma de virus, bacterias y tumores casi al instante. En el caso de los seres humanos u otras especies con genomas más largos, la demora es mayor: una hora. Pero, lamentablemente, no sirve para especies extintas... sobre todo si han desaparecido millones de años atrás. Recientemente se ha descubierto que el ADN tendría una vida media de 521 años, esto quiere decir que la mitad de los enlaces que unen «el programa de la vida» se rompen a los 521 años. Tras otro lapso igual se rompe la mitad de lo que quedaba y así sucesivamente. Esto puede variar dependiendo del entorno, la temperatura de conservación y otros factores, pero, en el mejor de los casos, tras 1,5 millones de años la secuencia sería ilegible. Y los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años.
Esto no quiere decir que no se pueda conseguir algo con organismos más simples. Raúl Cano, profesor de Biología de la Politécnica de California, ha hecho cerveza con una levadura de 44 millones de años de antiguedad. Cano la habría obtenido de una pieza de ámbar extraída de minas en Myanmar, con un sistema similar al de «Jurassic Park». ¿El problema? Cano fue uno de los que inspiró a Crichton para hacer plausible la clonación de dinosaurios al extraer fragmentos de ADN de una abeja de 120 millones de años... pero la pieza resultó estar contaminada y los resultados no pudieron reproducirse. Aún así la cerveza, Fossil Fuels, parece estar muy buena.
Visto lo visto, la tecnología actual permitiría clonar levaduras, como mucho, del jurásico. Pero no animales. Aún así, es posible que otra de las estrellas de «Jurassic World» no esté tan alejada de la realidad. De acuerdo con los científicos de InGen, clonar especies extintas es solo el primer paso. La siguiente etapa es introducir un trozo de ADN para crear otra especie diferente: más grande, con más pinchos, dientes, ojos... lo que queramos. Y esto sí lo permite la tecnología actual.
En 2006 científicos de la Universidad de Wisconsin y de Manchester lograron que los embriones de pollos desarrollaran dientes similares a los que se encuentran en los fósiles de dinosaurios. Richard Borowsky, de la Universidad de Nueva York, consiguió devolverle los ojos a un pez ciego, el Astyanax mexicanus, una especie que había perdido la habilidad de ver allá por el Pleistoceno. Estos casos son apenas una muestra de cómo la tecnología ya permite manipular el ADN para activar ciertos genes, introducir nuevas proteínas... o crear quimeras, combinaciones de dos animales diferentes. Para Jack Horner, profesor de la Universidad de Montana y asesor de la saga Jurassic, «no tenemos ADN de dinosaurios, pero sí podemos hacer animales transgénicos. Lo interesante de hacer un híbrido es que podemos coger información genética de otros animales, combinarla y hacer un nuevo animal. Algo más plausible que traerlos de vuelta». Así es como existe una levadura que tiene parte de su ADN humano. El objetivo de la Universidad de Texas al crearla fue customizar un organismo para poder probar terapias específicas sin poner a seres humanos en riesgo. Pero hay ejemplos más complejos como cerdos con sangre humana u ovejas con hígados humanos. ¿Eres alérgico a los gatos? La tecnología puede dar una respuesta. La proteína felina Fel d 1 es alergénica. Por ello científicos de la Universidad de California la modificaron con una proteína humana que suprime la reacción provocada por esta proteína... Y nace el gato que no provoca alergias. Otro caso que parecería quimérico si no fuera cierto es el de Irving Weissman, profesor de la Universidad de Stanford quien obtuvo permiso de esta institución para crear un híbrido de ratón y humano. Básicamente lo que hizo Weissman fue trasplantar neuronas de ser humano al cerebro de un ratón. El objetivo era estudiar enfermedades neurodegenerativas, no hacerlo más inteligente.
La tecnología puede hacer cosas increíbles, cosas que hace décadas considerábamos imposibles. Son los escritores los que primero derriban los límites que muchos expertos traspasarán en unos años.
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