Burgos
Tocomocho, el as de las estafas
La Policía detecta un auge de este timo que, al igual que el de la estampita, se creía erradicado
Rabia y vergüenza en grandes dosis. Rabia por haber sido víctimas de una estafa y «vergüenza porque me cegó el dinero fácil. Había uno que parecía muy despistado con mucho dinero en billetes de la ONCE premiados y no sabía qué hacer con ellos. Pensé que era un golpe de suerte, que me podía forrar pero qué va. Al final se llevaron 2.000 euros a mí. Y luego cuéntalo en el bar a los amigos. Todos se ríen de ti. Que sí el tonto eres tú te dicen». Es el relato de Leonardo, 75 años. Vive en Valladolid y pide que se le cambie el nombre «porque a mi familia ni se lo he dicho». Cuenta que en la tasca donde toma los vinos alguno más joven que él, «que se ha enterado no sé muy bien cómo», se le ha acercado arrastrando la pierna y con los ojos embizcados ofreciéndole un billete de lotería haciéndolo pasar por premiado entre las carcajadas de algunos de los presentes: «Durante un tiempo se me quitaron las ganas de ir al bar. Un poco son las risas, otro poco sentirse un primo y otro, pensar que me lo merezco. Yo iba a timar al de los billetes. Si hubieran estado premiados de verdad, yo le habría robado millones».
Más allá de la profunda reflexión, Leonardo es reacio a contar su historia y si accede es porque entiende que puede ayudar a otros a no caer en la misma trampa. De voz grave, le cuesta respirar. «A mí me timaron en víspera de Reyes de hace un par de años. Iba yo andando para el supermercado y se me acercó un señor y me pregunta por una dirección. Yo no tenía ni idea. Otro pasó por allí y también le preguntó. Tampoco sabía. El primer hombre, que parecía tonto por la forma de hablar, dijo: “Es que me ha tocado este cupón que cogí el otro día aquí, pero es que no encuentro al vendedor y tal”. Nos lo enseñó. Eran diez décimos. Entonces hace la pamema de que se va a orinar y me deja solo con el otro, que, en realidad era su compinche. Llamó a la ONCE y me dijo: “¡Si está premiado entero!”. Y ya ahí me empezaron a liar”». Leonardo no estaba muy convencido, pero el compinche no paraba de animarlo. Le explicaron que no pasaba nada si no llevaba la cartilla encima, que enseñando el DNI en el banco podía sacar dinero. Como no había ninguna sucursal cerca, lo montaron en el coche y, todo amabilidad, lo llevaron hasta Zaratán, un pueblo cercano a Valladolid a hacer un reintegro. «Qué sé yo la de veces que desde entonces he tenido que ir a comisaría a ver fichas para identificarlos».
El caso de Leonardo es sólo uno más. La Policía ha detectado que los timos del tocomocho y la estampita han vuelto con fuerza en los últimos años. «Se pensaba que este tipo de estafa estaba erradicada, pero cada vez hay más», reconoce un veterano agente que ha visto de todo. «Son maestros del engaño. Hay familias enteras dedicadas a esto y viven de maravilla. Se hacen la turné. Comienza en Madrid y van desplazándose por varias provincias dando palos. No sólo son el gancho tonto y el colaborador. En torno a la estafa, mientras se está produciendo, se despliegan más personas en labores de vigilancia, por si les detectamos. Son verdaderos profesionales. A mediados de este mes, en Burgos, le timaron 15.000 euros a un hombre de avanzada edad, aunque la cantidad más habitual va de los 2.000 a los 4.000 euros». Las víctimas siempre son hombres o mujeres de avanzada edad, con las que no dudan en emplear la fuerza si los descubren. «A una viuda la acompañaron a casa para que cogiera el dinero. Ella, ya dentro del domicilio, desconfió. La empujaron y se lo llevaron todo».
A María la abordó una «tonta» con acento gallego. Le confesó por las buenas que se ha encontrado una maleta llena de dinero. «Me enseñó un buen fajo de billetes de 50 euros y yo le dije que tuviera cuidado, que no lo fuera mostrado a ver si la robaban». Es entonces cuando otra persona se acerca, el cómplice, y dice que ha visto lo que ha ocurrido y convence a María para que entre las dos compren la maleta a la gallega. «Puede llevar dos millones de euros dentro», sugiere el hombre, que saca 200 euros del bolsillo y los mete en un sobre. «Se fue a un banco y regresó con un taco de billetes. Dijo que eran 9.000 euros y me lo creí». María sin poderse resistir a su codicia y convencida ante el despliegue de dinero, acude a diferentes entidades y saca 11.000 euros en total. Todo va al mismo sobre que custodia la dueña de la maleta. Pero la gallega protesta y dice que sigue siendo poco. Entre los dos convencen a María para que les lleve a casa y les entregue sus joyas. Una vez logrado su propósito piden a María un vaso de agua y mientras que va a la cocina, los dos abandonan el domicilio con prisa dejando atrás una maleta llena de recortes de periódico y a María con cara de «prima».
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