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Una ley valiente

La Razón
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El anteproyecto de «Ley para la Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la ;ujer» es una iniciativa política valiente y audaz del Gobierno de Mariano Rajoy que muchos no se atrevían a esperar. Yo –que he criticado con dureza públicamente a través de cartas abiertas y artículos a Mariano Rajoy y a Alberto Ruiz-Gallardón por, verbigracia, no haberse atrevido a derogar la ley del llamado «matrimonio homosexual»–, debo hoy felicitarles y agradecerles su valentía en materia de derecho a la vida. Y lo hago con la misma sinceridad y por las mismas razones de justicia con que otras les critiqué por otras decisiones; mi total independencia y libertad me permite actuar así: criticar cuando hay motivos para ello y elogiar cuando es de justicia hacerlo. Hoy toca elogiar.

La nueva ley que el Gobierno propone, –ya desde su mismo título y a diferencia de la ley de 2010 hoy vigente–, pone el acento en los derechos del concebido en vez de en unas siglas cobardes como IVE, y en los derechos de la mujer embarazada en vez de en unas categorías ideológicas abstractas ajenas a la mujer real como «salud sexual y reproductiva». El anteproyecto que acabamos de conocer tiene esta primera virtud: se enfrenta de verdad a la realidad de las víctimas del aborto, al niño cuya vida está en juego y a la mujer que sufre ante un embarazo problemático. En este sentido, es un producto intelectualmente honesto: no huye de, ni esconde, la realidad dramática que subyace a todo aborto, sino que la afronta con valentía (aunque no siempre con acierto). Ésta es la diferencia básica con la ley de 2010, que –con la verborrea ideológica de «los nuevos derechos» y la «salud reproductiva»– se despegaba de la realidad terrible del aborto de la mujer real y ocultaba tanto a la mujer como a ese hijo cuya vida está en juego, para sustituirlos –en una operación de pura imagen– por una mujer ideal e inexistente de cómics de colores que ni sufre ni duda y por un material biológico apersonal y sin valor en el que no merece la pena ni pensar.

La vigente ley de 2010 estaba pensada para ocultar al niño no nacido, del que ni habla, salvo para referirse a sus eventuales enfermedades incurables e incompatibles con la vida; para dibujar a una mujer que no es real, un ser que disfruta de una salud sexual regalada por el legislador y se libra de sus embarazos de forma aséptica y sin connotaciones dramáticas vitales y morales y en un clima de libertad absoluta, pues carece de limitaciones o conflictos derivados de su situación económica, afectiva, familiar o laboral; para presentarnos a los empresarios del aborto que negocian con la vida y el dolor como si de servidores públicos dignos de apoyo por su carácter humanitario se tratase; para convencernos de la bondad de manipular la escuela y la Sanidad al servicio de esta visión ideológica e irreal del mundo, como si con propaganda e ideología los problemas reales desapareciesen. Por el contrario, la ley que ahora nos propone el Gobierno se enfrenta a la realidad: en ella están las mujeres reales, agobiadas y acosadas por sus problemas personales y sociales, afectivos y económicos, y necesitadas de asesoramiento, apoyo y soluciones solidarias; en ella está el concebido aún no nacido, dependiente e indefenso, necesitado de que el Estado y la sociedad y su madre arbitren todo lo que esté en sus manos para que pueda vivir; en ella están situaciones tan dramáticas como la de la madre que recibe un diagnóstico de una enfermedad terrible de su hijo que le aboca a la muerte inmediata posnatal; en ella están los profesionales de la salud que se ven inmersos en un contexto social y político que puede llevar a tensionar su conciencia y sus obligaciones profesionales o laborales; en ella están esas adolescentes que de repente descubren estar embarazadas y cuyos padres o representantes legales las quieren obligar a abortar o que prefieren mirar para otro lado. En esta nueva ley está la dura y terrible realidad del aborto con sus dramas y sus conflictos. Éste es su principal mérito frente a la situación vigente.

Y por ello es una ley políticamente valiente: porque afronta la realidad sin ocultar ninguno de los términos en conflicto. Y lo hace, además, en un contexto internacional que se ha acostumbrado al aborto, que mira para otro lado y se desentiende de la mujer que se ve abocada a algo tan terrible, y de los millones de vidas en juego y peligro cada año; como en otras épocas la política se desentendió del dolor de los esclavos o de la dignidad de los torturados... Ésta va a ser la primera vez que un Gobierno de la Europa occidental –en la del Este excomunista los ejemplos son ya varios– decide empezar a recuperar el derecho a la vida tras la ola abortista que empezó y arrasó con fuerza a los países de nuestro continente a partir de los años 70 del siglo pasado. Se suma así el Gobierno de Mariano Rajoy a lo que están haciendo los políticos más lúcidos de la América del Norte desde hace décadas, a lo que están haciendo muchos gobernantes de la América Latina y otras partes del mundo hoy. Me ilusiona pensar que España pondrá en marcha en la Europa occidental esta marcha hacia la recuperación de la cultura de la vida y que seremos motor de esta ilusionante tarea humanista en nuestro continente.

Dicho lo anterior, esta valiente iniciativa legislativa no coincide con mi ideal, se queda corta en mi opinión. Y con la misma fuerza con que elogio su impulso político, me movilizaré para mejorar este anteproyecto hasta su aprobación y para cambiarlo por leyes aún mejores en cuanto entre en vigor. Aplaudo este paso, pero no me doy por satisfecho con él.

*Presidente del Foro de la Familia